Pero todo tiene un contexto y las cifras también. El día a día nos indica que nuestros jóvenes no tienen futuro en nuestra madre patria, esa que prospera en aun no sé muy bien qué. Por eso se tienen que ir. Por eso y para, de paso, descongestionar la Seguridad Social y que mejoren sus datos, que ya que los jóvenes se marchan los dejamos sin sanidad, algo que nadie recuerda al explicar cómo mejoran las cifras.

Se van –los jóvenes- a aprender idiomas e incrementar su formación, dice el Gobierno. No es porque aquí no hay futuro, ni trabajo, ni posibilidad de construir su proyecto vital. Se les invita a irse de su tierra (que echar es una palabra muy fea); se les aleja de sus familias (a ver si con la medida tenemos suerte y estos jovenzuelos díscolos maduran de una vez, que al final es la familia la que lleva su carga); y evitamos pensar que ellos también tenían planes que se han visto truncados. De nada sirve que hicieran los deberes y cumplieran con todo aquello que les decíamos que tenían que cumplir.

Se van ellos, talentos en potencia, pero también talentos consagrados, que llevan nuestro nombre a lo más alto de la ciencia. Pero tampoco pasa nada: al irse se llevan con ellos lo que gastan en sanidad, y las cifras nuevamente mejoran y hay más tantos que apuntarse. Parece que el talento no es “Marca España”. Eso lo dejamos para los cerdos, que ya tienen etiquetado novedoso para potenciar su “venta”, que el jamón sí se “vende” bien y no necesita de contexto.

Y mientras se les castiga a ellos, se premian a empresarios corruptos, que no están en la cárcel porque el presidente de turno (en este caso el Señor Aznar) les perdonó la condena. Y cuando el pueblo se queja porque a un individuo así se le conceden nuevas obras públicas (¡qué incrédula y desconfiada resulta la gente de Burgos!), los medios de comunicación –incluidos aquellos de los que el empresario es propietario— nos recuerdan que los ciudadanos somos vándalos y que destrozamos el mobiliario urbano. Tal vez no se den cuenta, porque no interesa, que no nos queda otra que el pataleo y no queremos ser figurantes de una película que dirigen otros. Y mucho me temo que es sólo el principio, y que ya andan pensando en el remake de Plácido, ahora que la televisión pública ha puesto tan de moda la caridad.