Cuan agradadas estarían Concepción Arenal y Emilia Pardo Bazán, dos mujeres de pro, si pudieran contemplar el nuevo rol de las mujeres en la España de nuestros días. De igual modo María Goyri, quien con 16 años inició sus estudios universitarios en la Facultad de Filosofía y Letras (curso 1891-1892). Asistió ese año en calidad de oyente, bajo el requerimiento de una autorización del Ministerio de Fomento. Ingresó en el siguiente curso académico, sin poder permanecer en los pasillos, pues debía entrar al aula junto al profesor, estar sentada en una silla a su lado, y no mantener contacto alguno con el resto de sus compañeros varones. Se licenció en el año 1896 y se doctoró en 1909. Que extraordinario papel jugó, en aquella sociedad discriminatoria hacia las mujeres la Institución Libre de Enseñanza, favoreciendo su incorporación a la vida intelectual y laboral. Tuve el honor en mi niñez y adolescencia de conocer a mujeres de la máxima relevancia como doña Jimena Menéndez Pidal, doña Ángeles Gasset o doña Carmen García del Diestro, personalidades que nunca olvidaré por las ideas tan avanzadas que tenían en una España en blanco y negro y por su fuerza interior, su capacidad de trabajo y diligencia. Todavía hoy recuerdo a doña Jimena, con una edad muy avanzada, dirigir con paso y palabras firmes representaciones teatrales que hacíamos los que entonces éramos niñas y niños. Para mi siguen siendo ejemplos de vida y adeudo.

De aquellos años y entorno, evoco también con gran admiración y cariño a don Vicente Sos Baynat, un eminente geólogo. Fue mi profesor, nos ilustró con su sabiduría sobre cuestiones de su especialidad, al tiempo que nos trasladó su pasión por la naturaleza, relatándonos aquellas maravillosas rutas que hacían los institucionistas por la sierra madrileña del Guadarrama. Fue un hombre extraordinario, amable, atento, un erudito, que nos mostró el camino a seguir, junto a su querida esposa Mercedes. Una pareja de la que emanaba un profundo amor y trato en igualdad.

Nos señaló que la única senda en las relaciones entre mujeres y hombres era el de la equidad, el reconocimiento mutuo y el respeto. Hombres y mujeres de otros siglos, personas con mayúscula, que instruían, formaban y, hoy en día, inspiran.

Las mujeres actuales debemos mucho a esta generación de luchadores y comprometidos con la libertad, la justicia y la igualdad. Una igualdad entre géneros, que lejos de ser una realidad plena se va dilatando en el tiempo, si bien los progresos sean destacados. Prueba de ello es la incorporación de las mujeres al sistema educativo, en sus diversos niveles.

Según el Informe Mujeres y Hombres en España 2020[1], las tasas brutas de población graduada en el curso académico 2017-2018 fueron superiores en las mujeres para todos los niveles (con la excepción de Técnico y Técnico auxiliar). La mayor disimilitud correspondió al nivel de Grado (con unas tasas del 52,3% en las mujeres y del 33,8% en los hombres), seguida de la de Bachillerato/COU (63,4% en mujeres y 48,0% en los varones). En cuanto a los estudiantes universitarios, en el curso 2019-2020, el 55,6% fueron mujeres.

Estas fueron mayoritarias en las ramas de Ciencias de la Salud (70,8%) y en Artes y Humanidades (61,9%). Del total de egresados del curso 2018-2019 de enseñanzas de grado y de primer y segundo ciclo, el 59,4% resultaron mujeres. El mayor porcentaje correspondió, en concordancia con lo anterior, a Ciencias de la Salud (71,2%) y a Artes y Humanidades (66,1%). Es sintomático, que en el curso 2019-2020 el 55,6% de los matriculados en másteres oficiales universitarios fueran también mujeres.

Si, como hemos comprobado, las mujeres están plenamente incorporadas en el ámbito educativo y representan la mayoría de los estudiantes universitarios, no deja de sorprender que no alcancen el 50% de los investigadores científicos, ni el 45% del profesorado en las Universidades, datos que se mantienen estables desde hace décadas. En particular, ni el 20% de los Rectores son mujeres, y catedráticas o investigadoras del más alto nivel del CSIC no llegan al 25%.

Si esto es lo que acontece en una institución democrática y abierta como la Universidad, de la que formo parte y en donde nunca he sentido discriminación alguna por ser mujer, qué no sucederá en otras esferas profesionales. El techo de cristal sigue siendo un hecho que debería estar resuelto como sociedad. Entre los años 2015-2020, la brecha de género en la tasa de empleo del nivel preescolar, primaria y secundaria se incrementó en 2,6 puntos llegando a 20,4 en el año 2020 y la brecha del nivel secundaria, segunda etapa y postsecundaria no superior, aumentó 0,6 puntos hasta alcanzar el 11,9. En primer y segundo ciclo de educación superior la brecha de género en la tasa de empleo bajó de 7,1 puntos en 2015 a 6,6 en 2020. Un dato positivo, si bien, como hemos presentado, la contingencia es desventajosa para las mujeres sin una formación elevada.

¿Qué hacer ante esta coyuntura? Es preceptivo, tal como está acometiendo el gobierno de Pedro Sánchez, apostar por políticas pro-familiares basadas en el principio de igualdad entre géneros, ello haría posible una mayor integración de las mujeres en el mercado laboral y compartir en equidad – mujeres y hombres – las responsabilidades familiares, como ya lo hicieron varones de otros momentos históricos, como he desvelado. Para hacerlo son indispensables servicios de ayuda a la familia (escuelas infantiles públicas, servicios domiciliarios para dependientes, viviendas asistidas para estas personas, residencias para la tercera, cuarta, quinta edad, etc.), promover el desarrollo de políticas de pleno empleo y redistributivas, crear programas de apoyo a los jóvenes que les permita emanciparse a edades razonables (en la línea expuesta en un artículo reciente de este foro) y, en definitiva, potenciar con fondos públicos los servicios del Estado de Bienestar.

Desde que Emilia Pardo Bazán escribió: “La educación de la mujer no puede llamarse tal educación, sino doma, pues se propone por fin la obediencia, la pasividad y la sumisión”, se ha progresado notablemente y las mujeres han ido tomando su camino, no sin un esfuerzo titánico y una fuerte resistencia por parte de algunos hombres, que se rigen por el dicho español: “la mujer en casa y con la pata quebrada” y que utilizan la violencia más cruel hacia las que consideran de su propiedad (casos recientes terribles todos tenemos en nuestra memoria y corazones).

Estoy segura que entre todos, mujeres y hombres, de la mano, podremos lograrlo…

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[1] Véase, INE, Mujeres y hombres en España. Actualizado 11 de agosto de 2020. https://www.ine.es/ss/Satellite?L=es_ES&c=INESeccion_C&cid=1259925481211&p=1254735110672&pagename=ProductosYServicios%2FPYSLayout&param1=PYSDetalle&param3=1259924822888