Y votemos por una mayoría suficiente. Durante años, el objetivo de la mayoría absoluta ha sido denostado en determinados círculos políticos y mediáticos. Se ha asociado injustamente la consecución de una amplia mayoría parlamentaria con la arbitrariedad, el abuso y la renuncia al diálogo y el acuerdo en la adopción de decisiones. Desde luego, la legislatura 2000-2004 que presidió José María Aznar ofreció argumentos sobrados para sostener tal criterio.
Contar con una mayoría sólida en el Congreso y en el Senado, sin embargo, no es solo una meta legítima para toda formación política que se presenta a unas elecciones. Durante el próximo mandato, una mayoría parlamentaria suficiente puede ser condición imprescindible para garantizar la estabilidad institucional, para asegurar el cumplimiento del programa y para cimentar la autonomía del gobierno ante otras fuerzas, tanto políticas como no políticas.
Tres razones para apostar por una mayoría suficiente para el PSOE a partir del nueve de marzo. Primera: la estabilidad institucional. Durante esta legislatura, la derecha ha mostrado intención y capacidad para poner en solfa las principales instituciones del Estado, de las Cortes Generales al Tribunal Constitucional y el Consejo General del Poder Judicial. Una mayoría socialista contundente actuaría como parapeto ante cualquier intento de desestabilización.
Segunda: la garantía para el cumplimiento del programa, venciendo las resistencias de los sectores más conservadores y derechistas. La puesta en marcha del Sistema Nacional de la Dependencia, las ayudas para el acceso a la vivienda, la subida del salario mínimo interprofesional, el apoyo a la escuela pública con más plazas y recursos, la aplicación de la asignatura de la educación para la ciudadanía, la investigación con células madre… Todos estos objetivos serán más fáciles de obtener, y las renuncias serán siempre menores, con una sólida mayoría socialista en las Cortes Generales.
Y tercera: subrayemos la autonomía de quienes adoptan las decisiones en la defensa del interés general. En una doble perspectiva. Los partidos nacionalistas ya se han apresurado a pasar facturas muy caras de pagar a cambio de sus apoyos parlamentarios. Y determinadas instancias de poder fáctico, en el mundo del dinero, en los medios de comunicación y en la mismísima Iglesia católica, se aprestan al juego de las influencias. Un gobierno con una mayoría fuerte tendrá más capacidad, sin lugar a dudas, para resistir las presiones y para salvaguardar la aplicación de los principios del interés de todos, la cohesión territorial y la igualdad de oportunidades en un Estado laico sometido solo al imperio de la ley y la voluntad popular expresada en las urnas.
Una razón más: la dinámica de la crispación y la mentira que ha protagonizado el PP durante cuatro años no puede tener más fruto que una derrota amplia en el voto ciudadano. La estrategia Elorriaga, que busca la desmovilización del voto progresista mediante la zozobra y el miedo, requiere de una contestación masiva el próximo domingo. Este país necesita de una derecha homologable a las formaciones conservadoras del resto de Europa. Y si necesitan de una gran derrota para entenderlo, hagámosles el favor y hagámonos el favor.