Los impuestos suben para las clases sociales medias y menos favorecidas, los salarios bajan, el desempleo crece, y aumentan los precios de los transportes, el gas, la luz, el agua, las tasas universitarias, y se introduce el copago en el gasto farmacéutico. La renta disponible en la mayor parte de las familias españolas desciende, la desigualdad se agrava, mientras que crece el gasto en bienes de lujo. Con este panorama en el que, además, disminuye el gasto público, a mí me gustaría que alguien del Gobierno o de los mal llamados expertos económicos, me demostrara cómo se puede crecer de esta forma en la economía.

Estas medidas han introducido a la economía española en un círculo infernal en el que resulta muy difícil salir, pues si no se crece difícilmente se van a poder pagar las deudas del sector público, y sobre todo las privadas, contraídas por las empresas y las familias. La morosidad, como consecuencia de todo ello, aumenta con lo que los problemas crecen en lugar de disminuir. Se dirá que no hay otra alternativa frente a la presión que ejercen los mercados y la herencia recibida.

El problema principal reside en que no se han afrontado los verdaderos problemas que han causado la crisis, ni a escala global, ni en la Unión Europea, ni en España. Lo peor de todo es que los mismos economistas, o las ideas económicas que defienden, que fueron incapaces de predecir la Gran Recesión que se avecinaba, o que una vez desencadenada no fueron capaces de prever lo que se venía encima, ni han sido eficaces los remedios recomendados ni siquiera para paliar la situación, son los que siguen diciéndonos lo que tenemos que hacer. ¿Iría usted después de cinco años al mismo médico, que no sólo no ha sido capaz de diagnosticar su enfermedad, de resolverla, aunque fuera parcialmente, sino que, al contrario, cada vez se encuentra usted peor? Es evidente que no. Pues bien, esto es lo que estamos haciendo en economía. De manera que por este camino no solamente vamos hacia atrás, sino que se conduce a la sociedad hacia el desastre.

Las políticas de ajuste no solamente conducen a la recesión, o a escasos crecimientos, sino que acaban con el Estado de Bienestar, y dentro de éste, con bienes tan preciados como la salud y la educación. Los recortes en sanidad, educación e investigación condenan el futuro de la sociedad española. Con estas medidas se están socavando los pilares fundamentales en los que se asienta el progreso en las sociedades avanzadas. Esto es, no sólo el bienestar consiste en crecer, sino en mejorar la igualdad en derechos, oportunidades, género y de rentas. En fomentar una sociedad basada en valores de solidaridad y de respeto al medio ambiente, y en favorecer el conocimiento y la cultura frente a la ignorancia.

El futuro es desolador y un analista tan preciso como Juan Ignacio Crespo lo anuncia en su reciente libro “Las dos próximas recesiones” (Ediciones Deusto, 2012) en el que señala que la crisis va a durar seis años más. El principal argumento a favor de esto se apoya en la experiencia histórica, y sobre todo, al tiempo que se necesita para rehabilitar y sanear el edificio de una economía seriamente dañada por la recesión. Afirma, con acierto, que puesto que ha sido una crisis financiera la que originó el proceso de contracción de las economías, la clave de la salida de la recesión se debe encontrar también en algún punto clave del edificio financiero.

Por tanto, lo que se está haciendo no solamente no sirve para resolver el problema, sino que por si fuera poco lo empeorará, y lo que hay que hacer es otra cosa que no se ha abordado hasta ahora, pues eso supone afrontar el toro por los cuernos, y en consecuencia enfrentarse al gran poder de las finanzas, que son en definitiva las que mandan en la sociedad actual.

Otro factor importante que ha causado la crisis, y al cual hace referencia Vicenç Navarro, lo pone sobre el tapete Branko Milanovic en el libro que acaba de publicar en castellano “Los que tienen y los que no tienen” (Alianza editorial, 2012): “Para comprender los orígenes de esta crisis es preciso remontarse al aumento de las desigualdades de renta en prácticamente todos los países del mundo, y en Estados Unidos en particular, en los últimos treinta años”. La desigualdad como causante de la crisis expuesta por uno de los más prestigiosos economistas mundiales que la analizan y del cual ya había publicado Editorial Sistema la excelente obra, “La era de las desigualdades” (2006).

Pues bien, si la desigualdad es una de las causas y en lugar de corregirla se está aumentando, la crisis va para largo y desde luego los costes los pagarán aún más de lo que ya lo han hecho las clases trabajadoras, las mujeres y los jóvenes. Vivimos en unas economías dominadas por los grandes poderes financieros que imponen sus criterios para defender sus intereses, pero no los de la sociedad, para lo cual se sirven de muchos economistas, bien situados en la esfera del poder, que utilizan de ideólogos para legitimar unas políticas económicas que se encuentran desacreditadas por injustas e ineficientes. La única posibilidad que se ofrece ante tanto damnificado es la de reaccionar y actuar para modificar la relación de fuerzas que es tan desfavorable para los asalariados. En todo ello, también es fundamental no dejarse engañar con argumentos falsos y no amedrentarse ante la economía del miedo que tratan de inculcar.