Película sobre la política italiana que vale perfectamente para cualquier otra democracia europea. Con estructura de comedia nos describe el cansancio, agotamiento y hastío de un profesional de la política. Enrico Oliveri, secretario del principal partido de la oposición, que tras perder apoyos entra en crisis. No quiere pertenecer a ese circo mediático y cruel que se sustenta en la hipocresía y la mentira. Donde es más importante parecer que ser. Tras ser duramente criticado en un mitin, abandona sus compromisos y responsabilidades y se refugia en Francia, en casa de una amiga. Su ayudante, intenta salir del apuro sustituyéndolo por su hermano gemelo, un enfermo bipolar recién salido del psiquiátrico.
El experimento resulta ser un acierto, porque el electorado recupera la confianza en (el falso) Enrico. Este éxito del intercambio de hermanos gemelos dibuja sin duda una situación cómica, con leve apunte de reflexión política que se queda muy corto y totalmente alejado de una crítica mordaz como requiere la situación. Si la decadencia de la clase política queda más que contrastrada en la historia y en su puesta en escena, tampoco desmerece la imagen de la ciudadanía como sujeto fácilmente manipulable, acomodaticio y sugestionable por tópicos enunciados , eso sí, con mucha pasión. Probablemente, en esta ocasión, “la locura lo cura todo”. La falta de ilusión, de perspectivas e incluso las ganas de seguir adelante en la vida.
La fotografía, de unos políticos descreídos, que no se creen lo que les escriben y luego interpretan ante las tetelevisiones, es más que creíble. Vincular esta falta de convición en sus propias propuestas a su incapacidad para convencer a sus conciudadanos, es una constatación empírica, que claramente se logra transmitir a lo largo de toda la cinta.
El espectáculo logra entretener y divertir, sátira inteligente que despliega con elegancia Toni Servillo que maneja estupendamente la personalidad tan distinta de los dos personajes que integran una única realidad. Desde la observación de la realidad nos retrata sutilmente una farsa, nada alejada de nuestras actuales sociedades. Y logra desde una sonrisa amable y delicada, sin caer en sentimentalismos fáciles, un resultado más que satisfactorio.