El proyecto europeo de integración, del que el euro es una pieza fundamental, se encuentra en una encrucijada existencial. Su crisis y las políticas que se han aplicado para superarla tienen graves consecuencias para el futuro de Europa y su papel en el mundo.

Es ya evidente que las políticas de consolidación fiscal simultáneas y aceleradas impuestas por Alemania y la Comisión Europea han debilitado más que fortalecido a las economías de la eurozona. Y que el euro no ha conseguido dos de sus mas importantes objetivos: hacer converger las economías de los países que lo habían adoptado como moneda y preparar el camino para la unión política. En realidad, nunca las economías europeas habían divergido tanto como ahora. Y se ha creado una nueva división de Europa entre unos países centrales, el llamado Club Báltico, que han sorteado la crisis y tienen que venir en ayuda de los países periféricos, el Club Mediterráneo más Irlanda, a cambio de condiciones de ajuste que han provocado una profunda recesión y una creciente y peligrosa erosión social.

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