En un artículo reciente titulado “la recesión democrática”, Joaquín Estefanía alertaba de la insatisfacción con el sistema democrático, que corre el riesgo de devenir en regímenes disfuncionales. En el caso de España, la insatisfacción con la democracia está 17 puntos por encima de Europa. Unos datos realmente graves y preocupantes, porque suponen la falta de confianza y la decepción generalizada, no sólo con los políticos, sino con el sistema actual.

Efectivamente nos cansamos de oír, una y otra vez, que falta CONFIANZA. Pero, ¿cómo se pretende conseguir? Es un valor que hay que trabajarlo, mimarlo, restaurarlo, recuperarlo, y sólo se puede hacer bajo garantías de honestidad, transparencia, rigor y cumplimiento del deber. Todo lo contrario de lo que se hace en España.

Políticamente la situación no puede ser más desastrosa. Tenemos un ministro como Wert que está ya enfrentado con propios y extraños, llegando al mismísimo ridículo en cada una de sus apariciones; el caso gravísimo del cierre de RTVV, porque alguien generó un monstruo de deudas, despilfarro, clientelismo y censura, que ahora se cierra con la misma frivolidad y poca vergüenza por quienes crearon al frankestein mediático; ahí está Rodrigo Rato, ostentando de nuevo su “prestigio” chamuscado, viviendo a todo tren, mientras una multitud de estafados ciudadanos y de trabajadores despedidos aún no entienden cómo se calló un gigante como Bankia; vemos a Ana Botella, acumulando basuras en la ciudad de Madrid, incapaz de resolver situaciones; a Montoro le descalifican sus datos cualquier organismo económico internacional o la propia Comisión Europea; y podríamos seguir con la larga lista de provocaciones y despropósitos, hasta llegar a la sentencia, ¡¡¡once años después!!! de la marea negra del Prestige, que ha resultado lenta, ineficaz, incolora, indiferente y encubridora de una situación de responsabilidades que no se exigen.

En definitiva, España es hoy el país más desigual de toda la Unión Europea pero también el que ha impuesto un sistema de valores culturales incompatible con un sistema democrático, que es lo que provoca nuestro mayor aumento de desconfianza.

Para que el sistema económico de la burbuja, la corrupción, el despilfarro se tuvo que crear un ambiente colectivo que la sustentara: la magia del dinero fácil, la riqueza ilimitada, el éxito y el oro, … una quimera ilusionante pero ficticia para que los ciudadanos mordieran el anzuelo.

Y, quienes provocaron este desaguisado, pretenden salir indemnes de esta situación, no para purgar pecados, sino para seguir cometiendo las mismas tropelías.