Parece mentira que hace 10 años y 7 películas menos empezara la saga de Harry Potter, pero así es, el tiempo pasa para todos, y llegamos hoy a la conclusión de la saga del niño mago, hoy convertido en mozalbete capaz de enfrentarse, de una vez por todas, con el temido Lord Voldemort, que ya iba siendo hora. En cierto modo tras todo este tiempo y los millones de libros y DVDs vendidos la saga tenía un serio peligro de verse fagocitada por sí misma, de ser devorada entre tanta majestuosidad o trascendencia que se quería dar a sí misma. Al final ha sido bien conducida a puerto, sin perderse por el camino, aunque otra cosa será ver cómo la trata el tiempo.
Felizmente para sus esforzados productores llegamos al octavo episodio (recordemos que el séptimo libro lo han dividido en 2 películas, bien hecho) con una recaudación espectacular, alzándose con el bonito y efímero título de “película de mayor recaudación de la Historia en su primer fin de semana”: 168 millones de dólares en Estados Unidos, 307 millones en el resto del mundo, con una cifra total de infarto de 476 millones de dólares. Casi nada. Tras ir decayendo la recaudación de la saga hasta la 4ª entrega, ha ido remontando hasta este clímax, al menos financiero. De todos modos proponerse una saga de 8 películas y conseguirlo no deja de ser una proeza que merece reconocimiento.
¿Y después de todo este baile de cifras dónde queda el cine? Ateniendo a la película en sí podemos decir que es un más que digno final de saga. A los que le aburrían soberanamente las otras entregas del señor Potter que no se esperen grandes cambios porque esta “séptimoctava” entrega no llega para descubrir la pólvora. Tras “Las reliquias de la muerte 1” que ya comentamos, que destacaba por un tempo lento y comedido que, curiosamente, no aburría sino que descubría capas de los personajes hasta entonces no reveladas, ahora se pone toda la carne en el asador y asistimos a la batalla final entre los partidarios de Voldemort y los defensores del castillo de Hogwarts, con Potter a la cabeza de paladín. Una batalla bien llevada donde se masca la tensión previa y donde después asistimos a un recital de efectos muy bien resueltos y con una cámara que felizmente no marea. Eso sí, absténganse de ir a verla en 3D porque no se aporta nada (para variar).
Esta necesidad de espectáculo climático hace que los personajes no tengan mayor importancia, pues ya les hemos visto y oído y nos los conocemos de sobra. De entre todos el estupendo Alan Rickman en su papel del ambivalente Severus Snape hace quizás la aparición más destacada, sabiendo a poco las revelaciones de su personaje, que quizás debería haber tenido un poco más de protagonismo. Del trío protagonista poca evolución podemos tener ya: Daniel Radcliffe sigue mostrando un pasmoso estatismo que no ha sabido quitarse de encima (poniendo esos ojos de cervatillo a punto de ser atropellado), Rupert Grint se contiene un poco en su papel casi siempre un tanto nervioso, y Emma Watson demuestra una vez más que es la que parece que tiene más papeletas de todos para seguir en esto de la interpretación.
Quizás en todo este tiempo, en prácticamente todas las películas de la saga, y de nuevo presente en esta parte, queda la frustrante sensación de que si no se es lector de los libros no se entienden muchas de las motivaciones y propósitos de gran parte de los personajes. Por ejemplo, ¿en concreto qué busca Voldemort y sus allegados, aparte de no dejar piedra sobre piedra y tener una fijación enfermiza con Potter? Ni se menciona, pero parece ni importar. En toda adaptación de un libro a película siempre se tienen que dejar fuera detalles, pero, por poner un ejemplo en el terreno de lo fantástico, la adaptación de Peter Jackson de la trilogía de “El Señor de los Anillos” no dejaba fuera ningún detalle esencial, y cualquiera podía ver sus películas sin tener que leer una sola página de los libros para entenderlo.
Con todo ha sido ésta una estimable saga de fantasía que alcanza un final muy digno, entretenido, ligeramente emocionante, donde quizás se puede echar de menos cierta sorpresa, pero es que a estas alturas de la historia tampoco se podían pegar quiebros bruscos a una travesía que requería un final coherente con todo lo que ya se había contado. Eso sí, quizás en simplemente 5 películas se podría haber contado lo mismo que en estas 8, pero claro, habría menos negocio entonces.
Lo mejor: El adecuado equilibrio entre espectáculo e intimismo que cierra la saga con un broche notable.
Lo peor: Sin duda el doblaje de Ralph Fiennes – Voldemort, que bordea el ridículo y se carga en parte su interpretación.