El caso de la niña musulmana de Gerona ha reabierto el debate sobre el uso del velo en las escuelas españolas. De momento, la Generalitat de Cataluña ha obligado a la escuela de Gerona a aceptar que la niña acuda a clase con su “shador” (pañuelo islámico).

La pequeña de nueve años no iba a clase desde hace unas semanas porque el reglamento interno del colegio establece que no deben existir signos que diferencien a los alumnos por razones de sexo o de religión. Sin embrago, las autoridades han optado por una decisión salomónica haciendo prevalecer el deber de escolarización de la niña sobre el reglamento de la escuela.

El resultado es que se ha hecho prevalecer un gesto de sumisión de la mujer frente al hombre (porque no todos los musulmanes llevan ni tienen que llevar velo) como si se tratara de un rasgo “cultural” que merece ser respetado frente al principio de igualdad ante la ley, propio de toda sociedad avanzada.

Llevar una cruz colgada del cuello por ejemplo no conlleva discriminación alguna entre hombres y mujeres. No se trata de casos comparables, sí lo sería si un alumno osara a acudir al aula vestido con una túnica de nazareno. Es incuestionable el respeto a los Derechos Humanos como punto de partida para la convivencia en una sociedad moderna como la española.

Estamos ante una cuestión espinosa, como se demuestra en Francia o en Gran Bretaña, donde ninguna solución parece garantizar la plena integración de algunos inmigrantes. Lo que está claro es que la segregación es un obstáculo para afrontar este problema desde el enfoque de un Estado democrático, donde la escuela laica es una cuestión de principios.