Si en estos momentos le preguntaran cuál le parece a usted que es el objeto (artefacto, aparato, máquina) que identifica y simboliza en mayor grado la época actual, ¿cuál diría? Esta pregunta ha sido formulada a los participantes en la Encuesta sobre Tendencias Sociales (II), que ha realizado el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), y el teléfono móvil/smartphone ha salido vencedor.

Concretamente, un 57,6 por ciento de los encuestados señaló, en respuesta espontanea, el teléfono móvil/el smartphone como objeto más representativo de la época actual; un 38,3 por ciento, el ordenador/el portátil; un 13,1 por ciento, el coche, la automoción, el coche eléctrico e hibrido; un 12,1 por ciento, internet, wifi, rúter, fibra, conectividad; un 7,3 por ciento el robot, la robótica, la domótica en general; y un 7 por ciento, la televisión y la Smart TV.

La era digital en la que vivimos tiene como uno de los factores más destacados el incremento de la rapidez con que se producen los cambios tecnológicos. Un hecho, que se evidencia en ciclos cada vez más cortos de adopción de nuevas tecnologías y en la incomprensión que su utilización trae para amplias capas de la población.

Esta realidad se constata muy bien cuando observamos cuantos años hicieron falta para que el ochenta por ciento de la población de Estados Unidos utilizara algunos avances. Para el coche, se necesitaron 85 años para llegar a ese umbral; para el teléfono, 65 años; para el avión, 50 años; para la electricidad, 45 años, para el PC, 23 años; para la radio, 20 años; para el teléfono móvil, 20 años; para la Televisión, 17 años; para el video, 15 años y para los smartphones, será aún menor, entorno a los 13 años.

A nivel global, la evolución de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) en las dos últimas décadas ha sido exponencial y pone en el centro al teléfono móvil como actor principal, no solo en la comunicación entre personas, sino como medio esencial para el uso de internet. De 15,5 suscripciones de telefonía móvil por cada 100 habitantes en el año 2001, se ha pasado estar por encima de las 120 suscripciones a nivel mundial en 2022.

La utilización del teléfono móvil ha modificado y está modificando mucho de los hábitos diarios de la ciudadanía, la forma de interactuar en el espacio público y privado, y la manera de relacionarse entre las personas. Un proceso que, en el caso español, aunque es extrapolable a otros países, se origina dentro de una sociedad donde la ciencia y la tecnología es percibida como la máxima expresión de prosperidad, o como elementos que sirven, sobre todo, para resolver problemas.

Esta nueva era tecnológica-digital en la que ha entrado la humanidad está teniendo, y va a tener, efectos y consecuencias sociales, económicas, culturales y políticas tan diversas, tan amplias, y tan profundas como los otros dos grandes procesos disruptivos de cambio de nuestra época: la Revolución Francesa y la Revolución Industrial.

Muchas son las innovaciones. Y cuando se pregunta a la ciudadanía si una serie de innovaciones o adelantos tecnológicos van a desarrollarse mucho, bastante, regular, poco, nada o casi nada en los próximos diez años, la visión es clara.

En los próximos diez años creen que se va a desarrollar mucho/bastante: los robots industriales y los sistemas automáticos, un 88,2 por ciento; la microelectrónica y los ordenadores, un 88 por ciento; la biotecnológica, un 87,1 por ciento; la ingeniería genética, un 78,2 por ciento; las nuevas fuentes de energía(por ejemplo: solar, eólica), un 77,2 por ciento; las nuevas tecnologías del ocio y del esparcimiento ( por ejemplo: los videojuegos), un 76,2 por ciento; las nuevas tecnologías del hogar; un 66,5 por ciento; y los transportes, un 56,5 por ciento.

Lo preocupante es que todo lo anterior, se produce en sociedades donde se está imponiendo, por parte de compañías tecnológicas, biotecnológicas que tienen más poder que muchos Estados, un falso determinismo tecnológico que busca el control y la imposición de sus criterios, sus beneficios y sus intereses particulares sin ningún control.

Esta realidad que sufrimos hoy, ahora. Esta falta de discusión y de cuestionamiento de las consecuencias de los avances tecnológicos, es un factor preocupante que hay que modificar rápida y profundamente para que la población pueda participar en un amplio debate sobre el modelo de sociedad donde se desea vivir y hasta donde deben llegar los avances tecnológicos y con qué fin.

No hacerlo ocasionará primero el final de la democracia. Y, posteriormente, el final de la humanidad como ahora la conocemos. Pero soy optimista y corregiremos el rumbo, porque cada vez más personas están empezando a ser consciente de la situación, y demandan cambios en los que exigen participar.