Hoy sin lugar a duda es el aniversario de algo que hiciese o viviera la artista Cecilia. El qué no lo sé, pero ya le digo que cada día es aniversario para alguien de algo personal e íntimo. Cierto que está sepultado en la memoria o ya realmente enterrado en el olvido. Pero serlo lo es. Y así sucede con las cosas que no son pero están y al estar en cualquier momento suena su son.
Juan sin tierra en Inglaterra o la tierra sin Juan en Castilla y León. Los cambios que vienen serán duraderos, estructurales y determinantes. Tras la primera revuelta democrática que parte de la sociedad española inició en el año 2011 se levantaron diferentes banderas ideológicas (póngales nombre a elegir entre tantos) con la pretensión de agrupar y crear identidad política. ¿Qué es el pueblo si no está unido? Unido ni vencido ni convencido, pero anda y dale tú con el almirez a la sociedad del individualismo performativo, del consumo de segmentación cero. Reduce a polvo solidario décadas de capitalismo de ocio, consumo y consumo de ocio. No hubo aglutinante orgánico o inorgánico (ideología) que diese forma a aquello. Languidecía el tumulto político cuando en esa llegó Teruel. Ya antes estaban en Cataluña y País Vasco con el ¿qué hay de lo mío cariño “centralero”? Lo inesperado era la identidad “setaria” no sectaria. Identidades locales o provinciales fuertes que crecen como setas, con fácil arraigo en el humus cultural tradicional. “Si la cosa funciona” es el título de una película de Woody Allen. Es el lema de lo que viene.
Ya en lemas, “consecuencias” es el de John Wick. Si la cosa funciona, serán cada vez más los parajes que aspiraran a reinar y dejar de ser pajes. En esas consecuencias, la identidad territorial se visibilizará en una fuerte mezcla alquímica de irracionalidad (idiosincrasia) y racionalidad (va en nuestro propio interés) llevando la crisis a los partidos que operan sobre la base de la franquicia ideológica. La disyuntiva “ganadería o comunismo” es franquicia madrileña trashumante para un electorado bovino cada vez más menguante. Y es que en Castilla y León no toca “hablemos de Castilla y León” no sea que demos con que lo que ahí hay , y en el “demos” hay mucho ¡Ay!, es el balance de gestión de décadas de gobierno PP. Por eso a la derecha no le queda más que “hablemos de Madrid” en versión comunismo o ganadería. Y no dan para más (versión Germán Coppini) a menos que aparezca un alíen divino (que Aznar es de Madrid) y les haga soñar.
Entre tantas voces, escuchaba radiado al alcalde de Cádiz repetir el mismo mantra que está por venir: se necesita un partido andaluz por nuestro interés e identidad. La tierra y el trigo, la raíz y los frutos… será el futuro. Adiós a los parias de la tierra, bienvenida la tierra de parias.
Hace unos años, tampoco tantos, sucedió algo que parecía anecdótico y no lo era. En una de tantas vueltas de tuerca pasada de rosca sobre la identidad europea. En un documento no recuerdo si blanco, amarillo o de aquella color, Europa ya no terminaba en los Montes Urales. Europa era un concepto, una forma de ver la vida, una cultura de tal forma que en la práctica Europa no tenía fronteras. A nada que llevemos la paz y el desarrollo y la democracia como bandera, pasito a pasito Europa hará frontera con China. Los Estados Unidos de Europa (mirando a Rusia) en la misma lógica de la doctrina Monroe pero en segundas nupcias con el amigo americano. Me recuerdo pensando que “vaya toalla”, por lo que aquello se publicó después de estrenarse “Full Monty”. Y ahora Ucrania. Europa era el eufemismo de OTAN. Una Organización del Tratado del Atlántico Norte que, como Europa, ya es un concepto mental y llega a orillas del mediterráneo bañando Turquía, Grecia o Italia. Como no hay dos sin tres en estas Putin quiere también su Monroe, no todas van a ser Marilyn. En Ucrania al final quedará la duda de si a Marilyn la suicidaron o se mató.