Según el Banco Mundial, por cada aumento de un punto porcentual en los precios de los alimentos, 10 millones de personas en todo el mundo entran en una situación de pobreza extrema. La pandemia de COVID-19, la guerra de Ucrania, el cambio climático, el incremento del precio de las materias primas, así como los innumerables conflictos que asolan el planeta, están afectando de manera persistente a cada vez más millones de personas en el mundo, en un momento donde se acumulan crisis, a cuál más grave.
Esta es la realidad en la que nos encontramos, y que ha llevado a las máximas autoridades del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas (PMA) y la Organización Mundial del Comercio (OMC) a realizar, el pasado día 13 de abril, un llamamiento a la comunidad internacional para que tomen medidas urgentes en aras de la seguridad alimentaria.
Se pide que se suministren alimentos de emergencia y apoyo financiero a hogares y países; facilitar el comercio sin trabas; invertir en la producción sostenible de alimentos y en la seguridad nutricional. Y realizar donaciones para atender necesidades urgentes de financiamiento. Y lo hacen por dos cuestiones básicas:
- “El marcado encarecimiento de los alimentos básicos y la escasez de la oferta ejercen más presión sobre los hogares en todo el mundo y están sumiendo en la pobreza a otros millones de personas. La amenaza es mayor para los países más pobres cuya gran proporción de su consumo corresponde a alimentos importados, pero la vulnerabilidad está aumentando rápidamente en los países de ingreso mediano, en los que vive la mayor parte de los habitantes pobres del mundo”.
- “El aumento de los precios de los alimentos y los shocks en la oferta pueden inducir tensiones sociales en muchos de los países afectados, en especial los que ya son frágiles y los afectados por conflictos”.
Cualquiera de los más de 7.753 millones de personas que habitan la Tierra desean que sus seres queridos no pasen hambre y cuenten con los alimentos necesarios para poder comer todos los días. Este loable deseo, que significa comer alimentos sanos y nutritivos, es un auténtico milagro para cientos de millones de personas que pasan hambre.
Concretamente, para una de cada nueve personas, que se encuentra subalimentada. Esto es, alrededor de 815 millones de seres humanos. Según Naciones Unidas, la pobre nutrición causa cerca de la mitad (45 por ciento) de las muertes en los niños menores de 5 años, 3.1 mil niños cada año, y 66 millones de niños en edad escolar primaria asisten a clases con hambre en los países en desarrollo.
Según la ONU, tras décadas de una disminución constante del hambre en el mundo, a partir de 2015 empezó un lento aumento. Que nos lleva a afirmar que el hambre extrema y la malnutrición continúan siendo un muro de muerte, difícil de franquear para alrededor de 815 millones de personas que actualmente pasan hambre, y para los 2.000 millones más que, según sus cálculos, estarán en esa situación en 2050, si no se realizan profundos cambios en el sistema agroalimentario mundial y en nuestros propios comportamientos.
¿Sabías que en el mundo se desperdician 931 millones de toneladas de alimentos cada año (el 17 por ciento del total de alimentos disponibles para los consumidores, según el Índice de desperdicio de alimentos 2021, publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA)?
¿Sabías que, si las mujeres agricultoras tuvieran el mismo acceso a los recursos que los hombres, la cantidad de personas que padecerían de hambre en el mundo se reduciría hasta en 150 millones?
¿Sabías que 4 mil millones de personas no tienen acceso a la electricidad y que en muchas zonas del mundo es una barrera fundamental para reducir el hambre y asegurar que el mundo pueda producir suficiente alimento para satisfacer la demanda futura?
Dentro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas (ODS), el número dos es, para el año 2030, poner fin al hambre y asegurar el acceso de todas las personas, en particular los pobres y las personas en situaciones vulnerables, incluidos los lactantes, a una alimentación sana, nutritiva y suficiente durante todo el año.
Para poner fin al hambre en el mundo en 2030, según Naciones Unidas, se necesitan, por término medio, unos 267.000 millones de dólares más al año. Puede parecer mucho, pero no lo es. Solo hace falta compromiso, porque dinero hay.
¿Sabías que la fortuna de los 83 rusos que están en la lista Forbes ha caído en un año en 264.000 millones de dólares? De los 584.000 millones de dólares que tenían en 2021 a 320.000 millones de dólares este año. O que las 607 personas chinas que hay en esa lista tienen 540.000 millones de dólares menos que hace un año, al pasar de 2,5 billones de dólares en 2021 a 1,96 billones de dólares este año.
Desgraciadamente no estamos yendo por el buen camino para conseguir este objetivo, y como humanidad debemos lograrlo. Tenemos que cambiar nuestros hábitos cotidianos para hacer más sostenible el planeta, debemos presionar más a nuestros gobernantes para que actúen permanentemente sobre las causas y conseguirlo.
Si hay alimentos suficientes en la Tierra para dar de comer a todos los seres humanos ¿Por qué no lo hacemos? ¿Por qué tantos millones de personas pasan hambre? No es cuestión de dinero, es cuestión de compromiso.
Debemos hacerlo.