Introducción.
Como todos los años, en el mes de enero abordamos las perspectivas y retos que, previsiblemente, van a enmarcar la dinámica del año, y las tendencias a medio plazo que definen algunos de los institutos o centros de investigación dedicados a la prospectiva ecosocial. Y, aunque son muchos los Informes que, desde distintos enfoques, perspectivas e intereses, afrontan los riesgos previsibles a medio-largo plazo, anualmente consideramos en esta sección The Global Risk[1] correspondiente que se elabora para las reuniones del Foro de Davos.
Informe que está siendo objeto de consideración, desde el 16 de enero de 2023, en la reunión anual del Foro Económico Mundial de Davos, en su 53ª edición, que reúne a líderes, presidentes de multinacionales, presidentes de gobierno, ministros y responsables de distintas áreas de la economía, las finanzas, el periodismo, etc. Reuniones que el Foro potencia, ya que son su principal base para incidir en los gobiernos, empresas y en la propia dinámica del planeta.
Esta edición del Foro aborda una situación global a la que hemos hecho referencia reiterada en estas páginas y que podemos caracterizar, básicamente, por un fuerte auge de la inflación, un riesgo creciente de recesión en el crecimiento del PIB, conflictos geopolíticos y limitaciones y encarecimiento del acceso a materias primas y productos intermedios, calentamiento global con el auge de desastres catastróficos, migraciones junto a tendencias al envejecimiento demográfico y a tensiones en el trabajo en el mundo desarrollado. Todo ello lleva a considerar que, al menos el futuro próximo, va a venir caracterizado por altos niveles de incertidumbre, fragilidad y volatilidad, lo que aumenta la complejidad de las previsiones y la necesaria ambigüedad en los Escenarios previsibles. Pero, en todo caso, queda claro que la afección a la naturaleza y a sus ciclos vitales, a las sociedades y a los mercados están acelerándose, con consecuencias no precisamente positivas para el conjunto de la humanidad.
En este marco, el tradicional objetivo del Foro de “colaborar” a la toma de decisiones de los líderes globales, en 2021, se configuraba bajo el lema de “El Gran Reinicio”, tratando de incidir sobre las tendencias mundiales en los procesos de trasformación tecnológica, para construir una nueva economía y sociedad, que se movilizara para combatir el calentamiento global, gestionar y difundir el uso de las Tecnologías de la Cuarta Revolución Industrial, y promover la mejora y cooperación global, cara a avanzar hacia un futuro más inclusivo, cohesivo y sostenible. Tras lo peor de la pandemia de la Covid-19, su visión era netamente optimista.
En 2022, ante la 52ª edición del Foro, el Global Risk no se mostraba con los mismos niveles de optimismo del anterior, con sólo un 11% de expertos considerando que lo que denominaban recuperación mundial (que se entendía como recuperación del PIB pre-Covid19) se llegaría a producir antes de 2025. Frente al 42% que consideraba que, hasta 2025, predominarían la volatilidad y las “sorpresas”; al 37% que preveía un incremento de las fracturas y desigualdades entre ganadores y perdedores; o al 10% que destacaba la superación de “tipping points” (puntos de inflexión/saltos cualitativos) y la producción de catástrofes de distinto tipo. En el Global Risk 2023 son el 13% los que destacan la superación de “tipping points” y la producción de catástrofes de distinto tipo, para 2025, ascendiendo al 20% los que señalan esta situación para 2033.
Visto lo acontecido en este 2022, tanto en el campo climático y de las catástrofes asociadas, como en el aspecto geopolítico –con la invasión de Ucrania por Rusia y los graves problemas logísticos y de aprovisionamiento-, o con la fuerte caída de las expectativas de crecimiento del PIB, la generación de fuertes tensiones inflacionistas, tensiones monetarias, afecciones al bienestar de los ciudadanos, incremento de las desigualdades y agresiones a la democracia, parece claro que las previsiones más pesimistas han sido más certeras que las optimistas presentadas en el Foro de 2022.
La 53ª edición del Foro, de este año 2023 mantiene su objetivo de influir en la Gobernanza mundial[2] potenciando lo que considera deben ser líderes efectivos[3], que han de centrarse en enfocar, fundamentalmente, los cinco temas que consideran van a encuadrar la dinámica global de los próximos años:
1) La necesaria reinvención de la globalización con una diversificación que reduzca la dependencia exterior[4], sin olvidar que los lazos económicos que unen al planeta son fuertes e “imposibles de deshacer”.
