Los comportamientos de algunos bancos así lo indican, con el agravante de que han sido en gran parte los responsables de la crisis. No se quiere aprender de la experiencia reciente, y la voracidad por obtener beneficios de cualquier manera les conduce a un comportamiento irresponsable y altamente arriesgado. Volver a las andadas nos remite a la pregunta que se hace en el título del libro escrito en 1982 por “Minsky Can IT Happen Again?”, un libro que estaba olvidado y se ha recuperado tras la crisis y que en definitiva lo que pone de manifiesto es la relevancia y actualidad de este economista poskeynesiano. La pregunta hace referencia a si realmente la crisis de los treinta se podría volver a dar.

La respuesta que viene dada por la experiencia vivida es que sí, aunque la gravedad haya sido menor debido a la actuación rápida de los gobiernos que impidieron una gran debacle financiera. En concreto, el libro se anticipa a los acontecimientos que suceden más de veinte años después de haber sido publicado, pues en el análisis que se realiza por parte de Minsky queda claro que de seguir las cosas como se estaban haciendo la posibilidad de una gran crisis financiera era elevada. Los ensayos sobre la inestabilidad financiera son de gran lucidez y era este enfoque el gran ausente en el modelo keynesiano de equilibro que se impuso en la posguerra, aunque estaba presente en la obra de Keynes, y que Minsky trata de rescatar de esa lectura un tanto mutilada sobre la enorme aportación del gran economista británico.

Al igual que sucede con la eliminación del estudio de las inestabilidades financieras por la mayor parte de los seguidores de Keynes, pasa con los “animal spirits” (es decir, los motivos no económicos y las conductas irracionales), tal como ponen de manifiesto Akerlof, premio Nobel de economía, y Schiller en un libro de reciente aparición que lleva ese mismo título. Estos autores se preguntan: ¿en qué ha estado pensando la gente? ¿Por qué los ciudadanos no se han dado cuenta de lo que estaba ocurriendo hasta que no les han venido encima los acontecimientos reales, como la caída de los bancos, la pérdida de puestos de trabajo y la ejecución de las hipotecas? La respuesta es muy sencilla. El público, los gobiernos y numerosos economistas se sentían respaldados por una teoría económica que les decía que estaban seguros, que todo iba perfectamente, y que no corrían ningún peligro. Pero esta teoría era incorrecta, ya que hacía caso omiso de la importancia que tienen las ideas en el comportamiento de la economía e ignora el papel que representan los “animal spirits”. Además, tampoco han sabido darse cuenta de que quizá la gente no era consciente de que había montado en una montaña rusa. Estos dos sugestivos autores dicen coincidir en su análisis con la idea de Minsky.

Que no se puede seguir así resulta evidente, pero parece que tras las primeras declaraciones de economistas y políticos cuando estalló la crisis financiera, que decían que había que iniciar un camino de reformas, ésta idea se va desvaneciendo con el paso del tiempo. Esta es la triste realidad: no se quiere tener en cuenta los planteamientos tan cabales hechos por estos economistas. ¿A qué se espera? El gran biógrafo de Keynes, Robert Skidelsky, nos proporciona un brillante análisis sobre las causas de la crisis en el libro de reciente aparición “El regreso de Keynes”. Pero los que tienen la capacidad de tomar decisiones no se quieren enterar de que la salida de la crisis y encontrar otro modelo de desarrollo requiere reformas estructurales del sistema que hemos vivido en los últimos tiempos. Al mismo tiempo, hay que desterrar enfoques económicos equivocados que confían en la eficiencia de los mercados y nos dibujan un mundo armonioso y en equilibrio.

Una crisis sin reformas es condenarse a no salir de un comportamiento económico altamente inestable, desigual, destructor de la naturaleza y generador de pobreza. Los grandes intereses económicos tratan de que nada cambie y que en el caso de que haya que hacer reformas, éstas sean sobre el mercado laboral. Una vez más la crisis se utiliza para reforzar a las clases económicamente poderosas y debilitar a las clases trabajadoras. Los mayores damnificados por la crisis tienen que pagar los platos rotos por otros, y éstos se quieren escabullir de rositas como si nada hubiera pasado. Frente a la pasividad existente tenemos que exigir desde la reflexión intelectual cambios en la forma de pensar y de hacer.