Antes de explicar tales brutales afirmaciones quiero contar una anécdota vivida. Eran tiempos de exilio y llegó desde Madrid a Toulouse un estudiante que salía de la cárcel y no deseaba volver a ella. En la ciudad francesa tuvo que trabajar de pico y palo y en el tajo dio con un minero asturiano que también allí había buscado refugio. En sus conversaciones laborales le extrañó la pertinencia de lo que decía el asturiano y le incitó a escribir en la prensa exiliada para divulgar sus ideas. Pero cuando terminó su jornada, molido de dolores por el duro ejercicio de la pala, le confesó: entiendo por qué no escribes cuando llegas a casa. El cansancio puede más que las buenas disposiciones.

Con este hecho quiero señalar que difícil es juntar trabajo diario y responsabilidad política. Más aun cuando se ejerce de diputado, función destinada a velar a diario por los intereses de quienes le han elegido a uno. La señora Cospedal ha decidido que la remuneración de los diputados sólo considerara las horas pasadas en el interior del Parlamento de Castilla la Mancha en funciones estrictamente reglamentadas. ¿Será porque estima que fuera de ese horario el parlamentario no se ocupa ni de conectar con sus electores, con su pueblo, de escuchar sus dolencias, vivir sus problemas, de estudiar los informes, las proposiciones, de buscar soluciones…? ¿Será porque estime que el obrero manual cuando llegué a su casa después de su jornada está en plena disposición de sus capacidades intelectuales y físicas para empezar otra jornada, política ésta? ¿Será porque piense que el médico después de atender durante ocho horas a enfermos y urgencias está fresco y listo para atacar los problemas tan urgentes y esenciales de la población? ¿Será porque esté segura que el docente puede al salir del colegio apartar la corrección de los deberes de los alumnos y la preparación de sus cursos para irse de reunión con sus conciudadanos? ¿Será porque crea que el campesino después de labrar su tierra o ordeñar sus vacas puede al anochecer recorrer las fincas para conectar con sus compañeros de labores? ¿O sólo será porque piense que el rentista, el jubilado, el millonario, son los únicos que pueden y deben asumir la representación autonómica, porque son los que tienen tiempo para satisfacer a las exigencias de la representación parlamentaria? Me inclino a pensar que la última supuesta es la exacta. La señora Cospedal quiere volver a un sistema censitario en la representación política, porque nadie puede creerse que la economía así conseguida resuelva en lo más mínimo los problemas presupuestarios de la Comunidad. Lo que desea finalmente es que solo los que estén en situación económica bastante boyante puedan aspirar a ser diputado. Quiere invertir el tema de las incompatibilidades: quien no tiene una situación económica boyante no debe aspirar a ser diputado.

También cabe señalar la opción populista que tal medida supone, por coincidir con la desconfianza cada día más fuerte hacia lo político, urgiendo en ella al afirmar que la única dedicación política se desarrolla entre los muros del Parlamento, es decir pocas horas. Desde luego no es así que se puede invertir esta fatal tendencia. Como siempre el PP opta por soluciones regresivas y parece añorar los tiempos de la Restauración.

El tema es gravísimo. El peligro para la democracia es evidente y cabe señalar la tibieza de la reacción de la oposición a tal situación. No solo la protesta, que existió y existe, es insuficiente, sino que faltan proposiciones alternativas al problema de la función del representante político. La oposición debe retomar la iniciativa resolviendo en favor de la conexión directa entre el candidato y sus electores, los derechos y deberes del diputado, la dedicación exclusiva del elegido a un cargo de representación política y la limitación de mandatos.