Además, es el alcalde de Nantes, con tres mandatos ganados todos ellos holgadamente en la primera vuelta de la elección, superando los propios votos socialistas, lo que le identifica como un político capaz de agrupar el voto más allá del que se prevé para su propio partido. Su ciudad es la que más se ha transformado y modernizado en Francia. En las últimas elecciones generales no fue diputado en la primera vuelta por unas décimas, pero obtuvo el 66% de los votos en la segunda.
Hollande y Ayrault son amigos desde hace muchos años, desde que eran jóvenes políticos. Siendo Lionel Jospin primer ministro, todos los martes por la mañana, Hollande -quien entonces le sucedía como primer secretario del Partido Socialista, a petición suya, y Ayrault jefe del grupo parlamentario-, los tres se reunían para comentar la actualidad y enfocar la acción. El nuevo presidente y el nuevo primer ministro tienen, por lo tanto, vínculos estrechísimos con Lionel Jospin.
Esta es la primera razón de fondo. Pero no la más importante. Hollande no tiene ninguna experiencia personal de gobierno. Tampoco Ayrault. Lo que la derecha ya critica como un obstáculo mayor, es visto en la sociedad francesa con simpatía: ¡no vuelven los elefantes del Partido Socialista!. Este aspecto renovador es también una manifestación de independencia de Hollande de cara al Partido. Bastante tributo tendrá que rendirle en la composición del gobierno para respetar las sacrosantas corrientes, sin olvidar la paridad, los verdes, el insoslayable radical Baylet…
En su línea coherente, marcada desde que anunció su candidatura, respeta el espíritu de la Quinta República, situando la función presidencial por encima de los partidos, empezando por el suyo.
Pero su programa lo confía en manos de un fiel, un hombre de cuya lealtad no duda en ningún momento: Jean Marc Ayrault. Este además, aunque no tenga carisma no tiene los aspectos cerrados, polémicos y marcados de una Martine Aubry. Parece el más cualificado para llevar la batalla esencial de las generales. Sabrá utilizar las competencias, armonizar los egos, como lo ha hecho en el Parlamento durante tantos años. Si como se dice estarán en el Gobierno Martine Aubry, Manuel Vals y Cécile Duflot -la representante de los verdes-, un jefe con diplomacia, arte del diálogo será más que útil. De paso, cabe señalar que Ayrault, antiguo profesor de alemán, es una baza en las discusiones con Alemania.
Al elegir un hombre de confianza, que además demostró en toda su trayectoria política que sabe sumar voluntades y huir del sectarismo, Hollande abre su mayoría más aún hacia el centroizquierda, donde laten la mayoría de los corazones franceses. Bien sabe que los tiempos venideros van a ser muy difíciles y que la solución no la encontrará en radicalismos desfasados, sino en la renovación de fundamentos eternos de la izquierda: la Escuela y la Ciencia. De ahí, el homenaje a Jules Ferry y a Marie Curie. Algo que nos suena a recuerdo de las ilusiones de nuestra II República.