Después del proceso de democratización que se produjo en España a partir de 1977, en la Universidad se abrió un período de expectativas positivas. El viejo modelo de universidad elitista y condicionada políticamente ya había empezado a ser cuestionado por la dinámica de evolución de la sociedad española y todo parecía indicar que en aquel horizonte la vieja Universidad alcanzaría renovadas potencialidades. De hecho, las nuevas orientaciones posibilitaron la liberalización, la racionalización de los procesos, el aumento de las becas y el acceso a las aulas de muchas personas de distinta procedencia social, hasta el punto que el número de estudiantes universitarios en España se aproximó a la cifra de millón y medio, con una fuerte presencia de mujeres, superando la proporción de varones.

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