Es normal que los acontecimientos nacionales e internacionales influyan en el ánimo y voluntad electoral, porque son parte de la decisión. Pero creo que estamos viviendo una larguísima precampaña orquestada, desde hace mucho tiempo, bajo la batuta de los tanques mediáticos que describe José María Izquierdo.
La estrategia es anular cualquier acción o gestión municipal; el escenario es intoxicar con humo para no percibir con claridad; el objetivo único consiste en derrocar a Zapatero. Pero el objetivo se diluye porque Zapatero ya no se presenta. Aunque para el PP no hay problema; ya hemos visto como Rubalcaba se ha convertido en el más malísimo de los socialistas, y con la misma naturalidad, se acoplará el objetivo cuando se sepa el próximo candidato del PSOE. El PP no tiene ningún problema pues sus estrategias son de manual (lo que no significa que sean aceptables).
Respecto a crear un escenario intoxicado, podemos ver lo que nos cuesta discernir lo correcto de lo incorrecto, lo moral de lo inmoral, lo real de la mentira. Es normal, correcto, moral y real que la crisis económica incida en el voto, que afecte el desempleo, que la sensación de no salir del agujero todavía esté presente, que muchas familias vivan una situación doliente y preocupante. Pero que cuando sale el sol o llueve la culpa sea de Zapatero llega a causar ridículo.
Iniciamos la campaña hablando de todo, menos de municipales: las presiones ambientales sobre el controvertido y difícil tema de Bildu; el asesinato de Bin Laden y los dilemas morales que nos plantea; el rescate de Portugal; y, por supuesto, la crisis económica. Será muy difícil para los candidatos a alcalde que se hable de los logros y de los retos de pueblos y ciudades; bien lo sabe el PSOE que por eso apunta su campaña electoral a bajar al terreno, a la realidad de lo que se vota en estas elecciones. Mientras que el PP pasa por encima de la gestión municipal y autonómica, para no reconocer ni un solo euro de los enviados por Zapatero a cada uno de los pueblos de España, y para no dar cuenta de sus corruptelas e imputados como el gravísimo caso de la Comunidad Valenciana. El PP busca un jaque mate al PSOE, pidiendo elecciones anticipadas si los resultados electorales del 22 de mayo son como predice el CIS.
Pero: ¡aún queda la campaña por hacer! Y, al final de la confusión, del ruido, de los intereses partidistas, de los mensajes extremos, de los mítines, del bombardeo electoral, queda el voto de los electores. El partido no termina hasta que no se pita el último minuto.
Y en ese quehacer, hay algunas cosas que me preocupan realmente: uno, que para conseguir un objetivo, todo sirva, que dé igual el método utilizado, que la mentira se cuente igual que la verdad, que perdamos memoria reciente y capacidad de reflexión; dos, que estamos deshilachando valores éticos importantes que sustentan la democracia por el extremismo demagógico, cuando se presiona a la justicia con el tema de Bildu, o cuando no hay ninguna coherencia entre lo que se dice y se hace, o cuando da igual estar imputado o no para ir en las listas, o cuando se zanja cualquier discusión diciendo “todos son iguales”; tres, el descrédito de los políticos pasa factura en la abstención y la desgana de los votantes que tienen más dudas que ilusión en participar el 22 de mayo.
De todos los análisis que habrá que realizar el 23 de mayo, hay uno decisivo para la salud democrática: ¿cuántos escaños representaría la abstención?