Steven Spielberg (ahorramos presentaciones)
vuelve a la carga, y nunca mejor dicho, con una
película que en mi opinión recupera al mejor
Spielberg, el épico y aventurero, tanto en la
técnica de las grandes batallas como en el mano
a mano más sensible de los primeros planos de
los protagonistas.
Spielberg, prolífico e inquieto, gusta de manejar
diversos materiales, pero no siempre logrando el
resultado deseado. Quizás su última gran
película haya sido “Munich”, aunque por su
tempo interno (y su tema) ni mucho menos fue
un éxito de masas. En la última década ha
dejado grandes películas pero que en ciertos
momentos fallaba, flojeaba, no sabía bien cómo
sacar adelante el ritmo de la película sin decaer
(aunque técnicamente siempre ha sido un fuera
de serie). Quizás la película a la que más le
pasó esto fue “La guerra de los mundos”, donde
un soberbio y emocionante arranque no
conseguía que la película se fuera apagando a
cada escena que pasaba.
Parece que éste no es el caso. “Caballo de
batalla” es un relato épico ambientado en la I
Guerra Mundial, donde un joven debe separarse
del caballo que prácticamente ha criado, y
donde veremos en paralelo las diversas
aventuras que les suceden a ambos. Dicho lo cual no es una “almibarada” cinta tipo perrita Lassie,
Spielberg nos pone los pelos de punta con algunas escenas terribles de la guerra. Pero a la vez, y
ahí está su maestría, sabe cambiar en un momento a un tono más dulce o incluso humorístico (el
comienzo de la escena del caballo en tierra de nadie es una muestra de ello, su resolución entre
el soldado inglés y el alemán me parece un clásico moderno incuestionable).
El manejo del caballo protagonista es sencillamente espectacular: llena la pantalla como un
intérprete más. Pero además del caballo grandes intérpretes (humanos) participan en la película.
El joven protagonista, Jeremy Irvine, por momentos nos recuerda a un muy joven Harrison Ford
(habría sido mucho mejor hijo de Indy que el soso de Shia LaBeouf), Peter Mullan y Emily Watson
nos emocionan sobremanera como los abnegados padres, Tom Hiddleston y Benedict
Cumberbatch (el nuevo Sherlock Holmes de la serie de la BBC) bordan los oficiales ingleses, y la
jovencísima Celine Buckens también nos roba la atención en su parte del relato con un aura de
estrella clásica, al estilo de Judy Garland.
Considero que es un film épico y emocionante, muy bien rodado en su preciosismo, con un aroma
propio de ese cine clásico que se nota Spielberg ama profundamente (retazos de Ford, el final
calcado a “Lo que el viento se llevó”, …). Habrá gente que la atacará abiertamente como
“sensiblera”, pero francamente, creo que hay otras muchas películas donde se puede decir eso, y
ésta no lo es.
En cierto momento, donde un travelling vertiginoso sigue al caballo a través de las trincheras,
recuperamos el pulso de grandes momentos del cine como “La última cruzada”, y eso para un
amante del cine es fabuloso disfrutarlo en una butaca. La fotografía de Janusz Kaminski, la
música de John Williams, el montaje… no podemos considerar a este película como una película
menor por muchos motivos. Spielberg sigue en forma, afortunadamente.