Mas allá de la forma en que se haya redactado como se quiere proteger los derechos de propiedad en Internet o la prevención de algunos delitos informáticos, el episodio nos ha servido para descubrir que Rodríguez Zapatero es un autoritario. Y la verdad es que, si no nos lo llega a decir Rajoy, mucha gente no se habría enterado.
Pero es verdad. No hay más que recordar algunos episodios para completar esa lista, ya larga, de gestos autoritarios a los que se refiere Rajoy. Sin ir mas lejos, obsérvese con la autoridad con la que, inmediatamente, acaba de modificar el texto del Anteproyecto de Ley que ha causado el chapuzón en el charco.
O la fijación de la fecha de entrada en vigor, en 2009, de la prestación complementaria a los desempleados que hubieran agotado su periodo de subsidio. O la designación de candidato a Alcalde de Madrid por el PSOE en 2007. O su renovación de los acuerdos económicos con la Iglesia que tanto apoya a su Gobierno en las manifestaciones callejeras. O la forma en que fijó a Maragall los límites del Estatut que estaba dispuesto a apoyar.
Es conocida la afición de Rodríguez Zapatero a la violencia, bien sea la de género o la que se practica, de manera profesional, en las guerras. En este capítulo hay que recordar como retiró a las tropas españolas de la misión humanitaria de Iraq, como militarizó el cuerpo de bomberos forestales o como nombró Ministra de Defensa a su colaboradora más marcial.
Incluso el propio Rodríguez Zapatero, temeroso de su propio carácter autoritario, como el Dr. Jeckyll de Mr. Hide, quiso atemperar sus instintos cuando prometió las reformas del Senado o de RTVE y encargaba el trabajo a comisiones ad hoc de sabios.
En todos esos gestos que Rodríguez Zapatero, en su borrachera de soberbia y en la exhibición de su despotismo, estaba dispuesto a hacernos creer que eran signos de tolerancia, de templanza, en definitiva de talante, Rajoy ha llegado a su raíz y nos ha descubierto el verdadero carácter de Bambi.
Claro que, a Rajoy, cualquiera le puede parecer un autoritario.
