Cualquier observador de los procesos electorales percibe si una candidatura está esforzándose por llegar al máximo número de electores o, por el contrario, cae en la tentación que llamaríamos autista, es decir, dar preferencia a las propias e íntimas convicciones aún a costa de no ser entendidas ni apoyadas por la mayoría de los electores. El Partido Popular y su Presidente parecen haber elegido la segunda opción, esto es, enrocarse en sus convicciones más íntimas (y quizá más queridas) a sabiendas de que una gran parte del electorado no les va a seguir. Por eso creo que Pablo Casado tiene vocación de perdedor.
¿En qué puntos o materias Pablo Casado actúa más con convicciones íntimas que con sentido de realidad? Principalmente en la desaforada descalificación de las últimas actuaciones del Gobierno del Presidente Sánchez. El problema de Casado es que ha optado por unas descalificaciones tan brutales (Sánchez prefiere las manos manchadas de sangre o, como decía El Mundo del 6 de abril, aprueba “Decretos Bildu”) que, además de reportarle pocos beneficios electorales, le sitúan fuera del marco constitucional.
Comprendo que afirmar que Casado se sitúa fuera del marco constitucional es una afirmación muy grave pero a poco que se piense se verá que quizá no voy errado. La democracia se fundamenta, desde la Revolución estadounidense, en crear un marco en donde actúan fuerzas políticas diferentes y opuestas y que se reconocen como integrantes del sistema político, como elementos estructurales y necesarios de ese sistema político (lo que el constitucionalista italiano Costantino Mortati denominaba “Constitución material”). La democracia española iniciada el 15 de junio de 1977 y asentada definitivamente con la Constitución tiene entre otros elementos estructurales un conjunto de partidos (PSOE, Partido Popular, PNV, más recientemente Ciudadanos y Podemos, etc.) que se reconocen como adversarios pero también como partícipes del sistema político. Pero el mensaje de Casado y de sus aliados mediáticos que vincula al PSOE con ETA y con el terrorismo no sólo es perverso e inmoral sino, sobre todo, pretende subliminalmente sacar al PSOE del sistema político al situarlo en el mismo nivel que la desaparecida ETA. Ahora bien, como el PSOE es un elemento fundamental del sistema político, del que no se le puede desalojar, hay que llegar a la conclusión de que es el Partido Popular el que se pone fuera de la democracia porque no acepta un pilar de esa democracia.
Es curioso, además, que Casado y su partido no actúen de la misma manera con Vox. No es que Vox sea, por lo que sabemos hoy, terrorista pero sí está al borde del sistema político. Pero Casado no ha tenido inconveniente en pactar con ese partido en Andalucía.
Las descalificaciones inmorales de Casado y su prensa no suponen el menor desgaste político y electoral para el PSOE (más bien al contrario, lo refuerzan en la medida en que desgastan al PP) pero lanzan un mensaje doblemente preocupante:
- ¿en qué tipo de partido se ha convertido el PP de Casado que quiere desalojar a su principal adversario fuera del marco constitucional?, y
- ¿qué modelo político tiene Casado cuando pacta con un partido fascista y pretende desalojar del sistema al PSOE? ¿Acaso se sitúa ya fuera del modelo constitucional de 1978, como los independentistas catalanes?
Por eso hemos de llegar a la conclusión de que Casado no tiene vocación de ganador. Por sus convicciones ultrarreaccionarias quiere mutar su partido en un partido que se sitúe fuera del marco constitucional porque sólo extramuros de la Constitución se puede deslegitimar al PSOE como hace Casado. Quizá lo consiga pero no ganará las elecciones ni gobernará.