Si los seres humanos fuésemos racionales no harían falta psicólogos ni sociólogos. Con un puñado de expertos en lógica formal ya estaríamos servidos. Punto final a las ciencias sociales. Hola al aburrimiento. Pero no es así. Somos una mezcla salvaje de etología, sentimientos, intereses personales, temores y esperanzas empaquetados en un envoltorio de motivos y razones. Y esa realidad tiene sus consecuentes. Una herida, un perplejidad, no la curan mil argumentos o giros de guion. Y esto va en bola de nieve. Sin pasado hay un mundo de futuros pero en política, como en la vida, ese poder ser cualquier cosa dura muy poco. Así se van cerrando futuros sin posibilidad de recomencemos.

El partido Ciudadanos es un ejemplo como tantos otros. Las segundas elecciones del año ya tenían la mochila de la primera. De lo que se hizo y lo que no. Era lo mismo pero no igual dado que, con carácter general, los errores no se pueden corregir. Ya sea tachadura, borradura o “blanco de España”, todo deja huella. Incluso no hacer. Cada paso cuenta dado que aleja o acerca y ninguno es trivial al no poder ser desandado. Usted se preguntará, y con razón, ¿de qué está hablando? Pues eso, de las elecciones autonómicas de Madrid. Y de la inevitabilidad de la flecha del tiempo.

El tiempo enseña, y entre otras cosas, que el consejo no pedido es un trabajo perdido. Generalmente dado que quién recibe el consejo por lo general no sabía que tenía un problema. Y así, pues claro. Enviar en el mismo paquete el problema y una solución como que no. No importa los afectos, dar consejos es una tarea onanista: una satisfacción a la propia conciencia pero raro es (nunca lo vi) que nada más. Como decía Hemingway, en España solo se cree en lo que se paga. Ya sea religión, medicina o, en caso de Ernest, consejo político en medio de una guerra. ¿Y Madrid? Todas las campanadas de Ayuso doblan por la democracia mientras ensancha la base social de la derecha.

Hay un error de concepto. Nada saben los españoles de determinada edad del hambre, las miserias, cárceles y fusilamientos de los años 40. Pregunte cuando terminaron las cartillas de racionamiento de alimentos en España. Oficialmente en mayo de 1952. El franquismo nunca rindió cuentas de nada. Para eso estaban como dios. Los que lo vivieron decidieron no contar penas a sus hijos. Nadie quiere recordar humillaciones. Ahora estamos en los lodos de aquellos llantos y silencios, en la paradoja de fachas descarados que vuelven de las sombras al amparo del olvido. Y les votan los hijos y nietos de los que sufrieron la dictadura; alerta fascista no significa nada pues nada significaron los que con dolor la padecieron. Y sí, continúo hablando de Madrid.