¡Qué tiempos vivimos! Vaya por delante mi desacuerdo con este término del todo peyorativo y que recuerda a un tiempo pasado muy desfasado. Pero, ¿es tan escandaloso cuando el propio afectado no le ha dado la menor importancia? Da la sensación de estar ante un hermano pequeño que se chiva a sus padres de que su hermano mayor ha dicho una palabrota. ¿Con qué fin? Conseguir que sus padres le castiguen y él sea el hermano bueno.
Lo dramático es que esto sale de las cloacas, de alguien que pretende echar un pulso al Estado, y con ello condicionar su futuro procesal para conseguir la libertad. Pero la estrategia de las cloacas tiene amplificadores en los medios y, sobre todo, en los partidos políticos con vocación de Estado, o eso afirman que son.
Cuando no interesa que se conozcan las medidas, las decisiones o las actuaciones que está llevando a cabo el gobierno hay que ensuciar, enturbiarlo todo, y si para eso es necesario bajar a las cloacas, pues se hace, y si hay que usar grabaciones privadas, ilegales, sin consentimiento, de hace más de 9 años, pues se hace. ¿Qué importa? Todo vale para intentar enturbiar el Gobierno de Pedro Sánchez, convirtiendo la política en una especie de “sálvame” donde lo de menos es la gestión política que se esté llevando a cabo, lo destacado es si alguien llama “maricón” a un compañero, aunque el afectado le reste importancia.
La verdad es que, como decía al principio, ¡qué tiempos vivimos! No se entiende nada. La prueba del blanco nuclear o del algodón, si se prefiere, al que están sometiendo al Gobierno es insoportable, igual de insoportable que es oír a algunos cargos públicos de otras etapas pidiendo ciertas dimisiones y explicaciones que jamás dieron o exigieron entre los suyos. Si no fuera todo tan triste sería para reírse.
Visto desde fuera, da la sensación de que hay personas, personajes o ciertos poderes a los que no les gusta nada que las cosas cambien para bien, que no les gusta que Pedro Sánchez haya formado un Gobierno competente, heterogéneo y, sobre todo, con perfiles muy solventes en las áreas que dirigen. ¡Qué osado Pedro Sánchez! ¿Cómo se le ocurre poner a una personalidad como Pedro Duque al frente del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, a Nadia Calviño en Economía o a Josep Borrell al frente de la cartera de Exteriores? ¡Qué osado!
Lo cierto es que se puede llegar a pensar, y desde mi punto de vista este es uno de los elementos esenciales de este acoso total al actual Consejo de Ministros, que “esto no puede volver a ocurrir”, y para ello qué mejor forma de que esto no ocurra que haciendo de la política un lodazal, lleno de barro, en el que aquellos que tengan un mínimo de prestigio no se atrevan a entrar.
Esta es la vieja y manida teoría de la derecha, la política sólo para unos pocos, aquellos que se quieren dedicar profesionalmente a ella, donde sobran los que tienen mucho que aportar por su trayectoria profesional. La política suele ser arisca con esta gente, que gana más en su ámbito que en primera línea de la política. Si a esto le unimos que puede hundirte tu imagen y tu prestigio, dejaremos la política para gente que no destaque en su campo. Es lo que parece que pretenden algunos políticos y sus medios comparsas.
Ha llegado el momento de que la oposición se convierta, con los hechos, en Partidos de Estado, y se dedique a hacer oposición, que se centren en opinar, criticar y dar alternativas a aquellas medidas, acciones o políticas que el gobierno esté llevando a cabo.