2) La necesidad de construir resiliencia, con una acción colectiva sostenida de los sectores público y privado, que permita afrontar el hecho de que la disrupción global no se está desacelerando[5]. No se puede olvidar que los mayores desafíos de hoy son de naturaleza global y exigen desarrollar resiliencia frente a potenciales colapsos masivos (posibles pandemias), dependencia de materias primas y combustibles fósiles y riesgos asociados a graves desigualdades globales.
3) Avanzar hacia la sostenibilidad con una transición y resiliencia energética que permita lograr un futuro “neto cero”, siendo conscientes de que para ello se necesita aumentar la inversión anual global energética en más de 3.500 millones de dólares.
4) Potenciar la inclusión social como ventaja competitiva[6].
5) Potenciar la innovación en todos los sectores, incluida la economía espacial, que abre el comienzo de una nueva era para la I+D+i y los negocios.
Riesgos globales. Horizontes 2025 y 2033.
El Foro de Davos ha considerado, en sus últimas 18 ediciones, la importancia de conocer y abordar los que se pueden considerar los Riesgos más significativos a que se enfrenta la sociedad para su próximo decenio. No obstante, la constatación de la gravedad de la coyuntura ha llevado a que el análisis de riesgos se establezca en los últimos Informes tanto para el corto plazo (2 años), como para el largo plazo (10 años)[7]. Así se realiza en esta edición del citado Global Risk Report 2023, centrando los riesgos a corto en lo que denomina “La Crisis de Hoy”, y los riesgos a largo en “Las Catástrofes del Mañana”.
Esta 18ª edición del Informe de riesgos globales trata de identificar, con un alto continuismo sobre los Informes anteriores, aunque con pequeñas diferencias en las definiciones correspondientes, que matizan posibles comparaciones en algunas ocasiones[8], los riesgos percibidos más graves para las economías y las sociedades, tanto durante los próximos dos años, como para el horizonte del 2033.
A corto plazo, hasta 2025, estima la pervivencia de las tensiones y crisis actuales. El Informe reconoce que el mundo se enfrenta a “antiguos riesgos”, como “la inflación, la crisis del costo de vida, las guerras comerciales, las salidas de capital de los mercados emergentes, el malestar social generalizado, la confrontación geopolítica y el espectro de la guerra nuclear” en los que son pocos los líderes empresariales y gubernamentales actuales experimentados. Además, estos riesgos en la actualidad están siendo amplificados por otros comparativamente nuevos en los últimos años dentro del panorama de riesgos globales: “niveles insostenibles de deuda, una nueva era de bajo crecimiento, baja inversión global y desglobalización, una disminución en el desarrollo humano después de décadas de progreso, desarrollo rápido y sin restricciones de tecnologías de uso dual (civil y militar), y la creciente presión de los impactos y dinámica del cambio climático en una ventana cada vez más pequeña para lograr la transición a un mundo que limite el calentamiento a 1.5°C”.
En este marco, los Riesgos más significativos, por probabilidad y efectos, a corto plazo (2025) los sitúa en:
- Crisis del costo de vida
- Desastres naturales y fenómenos meteorológicos extremos
- Confrontación geoeconómica
- Falta de mitigación del cambio climático
- Erosión de la cohesión social y polarización social
- Incidencia de daños ambientales a gran escala
- Fracaso de la adaptación al cambio climático
- Ciberdelincuencia generalizada y ciberinseguridad
- Crisis de recursos naturales
- Migración involuntaria a gran escala
El Informe reconoce que la incidencia conjunta y convergente de estos riesgos abocan a un Escenario para la próxima década incierto y turbulento, que viene también condicionado porque la atención y los recursos que tanto se necesitan para responder a esos riesgos a largo se están desviando para paliar los riesgos emergentes. Lo que incide en que los riesgos asociados a largo plazo sobre los ecosistemas naturales, la salud humana, la seguridad, los derechos digitales y la estabilidad económica, se aceleren rápidamente y puedan convertirse en graves crisis y catástrofes en la próxima década.
