¿Cuántas horas dedicas a internet? ¿Y a WhatsApp, tik-tok, Instagram, Facebook, Twitter? Estas simples preguntas pueden ser consideradas inoportunas y entrometidas para muchas personas. Pero resultan fáciles de resolver, si lo vemos en nuestro móvil o, en internet Junkie, que sirve para saber el tiempo que navegamos en internet y por dónde.

La realidad es que normalmente no miramos el tiempo que consumimos en internet y en las redes sociales. Y, además, si respondemos “a ojo”, reconoceremos menos tiempo del que verdaderamente pasamos, porque creo que realmente no somos ni conscientes de ello.

Pero, ¿cuál es la realidad? La primera certeza, que constatamos cuando paseamos por cualquier calle, es que 9 de cada 10 usuarios de internet se conectan a través de su smartphone. Aunque dos tercios, también afirman que usan sus ordenadores, ya sean portátiles o de sobremesa, según el informe Digital 2021.

El segundo dato, más escalofriante y desconocido, es que el usuario promedio de internet esta casi 7 horas al día usando internet en todos los dispositivos, lo que equivale a más de 48 horas a la semana, es decir, dos días completos de los siete de la semana.

Es una barbaridad, que con los menores debería limitarse. Pero por si alguien considera que no es mucho tiempo, se puede enfocar de otra manera más gráfica. Si una persona duerme al día entre 7 y 8 horas, y lo relacionamos con el tiempo que pasa en internet, podemos afirmar que aproximadamente el 42 por ciento del tiempo de su vida despierto lo ocupa en internet. Pero, además, se destina tanto tiempo o más en internet que durmiendo.

Y esto, dentro de una tendencia donde cada día se consume más tiempo en internet que el año anterior. Al igual que sucede con las redes sociales, donde el tiempo medio es de 2 horas y 25 minutos cada día.

La utilización del teléfono móvil, de internet y de las redes sociales ha cambiado mucho los hábitos diarios de la ciudadanía, la forma de interactuar en el espacio público y privado, y la manera de relacionarse entre las personas. En apenas dos décadas, el móvil se ha convertido en el producto más utilizado de la historia de la humanidad.

Según los datos del informe Digital 2021, elaborado entre We Are Social y Hootsuite:

  • Hoy 5.220 millones de personas utilizan un teléfono móvil, lo que equivale al 66,6 por ciento de la población mundial. Pero, además, a principios de este año, se habían alcanzado un total de 8.002 millones de conexiones móviles.
  • A principios de 2021, 4.660 millones de personas en el mundo utilizaban internet, lo que significa 316 millones más que hace un año, y una penetración del 59,5 por ciento de la población.
  • Hay 4.200 millones de usuarios de redes sociales, lo que supone más del 53 por ciento de la población mundial, y 490 millones más que hace un año. Esto significa que en promedio más de 1.3 millones de nuevos usuarios se unieron a las redes sociales todos los días durante 2020.

Las cifras son impactantes, como lo es el cambio que en nuestras vidas ha supuesto la conexión a través del móvil. Más si cabe, en todo el periodo de confinamiento durante la pandemia de COVID-19.

Pero, aunque nos comunicamos, hablamos, compramos, jugamos, nos informamos con estos dispositivos, de verdad ¿somos conscientes de lo que está suponiendo? Recientemente, WhatsApp, Instagram y Facebook han dejado de funcionar durante horas por una serie de problemas de no nos explicarán. Este apagón de la red ha provocado para millones de personas un estado de ansiedad que es difícil de reconocer, pero que ya supone un problema global.

Esta utilización masiva de los smartphones tiene y tendrá impactos positivos y negativos. En este sentido, conviene recordar lo que decía la encuesta realizada en septiembre de 2015, por el Consejo de la Agenda Global sobre el Futuro del Software y la Sociedad, del Foro Económico Mundial:

Como impactos positivos: mayor participación económica de las poblaciones desfavorecidas ubicadas en las regiones remotas o poco desarrolladas, el acceso a los servicios de educación, salud y gobierno, la presencia, el acceso a destrezas, mayor tasa de empleo, cambio en los tipos y puestos de trabajo, el mayor tamaño del mercado/comercio electrónico, más información, mayor participación ciudadana, democratización/cambios políticos, aumento de la trasparencia y la participación frente a un aumento de la manipulación.

Los impactos negativos: aumento de la manipulación, fragmentación política y los “jardines amurallados” que no permiten el acceso completo en algunas regiones o países. Por último, como desconocidos, o cualquiera de los dos: está encendido las veinticuatro horas del día, falta de distinción entre los usos laborales y personales, estar en cualquier lugar y en todos los lados, impacto ambiental de la fabricación.

El ser humano es un ser social por naturaleza. Pero, ¿estamos adaptados biológicamente a la rápida difusión y utilización de las nuevas tecnologías digitales? Creo que no. Muchos son los ejemplos que sitúan al smartphone en el centro de la sociedad del presente y del futuro. Por ese motivo, es urgente preparar a los ciudadanos en el manejo de estos entornos tan cambiantes y llenos de incertidumbres. Pero también es inaplazable establecer un control democrático de hacia dónde está yendo esta nueva era digital ya que muchas de sus consecuencias, en muchos casos, las desconocemos.