La realidad es que para nuestra ultramontana derecha y sus correligionarios en la patronal el problema no esta en lo que hizo la dictadura sino en lo que se consiguió durante la Transición. La CEOE, entonces, pactó y respaldó el Estatuto de los Trabajadores.

Son innumerables los retrocesos de esta reforma. Por sólo citar alguno, está la desaparición de la autorización administrativa para la aplicación de los expedientes de regulación de empleo (ERES). Los deja a merced de la empresa. El efecto es demoledor para los que hasta este decreto eran procesos de negociación de estos expedientes.

La reforma empeora la temporalidad e introduce un contrato nominalmente indefinido para empresas de menos de 50 trabajadores, con un periodo de prueba de un año. Es decir, instaura el despido libre y gratuito para ese período lo cual, obvio es decirlo, dará pie a una variante más de temporalidad y rotación en el trabajo. Amplía también los poderes de la empresa para imponer a sus trabajadores la movilidad funcional y geográfica. Abarata profundamente el precio de los despidos. No es sólo que los rebaje hasta un 43% para el caso de los improcedentes, es que, al extender hasta el infinito las causas objetivas para los despidos ésta será la figura que se generalice.

Se extingue la vigencia de los convenios a los dos años de su término, abriendo así la posibilidad de tener que poner el contador a cero en las mejoras obtenidas. Se amplían las razones para los descuelgues. Se prioriza el convenio de empresa sobre el de ámbito superior. Se da barra libre a los empresarios para modificar las condiciones sustanciales de trabajo…….Y encima se lanza un torpedo a la línea de flotación del diálogo y la concertación social.

Asistimos a una involución no sólo laboral y sindical, sino social, política y democrática. La reforma laboral está flanqueada por la erosión del sistema público de protección social, los alarmantes anuncios en la reforma de la justicia y, en fin, por una deriva que exige una respuesta de toda la sociedad, aunque deban encabezarla los sindicatos.

Divulgar los contenidos; buscar aliados para la movilización; denunciar que nada tiene que ver con la lucha contra el paro; que el desempleo lo usan como coartada para favorecer el trasvase de rentas salariales a rentas del capital; que el paro disminuirá cuando haya crecimiento económico y no con una reforma laboral que, objetivamente, lo único que facilita son los despidos.

Estas son algunas de las grandes tareas del momento.