La situación resulta más escandalosa aún si consideramos los grandes avances científicos y tecnológicos que han tenido lugar en los últimos tiempos, y la capacidad que ha habido para generar renta y riqueza. La distribución de los frutos del conocimiento y los incrementos de la renta y riqueza que provienen del crecimiento habido se han distribuido muy desigualmente, de forma que coexisten la opulencia con la miseria, el derroche y despilfarro con la escasez y el bienestar con la supervivencia.

Mientras esto sucede el calentamiento global sigue su curso, provocando un daño al planeta que puede ser irreversible, sin que se pongan remedios para ello, y lo más sintomático ha sido el fracaso de la cumbre celebrada en Durban. Los grandes intereses económicos se oponen por todos los medios a que se tomen medidas eficaces para frenar la emisión de los gases que contaminan, destruyen, y alteran el clima de la tierra.

La visión a corto plazo producto de la obtención de beneficios, que es el motor principal del capitalismo, impide ver con suficiente perspectiva que la codicia de las ganancias están sentando las semillas de la destrucción. El afán de lucro que es el que predomina en el sistema que vivimos es un impedimento para conseguir un desarrollo sostenible y unas condiciones sociales dignas para todos los ciudadanos del mundo. Las contradicciones propias de un sistema en el que resulta difícil compatibilizar el beneficio privado con el bienestar social, viene agravado por la fase del capitalismo en el que nos encontramos en la que la desregulación, el fundamentalismo de mercado, y la primacía de las finanzas, conduce a la existencia de situaciones tan antagónicas.

En este periodo de hegemonía financiera, los bancos, que en gran parte son los responsables de la crisis, son los que impiden a su vez la salida, y no solamente por su forma de actuar con la influencia que ejercen en los poderes de decisión nacionales e internacionales, sino que están recibiendo gran cantidad de recursos públicos para su supervivencia, o hay que proporcionarles liquidez para que puedan abordar el día a día. Los males que están causando son muchos para que no se tomen las medidas necesarias para poner coto a todo lo que han generado y lo que están provocando actualmente. En el artículo Emergencia bancaria, publicado en el suplemento de Negocios del diario El País de 11 de diciembre, Emilio Ontiveros describe una situación muy inestable y que ha hecho que en algunos momentos hayamos estado al borde del abismo, sin que de momento nada asegure que no se seguirá en ese lugar.

Los financieros se están haciendo con las riendas del poder, y no solamente del económico, y la influencia que desde aquí ejercían sobre los órganos de decisión, sino que están dirigiendo directamente el político. Cada vez más financieros, sobre todo provenientes de Goldman Sachs, aparecen como secretarios del Tesoro, ministros de economía, gobernadores de bancos centrales, y del Banco Central Europeo, o son presidentes de gobierno. La democracia se devalúa frente al mundo de las finanzas que sigue proporcionando altos beneficios a sus accionistas y ejecutivos, mientras hay que seguir proporcionando dinero público para sus negocios, al tiempo que recomiendan ajustes para los demás.

La austeridad, las políticas de ajuste no dejan der un escándalo frente al enriquecimiento de unos pocos, que en su mayor parte se encuentran situados en la cúpula de las finanzas. Unos sectores minoritarios que siguen ganando dinero a espuertas en tiempos de crisis y de penurias para tantos. Ese 1% que impone sus doctrinas económicas al resto de la población, y que cuenta eso sí con importantes aliados entre las filas de los economistas.

Por si todo esto fuera poco, un informe de la OCDE, publicado recientemente señala como las diferencias salariales han aumentado en los últimos años en los países ricos. La desigualdad se ha venido dando desde mucho antes que la crisis estallara, pero se ha agravado con el desenvolvimiento de ésta. El informe que recoge datos, previos a la Gran Recesión, pone de manifiesto como el 10% mejor situado gana como promedio 9,6 veces más que el peor pagado. En España eran casi 12 veces más (un punto más que en el informe anterior), por encima de Italia, aunque por debajo de Estados Unidos 14.

La desigualdad tiene muchos inconvenientes, aunque haya economistas que lo nieguen, pero un libro que resulta ser muy ilustrativo para analizar los males que causa la desigualdad es el de Richar Wilkinson y Kate Pickett “ Desigualdad. Un análisis de la (in)felicidad colectiva” (Turner, 2009, en el que se dice que la desigualdad se intuye como un elemento de corrosión social.

En fin vivimos en una crisis económica, civilizatoria, y un momento realmente escandaloso por lo que está pasando y por cómo se quieren arreglar los muchos problemas presentes. Si a esto le añadimos la pérdida de valores morales, la elevada corrupción, hecha en muchos casos a expensas de los recursos públicos, lo que me pregunto es ¿hasta cuándo podremos aguantar los ciudadanos?