En efecto, hasta 2025, los encuestados señalan los riesgos sociales y ambientales como los más preocupantes, pero a más largo plazo (2033) los riesgos ambientales, como ya sucedía en Informes de años anteriores, se perciben como los más críticos y potencialmente más dañinos para las personas y el planeta. De hecho, los diez Riesgos que se destacan en el Informe como más graves, en un horizonte de entre 5-10 años, y su comparación con los de los dos Informes anteriores, serían:La relevancia de los Riesgos relacionados con el medio ambiente se mantiene desde el Informe de 2016. Así, de los diez Riesgos más significativos de los Informes de 2019 y 2020, seis tenían carácter ambiental, manteniéndose los mismos del “top ten” de 2018, pero incrementando su gravedad global relativa y consolidando el incremento de importancia que se produjo en estos en 2018 respecto a 2017.
Caracterizan la próxima década por crisis ambientales y sociales, impulsadas por tendencias geopolíticas y económicas subyacentes a los Riesgos actuales, entre los que la “crisis del costo de vida” se clasifica como el riesgo global más grave para los próximos dos años, destacando que nueve de los diez principales Riesgos aparecen simultáneamente tanto a corto como a largo plazo, incluidos la “Confrontación geoeconómica”, la “Erosión de la cohesión social y polarización social”, la “Migración involuntaria a gran escala” y el “Delito cibernético generalizado e inseguridad cibernética”, que en los anteriores Informes aparecía con una definición algo diferenciada, según se aprecia, en gris, en la Figura anterior.
Riesgos ambientales crecientes.
Los riesgos climáticos y ambientales son el foco central de las percepciones de riesgos globales para la próxima década en el Global Risk 2023, y son los riesgos para los que se considera que estamos menos preparados. Así, apreciamos que los principales Riesgos considerados en el Informe para los próximos diez años, siguen siendo fundamentalmente ambientales: 1º Falta de mitigación del cambio climático; 2º Fracaso de la adaptación al cambio climático; 3º Desastres naturales y fenómenos meteorológicos extremos; 4º Pérdida de biodiversidad y colapso de ecosistemas; 6º Crisis de recursos naturales; y 10º Incidentes de daños ambientales a gran escala.
En particular, frenar el calentamiento global sigue siendo el principal Riesgo señalado en el Global Risk 2023, tanto por su relevancia a corto plazo (cuarta posición para 2025) como a largo plazo (primera posición para 2033), con el mayor potencial para dañar gravemente a las sociedades, las economías y al planeta. Sin olvidar que ya en el Informe de 2022, el “Fracaso de la Acción Climática” aparecía como la amenaza más crítica[9] para el mundo.
También destacan que la falta de un progreso profundo y concertado en los objetivos climáticos muestra la divergencia entre lo científicamente necesario para lograr el freno del calentamiento global y lo que es políticamente factible. Las crecientes demandas de recursos del sector público y privado para afrontar las crisis urgentes a corto plazo están reduciendo la velocidad y la escala de los esfuerzos de mitigación. Tendencia que se mantendrá durante los próximos dos años, junto con un progreso insuficiente hacia el apoyo de adaptación requerido para aquellas comunidades y países cada vez más afectados por los impactos del cambio climático.
A medida que está tendencia se materializa, la carga sobre los ecosistemas naturales aumentará debido a su papel aún infravalorado en la economía global y en la salud planetaria. Estiman que, sin un cambio de política o una dinámica inversora significativa, la interacción entre los impactos del cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la seguridad alimentaria y el consumo de recursos naturales acelerará el colapso de los ecosistemas, amenazará el suministro de alimentos y los medios de subsistencia en las economías vulnerables al clima, amplificará los impactos de los desastres naturales y limitará el progreso futuro. De hecho, de los seis Riesgos ambientales que figuran entre los 10 principales riesgos durante los próximos 10 años, consideran que la “pérdida de biodiversidad y el colapso de los ecosistemas” es uno de los riesgos globales con previsible más rápido deterioro durante la próxima década.
Inestabilidad social, incertidumbre y desigualdades crecientes.
Se espera que ya impacten gravemente, en 2023, Riesgos severos como la “crisis de suministro de energía”, la “inflación creciente” y la “crisis de suministro de alimentos”, incrementando la actual crisis global del incremento del costo de vida. Y, aunque sus impactos económicos han sido amortiguados por países que pueden permitírselo, muchos países de bajos ingresos enfrentan múltiples crisis: deuda, cambio climático y seguridad alimentaria, corriéndose el riesgo de convertir la actual crisis de costo de vida en una crisis humanitaria más amplia para ellos en los próximos dos años.
