Resulta difícil contraponer la razón a los sentimientos, pero es preciso hacerlo. Por lealtad y para superar el engaño mayúsculo que se está viviendo en Cataluña y que la aboca a un callejón sin salida, con consecuencias catastróficas para sus ciudadanos. Con toda normalidad, dentro de la situación de excepcionalidad a la que hemos llegado, hay que volver a repetir que la independencia de Cataluña es una quimera, y no se va a producir, porque nuestro Estado de Derecho, nuestra democracia tiene herramientas para evitarlo, y las utilizará si llega el caso de una ruptura de la legalidad. Y aquí, todos juntos, sin mirar por el retrovisor de unas elecciones generales que están muy próximas.

También hay que decir, con la misma serenidad, primero que el inmovilismo lleva al desastre; y segundo, que nuestra democracia tiene que evolucionar como lo ha hecho la sociedad española en todos estos años. Y por tanto, respetando los mecanismos de reforma que nos dimos en la Constitución, debemos desacralizar nuestra Constitución y acordar, mediante el diálogo, su reforma hacia un Estado Federal con los mismos derechos y obligaciones para todos los ciudadanos, y con el blindaje de los derechos básicos de ciudadanía. Una reforma, que para su ratificación será sometida a votación en toda España.

Muchas personas, de dentro y fuera de Cataluña, se preguntan cómo hemos podido llegar a este delirio secesionista, que ya ha roto mucho y romperá más en forma de frustración tras el engaño. Otras, se lamentan de la ruptura de la convivencia en las calles, en una sociedad que siempre se caracterizó por su hospitalidad, modernidad e inclusión. E, incluso los hay que hacen sesudos análisis de cuando comenzó y porqué todo esto.

Pero la realidad, es que a pocos días para la celebración de las elecciones autonómicas en Cataluña, nos encontramos ante el mayor ataque al sistema democrático en España desde el intento de golpe de Estado del año 1981. No hay tanques en las calles, pero el fin último es romper la legalidad democrática. Los secesionistas llevan a una sociedad al precipicio de la división, la desigualdad y la pobreza, para intentar ocultar lo que es un clamor, cuando se pregunta a los ciudadanos en encuestas como el Preelectoral de Cataluña realizado por el CIS:

  • Que un 30,7 por ciento de los catalanes piensa que la situación general de Cataluña es mala o muy mala, y un 44,3 por ciento que es regular.
  • Que un 41,6 por ciento de los catalanes consideran mala o muy mala la gestión realizada por el president Artur Mas, al frente de la Generalitat de Cataluña.
  • Que de los problemas más importantes que los ciudadanos ven en Cataluña, el primero es el paro para un 50,2 por ciento; el segundo, el autogobierno/independencia para un 13,9 por ciento; el tercero, la financiación/pacto fiscal/ autonomía fiscal, para un 12,5 por ciento; el cuarto la corrupción y el fraude, para un 12,4 por ciento; y el quinto los problemas económicos, para un 10,2 por ciento.
  • Que el 42,1 por ciento de los catalanes se siente tan español como catalán y un 21,6 por ciento se siente únicamente catalán.
  • Que un 56,7 por ciento de los catalanes no se considera nacionalista catalán frente a un 41,3 por ciento que sí.

Y además, en esta vorágine identitaria hacia ninguna parte, quien por ley prometió cumplir y hacer cumplir la legalidad, se permite seguir ahondando en la división y pide que se haga un corte de manga a quienes no opinan como ellos y advierten de las consecuencias.

Se pueden subir mucho los decibelios para que nadie escuche la verdad, también su verdad. Pero sea cual sea el resultado incierto del domingo, un parlamento autonómico no puede declarar unilateralmente la independencia. Pero lo que sí puede es generar más frustración y ruptura social y de la convivencia en unos ciudadanos que necesitan seguridades frente a las incertidumbres, y bienestar frente a los recortes.

Es muy evidente el juego del gato y el ratón de los secesionistas, pero también es visible la realidad, aunque quieran cambiar el significado de las palabras. Como ha señalado Jean-Claude Juncker, Presidente de la Comisión Europea, “la determinación del territorio de un Estado miembro está únicamente establecida por el derecho constitucional nacional, y no por una decisión de un Parlamento autonómico contraria a la Constitución de dicho Estado”. No caben pues, interpretaciones mentirosas de los secesionistas donde dicen que Europa es práctica. Práctica será, pero también legal, y la pesadilla les llevaría, de consumarse, fuera de la Unión Europea y el euro, además de ser imposible mantener la calidad de vida de sus ciudadanos y sus servicios públicos.

El diccionario de la Real Academia Española, define en su acepción cuarta la palabra resaca como “efecto o serie de consecuencias que produce algún acontecimiento o situación”. El lunes habrá resaca en Cataluña. Pero también, responsabilidad, diálogo y cumplimiento de la ley para seguir construyendo entre todos una democracia mejor.

Ese es el camino.