Podemos recurrir a todos los razonamientos que tantas veces hacemos, no exentos de verdad: “todos los políticos no son iguales”, “esto demuestra que el sistema funciona”, “hay corruptos en todas partes”, “no es un hecho exclusivo de los políticos, pues afecta por igual a todas las esferas”, “es un problema de la condición humana”. Todo es cierto, pero a veces no es suficiente, porque no consuela, porque suena a mal menor, porque tenemos la impresión de que convivimos con la cloaca permanentemente.
En primer lugar, los partidos políticos tienen la enorme responsabilidad de limitar, controlar, fiscalizar y no permitir que los corruptos encuentren cobijo en una organización. Hay que poner controles, fiscalizaciones y sanciones. Pero también mucha democracia interna. Lamentablemente, el sistema de partidos que hemos creado se mueve como una maquinaria de “todos a una”, a defender a los nuestros aunque sean ladrones porque son de los nuestros. Si no hay democracia interna sana, crítica, decidida, y leal, las organizaciones acaban sin tener mecanismos reales de sanción porque es la misma organización la que acaba corrompida. En este sentido, felicito la rápida reacción del PSC frente a la que el PP de la Comunidad Valenciana viene continuamente manteniendo: alargar la agonía de una trama de corrupción que ha nacido y se ha criado bajo el calor de muchos miembros selectos del PP que también se han beneficiado.
En segundo lugar, sé que hay reflexiones que pueden resultar ingenuas por utópicas o por inalcanzables, pero hemos creado sociedades cuya cultura de valores es parte del problema de la corrupción que nos atañe. Nuestro éxito individual se mide continuamente por la riqueza económica: es lineal. No es la inteligencia, ni el esfuerzo, ni el buen trabajo, ni la bondad y la honestidad, ni la sencillez y la honradez, los valores que se premian y se recompensan. Es el lujo, el dinero, la avaricia, la codicia, el engaño, la riqueza fácil e ilimitada la que se premia socialmente.
La corrupción se castiga cuando se conoce de forma descarada y descarnada: cuando a uno lo han pillado con las manos en la masa. Si no es así, parece que los indicios que indican que allí hay fuego no son suficientes y no sirven; socialmente hacemos la vista gorda, miramos a otro lado e incluso pensamos con algo de malicia y de envidia que uno haría lo mismo. Tonto es el que deja escapar el dinero fácil delante de él. Porque mientras nos dejamos deslumbrar por el coche caro, los buenos vinos, la tarjeta visa, el oro, el lujo, y el descaro de la ostentación.
Los años de urbanismo desproporcionado daban trabajo en muchos municipios. Trabajo para todos a cambio de que muchos se llevaran las comisiones. No era normal que el paisaje de nuestra España estuviera siendo saqueado, que se aniquilara la costa, que se duplicara la volumetría de las viviendas, que se eliminara el suelo público para usos sociales, que el urbanismo fuera la única fuente de trabajo y de ingresos municipales. El boom en el que hemos vivido no era normal. Algunos, como el PP, siguen defendiendo la vuelta a la depredación del suelo como salida a la crisis económica. Ahora vemos que debajo del ladrillo y el cemento, había negocio turbio, dinero fácil y corrupción. ¿De verdad la sociedad no lo intuía?
El lujo desproporcionado, las cuentas en paraísos fiscales, el dinero negro, las comisiones ilegales, comprar obras de arte desproporcionadas, tener los cuartos de baño de oro, y un sinfín de excentricidades no es vivir bien, no es tener cubiertas las necesidades, incluso las del ocio y el disfrute, Sencillamente es una desvergüenza. Pero seguimos sin poner límites a la especulación, a los contratos multimillonarios de personajes famosos, a pagar en televisión por zánganos que no trabajan, a crear un mundo de lujo inalcanzable para los ciudadanos normales.
No me parece suficiente con que los ciudadanos se despreocupen de la política, se sientan apáticos y lo resuelvan diciendo que “todos son iguales”. Los ciudadanos no sólo tienen derechos, también tienen responsabilidades. En este caso, la indignación es un elemento de responsabilidad.