La España del mejor sistema financiero está en bancarrota por culpa de sus Bancos; se recortan todos los derechos básicos a los ciudadanos, hasta el aire sano que respiran modificando la ley antitabaco, pero en cambio se siguen permitiendo pensiones y sueldos de escándalo a costa del erario público; se nos acusa de haber vivido por encima de nuestras posibilidades en una España feliz, mientras que no acabamos de descubrir la inmensa porquería que creció en sus alcantarillas al olor de la corrupción, el engaño y las mafias.
Se decreta la más bárbara de las reformas laborales, y se acusa a los sindicatos del daño irreparable que hará un día de huelga; se modifica el código penal, no para encarcelar a los corruptos, sino para impedir que los ciudadanos protesten en la calle. Se celebra el juicio del desastre ecológico más grande de España, el Prestige, siendo hoy Presidente del Gobierno Mariano Rajoy.
Y, cuando más sinceridad y explicación necesitamos los ciudadanos, más finge nuestro Gobierno no vernos.
Nuestro Gobierno no ve a los españoles cuando hacen huelga y mira hacia otro lado con prepotencia; finge que no pasa nada cuando no tiene ni la menor idea de qué hacer para seguir adelante; se esconde de dar explicaciones y busca malos en todos los rincones; juega a no pedir el rescate midiendo sus consecuencias electorales en lugar del beneficio social; y nunca admite un error aunque no haya acertado ni en un sola medida.
Seguimos pareciéndonos a aquella satírica película de García Berlanga, ‘Bienvenido Mr. Marshall’, que fue premiada como la mejor comedia después de pasar sabiamente la censura, pues la chulería de la Dictadura consideró que la película ridiculizaba a los americanos, mientras nuestro adorable José Isbert les cantaba agitando banderitas. Nadie de aquella mísera dictadura se paró a pensar que la sátira era para un Gobierno prepotente, ciego y sumiso a los poderosos, que se movía arrodillado entre EEUU y su plan Marshall, y Alemania con el acuerdo para dar trabajo a miles de españoles.
Y hoy, seguimos con la pandereta, cuando en Madrid se reforma la ley antitabaco para que Adelson quede contento. Nuestro Gobierno se mueve entre un millonario innoble, que exhibe su dinero de forma impúdica, y el gigante alemán que se permite ningunearnos.
Como un pollo sin cabeza, el Gobierno corre de un lado a otro porque no sabe hacia dónde caminar, pero mientras, para intentar salvar su honor, se dedica a insultar a sus conciudadanos: a los padres y madres que hacen huelga, a los manifestantes, a los que se quedan en casa utilizándolos, a los discapacitados y disminuidos que no les pagan sus ayudas, a los pensionistas a los que intentan engañar con la revalorización de las pensiones, al “enemigo” nacionalista, con quien le viene bien el enfrentamiento para sacar rédito electoral, …
Pero en el país de las paradojas, el Gobierno que hoy nos tritura sin compasión ni lágrimas en los ojos fue votado apenas hace ocho meses.
¿Qué ocurrirá este próximo domingo en Galicia y País Vasco? ¿Se repetirá la paradoja?