En los debates sobre la reforma de nuestro sistema electoral, que de manera recurrente surgen en la vida política nacional, aparecen cuestiones como la equidad electoral, la proporcionalidad, capacidad del sistema para lograr estabilidad gubernamental, articulación electoral de los españoles residentes en el extranjero, características de las listas, etc. Con frecuencia, en relación con estos y otros aspectos de nuestro sistema electoral, se suelen resaltar las virtudes de una medida y al mismo tiempo se ignorar algunas de sus consecuencias y defectos, lo cual, de realizarse lo que se propone, con frecuencia de forma arbitrista, podría generar inicialmente ilusión y esperanza, pero también una fuerte decepción y frustración posteriores.

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