Quizás se podrá debatir si el momento era o no el adecuado; pero ya es una discusión estéril. Razones había a favor y en contra. Lo ha hecho bien considerando las circunstancias que se habían creado previamente. No obstante, el debate de la sucesión no se hubiera zanjado de ninguna manera. Zapatero se ha quitado un enorme peso de encima; en cambio el PP tiene nuevos frentes abiertos: no saber quién será el próximo candidato supone que no sabe contra quién disparar. De momento, el enemigo a batir es Rubalcaba, pero por si acaso, no deben olvidarse de Chacón, y quizás surjan otros nombres. Mucho trabajo y desconcierto que les obligará a revisar la estrategia de machacar al contrario.
El mayor problema del PP sigue siendo Rajoy. Un líder que no gusta a la gente. Resulta gracioso que no se miren al espejo cada vez que piden que Zapatero deje la Presidencia y convoque ya las elecciones. Si se guían por las encuestas, Rajoy debía haberse ido a su casa hace muchísimo tiempo. ¿Qué hacer ahora con el perfil de Rajoy si no se sabe quién será el candidato del PSOE?
No obstante, el PSOE tiene otros problemas que resolver, que el PP, desde su concepción instrumentalista y del “todo vale” en política ni se plantea, pero que para el PSOE es obligatorio si quiere recuperar la esencia del compromiso activo con la política y las relaciones con su electorado.
1) Hay problemas en Comunidades como Andalucía o Cataluña (y alguna más que resulta invisible para el proyecto de España); en la primera todavía gobernamos pero parece que hacemos puntos para perderla. ¿Qué está pasando? 2) Recuperar las señas de identidad de un discurso visiblemente socialista que vuelva a identificar al electorado y las razones de su voto. Es cierto que la complejidad de la crisis ha desfigurado los fines del PSOE, pero hay que reconstruir el discurso político y moral 3) aprovechar esta coyuntura para plantear de nuevo un proceso democrático interno de primarias. Siempre son procesos complejos y difíciles internamente, pero que han resultado atrayentes para nuestro electorado que busca mayor dinamismo democrático y participativo. 4) reconstruir a todos los efectivos que tiene el PSOE que permanecen invisibles cuando son cabezas en plena ebullición. 5) permitir que los liderazgos se vayan manifestando pues el silencio en las organizaciones no es buena compañera (indica indiferencia o anemia).
La tendencia de las direcciones siempre son las de controlar los cambios, conducir los resultados, porque se tiene miedo a lo desconocido y porque se considera que la dirección siempre sabe más y mejor lo que es bueno para la organización. Estoy convencida que Zapatero será imparcial y garantizará el proceso neutral de las primarias (porque eso le permitió a él alcanzar la Secretaría General y recuperar la energía e ilusión del partido), pero deberá garantizar que su equipo no cometerá errores de direcciones anteriores, que sólo sirven para frustrar esfuerzos.
Lo que resultaría simple es achacar a Zapatero en exclusiva los problemas del partido; ahora, ya no hay espalda sobre la que cargar responsabilidades.