Pero el malestar social asociado y la inestabilidad política no se limitarán a los mercados y países emergentes, ya que las presiones económicas continúan afectando a las clases medias. La creciente frustración de los ciudadanos por las pérdidas en el desarrollo humano y la disminución de la movilidad social, junto con una brecha cada vez mayor en los valores y la igualdad, plantean un fuerte desafío para la democracia y los sistemas políticos de todo el mundo.
Estiman que estamos ante el fin de una era económica y que la próxima traerá más riesgos de estancamiento con inflación (estanflación), desigualdades, divergencias y crisis sociales como consecuencia de la esperable alta inflación, fin del dinero fácil por la rápida normalización de las políticas monetarias (con graves problemas de deuda a escala mundial), y por una previsible era de bajo crecimiento y baja inversión asociadas a la posibilidad de una guerra prolongada en Ucrania, a los cuellos de botella en la logística y acceso a materias primas, y al nacionalismo asociado a una guerra económica que favorece el desacoplamiento de las cadenas de suministro, la fragmentación económica mundial, las tensiones geopolíticas y una reestructuración global inestable.
La fragmentación geopolítica y la confrontación geoeconómica incrementadas tras la invasión de Ucrania, afectan claramente a la interdependencia comercial, financiera y tecnológica entre las economías globalmente integradas, promoviendo un ciclo creciente de desconfianza y desvinculación; y aumentando el riesgo de conflictos entre las potencias globales, y una intervención estatal creciente en los mercados durante los próximos dos años, tanto para lograr la autosuficiencia y la soberanía propia, como para limitar el ascenso de competidores (el conflicto EEUU-China es paradigmático al respecto, pero también, directa e indirectamente, el de EEUU con la UE).
Además, con una crisis en el financiamiento del sector público, por la alta deuda acumulada y los nuevos tipos de interés aplicables, se ha reducido la capacidad de los países para absorber los impactos de las crisis previsibles. Durante los próximos 10 años, menos países tendrán el margen fiscal para invertir en un verdadero desarrollo, en las tecnologías ecológicas, la educación, la atención y los sistemas de salud; o de paliar el lento deterioro de la infraestructura y los servicios públicos, tanto en los mercados en desarrollo como en los avanzados, con impactos acumulados que serán altamente negativos para la fortaleza del capital humano y el propio desarrollo.
Los efectos más graves se sentirán en las partes más vulnerables de la sociedad y en los estados ya frágiles, lo que contribuirá al aumento de la pobreza, del hambre, de las protestas violentas, de la inestabilidad política, e incluso –señalan- puede llevar al colapso del estado.
Se volverán a repetir procesos ya detectados como consecuencia de la Covid-19, con una creciente desigualdad entre países ricos y pobres, y un nuevo retroceso en los niveles globales del desarrollo humano. Además, destacan que también se erosionarán los logros obtenidos por los hogares de ingresos medios, lo que provocará descontento, polarización política y demandas de mejores protecciones sociales en países de todo el mundo. Pero los gobiernos dispondrán de menos recursos para satisfacerlas por los mayores costos del servicio de la deuda, una transición cada vez más urgente a nuevos sistemas energéticos y un entorno geopolítico menos estable.
Un desarrollo tecnológico que también agrava los problemas sociales.
En el Informe de 2022 se definía en octava posición entre los diez principales riesgos a largo plazo, al “Riesgo de Avances tecnológicos adversos”[10], que, en el 2023, es sustituido en el conjunto de los diez principales riesgos, por los “Riesgos asociados a la Ciberdelincuencia generalizada y la ciberseguridad”, y situándose en el Informe de 2023, en cuanto a severidad, el citado “Riesgo de Avances tecnológicos adversos” en la última posición (32ª) entre los 32 Riesgos considerados.
No obstante, se considera que el aumento en el gasto militar y la proliferación de nuevas tecnologías asociadas a la confrontación (ciberataques, “fakes news”, drones, armamento de nueva generación, etc.) está impulsando un papel creciente de las tecnologías emergentes en la carrera armamentista mundial, que conduce a conflictos potenciales -accidentales o intencionados- más destructivos. En última instancia, el riesgo de una guerra nuclear de consecuencias inconmensurables es creciente, aunque el “Uso de Armas de Destrucción Masiva” se sitúa en la 21ª posición en el conjunto. En este sentido, ya en 2022, antes de la invasión de Ucrania, se destacaban los Riesgos de Conflictos Militares, incluso en Europa, que ya se sentían presentes en los frecuentes ciberataques desestabilizadores, y en la Proliferación y Uso de Armas de Destrucción Masiva.
