La historia se repite aunque, por suerte, en menor dimensión que en 1983, cuando Ruiz-Mateos puso en jaque a todo el sistema financiero y fue expropiado, con grave daño para las arcas públicas. Parece inverosímil que este histriónico personaje haya vuelto a engañar a los miles de inversionistas que le han confiado de nuevo sus ahorros, a pesar de la fama que le persigue por sus hazañas pasadas, sin ofrecer ninguna garantía efectiva y tras los numerosos y explícitos avisos cautelares de la CNMV. Sin duda que las altas rentabilidades comprometidas por el conglomerado NUEVA RUMASA, muy superiores a las usuales en el mercado e incurriendo muy posiblemente en prácticas conocidas como “piramidales”, han servido de señuelo para ejecutar sus nuevas operaciones defraudatorias, ahorros para cuya recuperación los perjudicados se verán obligados a entablar lentos y costosos procesos judiciales, verosímilmente a riesgo de que los activos disponibles no sean suficientes para resarcirles, a pesar de las jeremiadas místico-religiosas de este profesional del engaño.

Enseguida surgirán quienes acusen a la Administración de negligencia (el Estado siempre es solvente), como ocurriera con AFINSA o con FORUM FILATELICO, para intentar trabar responsabilidades directas o subsidiarias imposibles, a costa de los contribuyentes. No obstante, se echan en falta mecanismos eficaces de vigilancia y control sobre cualesquiera operaciones de captación de capitales, que no pueden quedar a merced de los desaprensivos que se benefician de la ingenuidad o de la ignorancia ajena. Nada justificaría un liberalismo tan extremo que permitiera convertir el mercado en ley de la selva dominada por los más desaprensivos, en desigualdad de trato con quienes cumplen las leyes y respetan las reglas del juego limpio, de la buena fe y de la honestidad en el mundo de los negocios. A la vista de lo ocurrido y a reserva de las trapacerías que todavía queden por descubrir en NUEVA RUMASA, ante la inexistencia de prevenciones que hubieran evitado o atenuado el daño, en este caso como en otros, para el futuro solo cabe exigir que la Ley establezca otros mecanismos de vigilancia y control en la captación de capitales y que se castiguen ejemplarmente prácticas tan antisociales como las descubiertas ahora a estos tramposos compulsivos.