Las estructuras y dinámicas demográficas están coligadas con las sociedades de las que forman parte. A diferencia de otros periodos históricos, la globalización ha supuesto una continua y mayor interdependencia en este campo, máxime tras la vivencia, a nivel planetario, de la pandemia de la COVID-19.

Tres son las principales pautas demográficas derivadas de tan letal virus en nuestro país: la disminución de la esperanza media de vida, la bajada de las tasas fecundidad y la reducción de los flujos migratorios.

En lo que a la esperanza media de vida se refiere, las informaciones de los países de la Unión Europea relativos a 2020 rompen la tendencia de las últimas décadas, ha significado un retroceso que nos sitúa en niveles del año 2013 (varones) y del 2010 (mujeres). Si comparamos la situación con el trienio 2017-2019 se observa una merma de casi un año de vida media en ambos sexos (1,3 respecto a 2019). España, Bulgaria, Rumanía, Letonia y Polonia han sido los más más afectados, a diferencia de Italia (1,2 años), Francia (0,7) y Alemania (0,2).

Por edades fueron los ancianos los más involucrados, observándose una caída de la expectativa de vida a los 65, si se compara con el trienio 2017-2019 (de un 4,8% entre los varones y un 3,5% entre las mujeres). Las enfermedades infecciosas, incluyendo la COVID-19 virus identificado y la COVID-19 virus no identificado (sospechoso), fueron la tercera causa de muerte contabilizando el 16,4% sobre el total (80.796 personas) (con un incremento respecto al año 2019 del 1.220,4%). En general, las muertes por todas las causas se produjeron, fundamentalmente, entre las personas de 70 a 79 años (de 75.704 en 2019 a 91.191 en 2020) y entre las de 80 y más (de 260.116 en 2019 a 310.869 en 2020)[1].

Fueron la Comunidad de Madrid (con una reducción media de vida de 2,7 años entre los hombres y de 2 entre las mujeres), seguida de Castilla-La Mancha, Castilla y León y Cataluña las zonas geográficas peor paradas. En el otro extremo revelar las Baleares, las Canarias y Galicia.

En cuanto a la fecundidad, a partir del año 2009, en nuestro país, se inicia la disminución del número de nacimientos a un ritmo anual del 3%. En 2019 nacieron algo menos de 360.000 personas, unas 160.000 menos que en 2008, fecha en la que se superó el medio millón. Entre las razones que lo explican: la disminución de la población femenina en edad fértil (1,3 millones de personas) y una fecundidad baja y tardía (por debajo de los 2,1 hijos por mujer).

A lo anterior añadir el impacto que ha tenido la COVID-19. Según el INE si en 2018 los nacimientos encumbraron los 372.777, en 2019 recalaron en 360.617, con una bajada notable en 2020: 341.315 y 336.811 en 2021. Comparando las tasas de fecundidad en 2015 y 2021 los datos son reveladores: de 1,33 hijos por mujer a 1,19. Se explica a tenor de la incertidumbre/temor que han ocasionado las derivaciones, en todos los órdenes, del virus SARS-CoV-2.

Muchos jóvenes se han visto imposibilitados en acceder al mundo laboral (algunos han vivido la crisis económica del 2018 y la pandémica), además la tasa de emancipación ha descendido y se han formado menos parejas. Según el Observatorio de la Emancipación la tasa de emancipación juvenil ha ido disminuyendo a lo largo del presente siglo y, actualmente, representa la más baja para este periodo. Por hacernos una idea de lo acontecido en los últimos lustros, si en 2012 ascendió a 23,60%, progresivamente fue decayendo hasta llegar al 20,64% en 2019, al 17,11% en 2020 y al 16,75% en 2022[2]. Asimismo, se han perdido empleos (aunque la tasa de desempleo juvenil en julio de 2022 permite ser optimistas: 26,9%, si se compara, por ejemplo, con agosto de 2021: 31,5%), en un contexto en marcado por el alto precio de la vivienda y de los alquileres.

Por último, revelar que la COVID-19 ha conllevado un decrecimiento de los flujos migratorios, tanto internos como externos. En 2020 se contrajeron a resultas del cierre de las fronteras, con especial significación de la migración irregular vía marítima. Según Eurostat el total de rechazados en frontera cayó a 3.515 casos en 2020, cuando en 2019 fueron 493.000 personas.

Por otro lado, según el INE, si las variaciones residenciales interiores en 2019 supusieron 1.649.351, en 2020 se instalaron en 1.519.606, recuperándose en 2021 hasta los 1.678.649 casos. Las variaciones residenciales exteriores se conformaron en la misma línea, desde los 873.842 ciudadanos en 2019, a los 523.618 en 2020, con una propensión al alza en 2021 (662.173).

La evolución de las tendencias demográficas detalladas en ese texto estarán ligadas al futuro del virus SARS-CoV-2 y de otras eventualidades similares que esperemos nunca nos agredan como civilización.

Finalizo estas líneas con unas palabras recientes emitidas desde la OMS, con el deseo de que hayamos aprendido el camino a seguir:

“Aunque la pandemia de COVID-19 ha mostrado la capacidad curativa de la ciencia, también ha puesto de manifiesto las desigualdades de nuestro mundo. La pandemia ha evidenciado deficiencias en todos los ámbitos de la sociedad y ha hecho patente la necesidad urgente de forjar sociedades del bienestar sostenibles y comprometidas con la consecución de una salud equitativa, tanto ahora como para las generaciones futuras, sin sobrepasar los límites ecológicos’’.

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[1] Véase, https://www.ine.es/dyngs/INEbase/es/operacion.htm?c=Estadistica_C&cid=1254736176780&menu=ultiDatos&idp=1254735573175

[2] Véase, https://www.observatorioemancipacion.org/la-emancipacion-juvenil-en-espana-datos-generales/