El desarrollo tecnológico, con ayudas estatales por su implicación en el gasto militar y en la competitividad económica, seguirá incrementando de forma creciente las desigualdades. Las ayudas estatales al gasto militar y a la I+D+i continuarán a buen ritmo durante la próxima década, produciendo avances que serán muy significativos en inteligencia artificial (IA) y “machine learning” (ML), así como en la computación cuántica y en biotecnología en países que utilizarán estos avances para incrementar su dominio global y su seguridad ante las crisis emergentes (conflictos militares, pandemias, seguridad alimentaria o adaptación al riesgo climático).
También constatan que el despliegue de nuevas tecnologías, junto a su interrelación con el funcionamiento de elementos críticos de las sociedades, están exponiendo a las poblaciones a amenazas internas directas, incluidas aquellas que buscan destruir el funcionamiento social. Los delitos cibernéticos y los intentos de interrumpir los recursos y servicios críticos serán más comunes, y se anticipan ataques contra la agricultura y el agua, los sistemas financieros, la seguridad pública, el transporte, la energía y la infraestructura de comunicación doméstica, espacial y submarina. E, incluso dentro de la legalidad, el denominado “capitalismo digital”, con la concentración de datos personales, permitirá un mayor control y manipulación social, incluso en regímenes democráticos bien regulados.
¿Policrisis y Riesgos extremos de colapso?
La constatación de la interacción entre la nueva dinámica de Riesgos a corto y su interrelación con los Riegos a largo plazo hace que tanto la Síntesis como las Conclusiones del Informe sean marcadamente pesimistas. Ya hemos señalado cómo el 20% de los encuestados consideran que, para 2033, destacan la superación de “tipping points” y la producción de catástrofes de distinto tipo, frente a un 34% que prevén múltiples “shocks” que acentuarán trayectorias divergentes; un 26% que prevé volatilidad y ocasionales “sorpresas” localizadas; y sólo un 20% que consideran un futuro relativamente estable y con volatilidad reducida.
Destacan que, a medida que la volatilidad en múltiples dominios crece, con riesgos profundamente interconectados y con la erosión en la resiliencia de la sociedad, también aumenta el riesgo de policrisis con un impacto general que supera con creces la suma de los efectos de cada riesgo individual.
Las crisis de alimentos, combustibles y de costos crecientes “exacerban las vulnerabilidades sociales”, mientras que la disminución de las inversiones en desarrollo humano está “erosionando la resiliencia futura”. Y señalan que las crisis agravadas están ampliando su impacto en las sociedades, afectando a los medios de subsistencia de un sector mucho más amplio de la población, y desestabilizando más economías en el mundo que las tradicionalmente vulnerables o a los estados más frágiles.
El Informe describe cómo la escasez simultánea de alimentos, agua, metales y minerales, podrían desencadenar una crisis humanitaria y ecológica, tanto por el desarrollo de guerras por el agua y hambrunas, como por la sobreexplotación continua de los recursos ecológicos y por la desaceleración en la mitigación y adaptación climática.
Pero considera que se podrían aprovechar la interconectividad entre los riesgos globales para ampliar el impacto de las actividades de mitigación de riesgos, teniendo en cuenta que si se refuerza la resiliencia en un área puede producirse un efecto multiplicador para incrementar dicha resiliencia en otros riesgos relacionados. En su opinión, la inversión en resiliencia debe centrarse en soluciones que aborden múltiples riesgos, como la financiación de medidas de adaptación con beneficios colaterales en la mitigación climática, o la inversión en áreas que fortalecen el capital humano y el desarrollo.
En ese sentido, tiene particular interés señalar el Esquema de Interconexión entre Riesgos que se recoge en el Informe (Pág. 10, desarrollado en profundidad en el Capítulo 3 –Págs. 57 a 68) que se reproduce en la Figura siguiente.El esquema se completa en el capítulo de Conclusiones con la opinión de los encuestados sobre la efectividad de las políticas en marcha para enfrentar los 32 Riesgos definidos, siendo en general las respuestas poco optimistas sobre esta efectividad, salvo en la Prevención de ataques terroristas, de pandemias o del uso de armas de destrucción masiva, en los que la valoración de esa efectividad se mueve en el entorno del 40%. Por el contrario, la valoración de medidas como ineficaces o muy ineficaces, por más del 50%, se produce en los diez Riesgos más relevantes, destacando la ineficacia en la mitigación y adaptación del cambio climático; en la creciente desinformación y malinformación a los ciudadanos; en la pérdida de biodiversidad y colapso de ecosistemas; en la crisis de recursos naturales; en los desastres naturales y fenómenos meteorológicos extremos; en la erosión de la cohesión y polarización social; en la migración involuntaria a gran escala; en las crisis por el costo de vida; y en la incidencia de daños ambientales a gran escala.
Fuera de los contenidos del Global Risk 2023, pero en íntima conexión con los mismos, parece oportuno hacer referencia a que, teniendo en cuenta los crecientes problemas asociados al calentamiento global y a las crisis ecosociales, de acceso a materias primas y a sistemas energéticos, son también crecientes las posiciones de los que vaticinan un “colapso” más o menos cercano para el planeta, destacando en ese sentido publicaciones como la de Ugo Bardi (2022)[11], o la de Meadows, D. (2022)[12], sin olvidar obras, ya antiguas, como los distintos Informes e investigaciones continuación de la histórica, de 1972, del Informe del Club de Roma sobre los “Límites del crecimiento”.
En particular, es importante la consideración que en estos documentos se realiza sobre la dinámica, funcionamiento y gestión de sistemas complejos[13] como los gráficamente reproducidos en la Figura anterior. Y tener en cuenta que se asume que los colapsos son una característica intrínseca de los sistemas complejos, entendiendo como tal el propio funcionamiento ecosocial del planeta.
En él existiría el Riesgo de un colapso súbito e inesperado, tras alcanzar un punto de inflexión –tipping point- en el que se producen cambios cualitativos bruscos en elementos fundamentales para el funcionamiento del sistema, que actuarían simultánea y acumulativamente para llevar al citado colapso global: conflictos derivados del cambio climático, de las crisis energéticas y en el acceso a materias primas que desembocarían en guerras (con una capacidad de destrucción de la vida en el propio planeta, si se descontrola una guerra nuclear), desestabilización, hambrunas, epidemias, migraciones y reducción poblacional, reproduciendo lo que sería la actualización de la dinámica ya abordada en la edición de “Los límites al crecimiento” del Informe del Club de Roma, de 1972, en el que la sobrepoblación, el agotamiento de los recursos y la contaminación conducirían a una crisis global con rápida caída de la población, hasta lograr un nuevo estado de equilibrio más acorde con las capacidades del planeta para asumir su “huella ecológica”.Como se recoge en el Global Risk 2023, una era de bajo crecimiento, baja inversión y baja cooperación socavaría aún más la resiliencia y la capacidad de gestionar futuras perturbaciones. La “policrisis” potencial que señala no estaría muy lejos en sus efectos de la previsión del Informe del Club de Roma de hace más de 50 años. Pese al cual, las actuaciones para evitar las consecuencias que vaticinaba, ni han sido desarrolladas ni podemos esperar que se desarrollen bajo el predomino de la actual sociedad capitalista de consumo, tal y como se ha ido viendo en sucesivos artículos de esta Sección, que serán objeto de actualización en sucesivas aproximaciones en próximas semanas.
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[1] https://www.weforum.org/reports/global-risks-report-2023/.
[2] Aunque en esta edición la presencia de grandes líderes políticos está muy mermada, en gran parte por las consecuencias de la invasión de Ucrania sobre la globalización, sí volverá a contar con políticos de relvancia y con la presencia del Presidente del Gobierno español, Pedro Sanchez, como ya es habitual a lo largo de sus cuatro años de presidencia de Gobierno.
[3] Establece cinco dimensiones en las que el Foro trata de colaborar para un liderazgo efectivo: 1) Los líderes necesitan una dirección clara en lo que sea que elijan hacer. 2) El liderazgo requiere la competencia y las habilidades adecuadas para desempeñarse con éxito y alcanzar los objetivos buscados. 3) Se necesita pasión por su trabajo y su impacto potencial, así como compasión por los demás, involucrando a personas, comunidades e instituciones en el compromiso por un objetivo común. 4) Deben tener perseverancia para trasladar las ideas en acciones y alcanzar sus objetivos. 5) Lograr resiliencia y una mentalidad positiva ante las adversidades, interrupciones y fuentes de estrés para dominarlas y emerger con mayor fuerza.
[4] Alrededor del 40% del comercio mundial está altamente concentrado, con solo unas pocas naciones que abastecen a todas las demás con algún producto vital. No obstante, como señalamos en un artículo anterior (erevista Sistema: ESCENARIOS DE GLOBALIZACIÓN Y COMERCIO INTERNACIONAL POSTPANDEMIA. Segunda parte de mayo de 2020), el crecimiento de los flujos globales ahora está siendo impulsado por intangibles, servicios y talento. El comercio de bienes como parte de la economía global se estabilizó alrededor de 2008 después de 30 años de rápida expansión, basándose el crecimiento del comercio global, entre 2010 y 2019, en los flujos de servicios intensivos en conocimiento (profesionales, servicios gubernamentales, servicios de TI y de las telecomunicaciones) los flujos de datos (crecimiento cercano al 50% anual) y derechos ligados a la propiedad intelectual.
[5] Ejemplos palmarios del creciente predominio del nacionalismo frente a la globalización se desarrollaron de forma intensa en EEUU bajo la presidencia de Donald Trump, pero se mantienen en la actualidad con las políticas de Joe Biden con La Ley de Reducción de la Inflación, que ofrece subsidios a los fabricantes estadounidenses para recuperar la industria del país e impulsar la transición energética, ante las que la propia UE está teniendo que reaccionar para evitar la deslocalización de empresas.
[6] No solo las desigualdades en renta y riqueza siguen creciendo, sino que se estima que, al ritmo de progreso actual, se necesitarían 151 años para cerrar las brechas de género en la economía global, 29 años para que los equipos ejecutivos alcanzaran la paridad de género y 24 años para alcanzar la diversidad étnica en las empresas.
[7] Los Informes parten de encuestas a expertos de la academia, negocios, administraciones y sociedad civil, habiéndose basado el Global Risk de 2023 en 1.316 encuestas (54% de expertos del sector privado, 14% de gobiernos, 13% de la academia, 11% de organizaciones internacionales, 9% de ONGs y 5% de otros orígenes) que en número variable (entre 1.244 y 869 respuestas) se han validado para evaluar los distintos criterios tenidos en cuenta sobre los 32 riesgos predefinidos para las mismas. Metodología, definiciones y procesos pueden apreciarse en el Apéndice A del documento: https://www.weforum.org/reports/global-risks-report-2023/ (Págs. 74 a 78).
[8] En el Informe para 2022, con cambios sobre los Informes anteriores, se consideraban 37 riesgos, frente a los 32 tenidos en cuenta para 2023, con cambios también en definiciones y estructuración conjunta. Véase el Anexo C. Págs. 110-111 del Informe de 2022: https://www3.weforum.org/docs/WEF_The_Global_Risks_Report_2022.pdf y las págs. 74 a 76 y, fundamentalmente el apartado “Updates to the GRPS 2022-2023”, del Informe de 2023: https://www.weforum.org/reports/global-risks-report-2023/.
[9] El 77% de los encuestados ya señalaban, en 2022, que los esfuerzos internacionales para mitigar el cambio climático “no habían comenzado” o estaban en “desarrollo temprano”. Y destacaban que, entre otros efectos, el fracaso en la adopción de las medidas climáticas necesarias podría reducir hasta en un sexto el PIB global.
[10] Definidos en 2022 como “Consecuencias negativas intencionadas o no intencionadas de los avances tecnológicos sobre los individuos, empresas, ecosistemas y/o economías derivadas de la aplicación de la IA, interfaces cerebro-computadora, biotecnología, geoingeniería, computación cuántica, etc.”, ahora el etc. es sustituido por “metaverso”.
[11] Bardi, U. (2020) “Antes del colapso. Una guía para el otro lado del crecimiento”. Libros de la Catarata. Madrid. 2022.
[12] Meadows, D. (2022).- “Pensar en sistemas”. Capitán Swing. 2022.
[13] Es importante destacar también la aproximación de Tainter J.A. (1988) sobre sistemas complejos, que los caracteriza como el resultado de estructuras y organizaciones de crecimiento interrelacionado con costes metabólicos/energéticos crecientes. Tainter, J.A. (1988).- “The Collapse of Complex Societies”. New Studies in Archaeology.