Relegación de las políticas de protección de la naturaleza.
Iniciábamos el primer artículo del año en esta Sección con el correspondiente Informe The Global Risk 2022, del Foro Económico Mundial –WEF (2022)[1]– que recogía que los diez Riesgos más graves, en un horizonte de entre 5-10 años, eran:
- Calentamiento global por el fracaso en la acción climática.
- Sucesos climáticos extremos.
- Colapso de ecosistemas y pérdida de biodiversidad.
- Crisis en los recursos naturales.
- Desastres ambientales producidos por el hombre.
- Erosión en la cohesión social.
- Migraciones involuntarias.
- Avances tecnológicos adversos
- Confrontaciones socioeconómicas
- Contestación al uso geopolítico de los recursos
Nos mostraba, como también lo hacen sucesivos Informes científicos y de distintas organizaciones internacionales, la relevancia de los Riesgos relacionados con el medio ambiente, que estos Global Risk anuales vienen resaltando desde 2016.
Pero, lo que eran posibles riesgos previsibles tras una supuesta recuperación progresiva de la crisis asociada a la Covid-19, ahora, tras la invasión de Ucrania, son peligros claros y presentes, porque la inestabilidad y la volatilidad generada está llevando a que los Gobiernos estén subordinando acciones, medidas y presupuestos imprescindibles para afrontar los desafíos climáticos y ambientales del Planeta, a la necesidad de actuaciones urgentes coyunturales socioeconómicas.
La publicación, en este año 2022, de los Informes de los dos últimos grupos de trabajo (II[2] y III[3]) que, junto con el del grupo I[4] –publicado en agosto de 2021- constituyen el 6º Informe del IPCC, dejan claro que salvaguardar la salud del planeta, con unos ecosistemas diversos y autosuficientes, soportes de una biodiversidad bien conservada, es esencial para la salud humana y social, ya que brindan múltiples contribuciones esenciales para enfrentar el calentamiento global y el cambio climático asociado, y son una condición previa para un desarrollo socioeconómicamente resiliente.
Es por eso que el IPCC pone un fuerte énfasis en la necesidad de mantener la biodiversidad y los servicios de los ecosistemas en, al menos, entre el 30% y el 50% de las áreas terrestres, de agua dulce y oceánicas de la Tierra, incluidos, particularmente, los ecosistemas casi naturales actuales. Porque si continúan los impactos y niveles de pérdida de biodiversidad actuales, algunos de los deterioros serán irreversibles, en la medida en que los sistemas naturales se ven empujados más allá de su capacidad de regeneración.
Por otro lado, ya en marzo de este año hacíamos referencia a la prevista celebración de la segunda etapa de la COP15 del Convenio de Naciones Unidas sobre Diversidad Biológica, entre el 25 de abril y el 8 de mayo de 2022, en Kunming. Debía ser continuación de la primera etapa, que se celebró, organizada por China, de forma virtual, entre el 11 y el 15 de octubre de 2021, para decidir sobre un nuevo plan de acción global para la naturaleza para el 2030, tras los escasos avances registrados hasta la fecha en el freno de la pérdida de biodiversidad. Sin embargo, como muestra de la señalada subordinación de la salud del Planeta a fenómenos más o menos coyunturales, esta segunda parte de la COP15 se ha visto pospuesta nuevamente, de forma provisional, para celebrarse entre el 29 de agosto y el 9 de septiembre de 2022, en la citada localidad de Kunming (China)[5].
Es bueno recordar que se pretende avanzar en 4 grandes objetivos para el 2050, con 10 hitos y 21 metas para el 2030, que centrarían la acción en la protección del 30% de las tierras y océanos para ese año, y en limitar la contaminación agrícola y por plásticos; si bien el compromiso no es general entre todos los países.[6] adoptada en la primera parte de la COP15 celebrada en esa ciudad.
La Declaración de Kunming[7] aprobada en la primera parte de la COP15, básicamente pretende revertir la dinámica de pérdida de biodiversidad actual, definiendo una senda de recuperación de la misma para el 2030, que posibilite lograr la pretendida “visión”, para 2050, de “Una Vida en Armonía con la Naturaleza”. Declaración que ha sido considerada como un documento continuista de las líneas, programas y acciones reiteradamente demandadas, pero de escaso éxito y aplicación práctica hasta la actualidad del Plan estratégico para la biodiversidad 2011-2020 y de la consecución de las metas de Aichi para la biodiversidad, pese al acuerdo general sobre uno de sus fundamentos básicos que señalaba, ya a principios de la década de 2010, que “La diversidad biológica sustenta el funcionamiento de los ecosistemas y la provisión de servicios ecosistémicos esenciales para el bienestar humano. Proporciona seguridad alimentaria, salud humana, suministro de aire y agua limpios; contribuye a los medios de vida locales y al desarrollo económico, y es esencial para el logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, incluida la reducción de la pobreza”.
El Informe de la UNEP (2021)[8] mostraba que, frente a lo que había sido la trayectoria de la humanidad, desde 1970 a 2020, con un significativo crecimiento demográfico y económico, las consecuencias sobre el medio ambiente habían sido particularmente negativas, con fuertes impactos sobre usos del suelo, conservación de la biodiversidad y deterioro de los servicios de los ecosistemas. Y advertía de los riesgos que implicaba no realizar un cambio en profundidad en las dinámicas seguidas hasta entonces, tanto para lograr un bienestar sostenible en el tiempo para la población, como para alcanzar los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030. Destacaba la interrelación entre crecimiento, uso del suelo, calentamiento global y pérdida de biodiversidad, así como su interacción sobre el bienestar humano, y, particularmente, con la consecución de los ODS 13, 14 y 15, ligados, respectivamente, a la lucha contra el cambio climático y sus efectos, al buen estado de los ecosistemas marítimos (subacuáticos) y a los terrestres.
El Informe “Perspectiva Mundial sobre la Diversidad Biológica 5”[9], recogía la pérdida de biodiversidad y el deterioro de los ecosistemas registrados, que habían dado lugar a que dos terceras partes de los servicios proporcionados por la naturaleza a la humanidad estuvieran en reducción y en riesgo. Y en el primer párrafo de su Sinopsis (Pág. 8) señalaba: “La humanidad se encuentra en una encrucijada con respecto al legado que deja a las generaciones futuras. La diversidad biológica disminuye a un ritmo sin precedentes y las presiones que causan esta disminución se intensifican. No se alcanzará totalmente ninguna de las Metas de Aichi para la Diversidad Biológica, lo que a su vez amenaza el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y socava los esfuerzos para hacer frente al cambio climático. La pandemia de enfermedad por coronavirus (COVID-19) ha puesto de relieve aún más la importancia de la relación entre las personas y la naturaleza y nos recuerda a todos las profundas consecuencias para nuestro propio bienestar y supervivencia que pueden ocasionar una continua pérdida de diversidad biológica y degradación de los ecosistemas.”
Tras el sucesivo fracaso de los objetivos de frenar la pérdida de biodiversidad, primero para el 2010, y después para el 2020, respectivamente, ya que no se había logrado plenamente ninguna de las 20 metas perseguidas (aunque hubiera habido avances parciales en algunas de ellas) el Informe mostraba que la mayoría de los hábitats estaban declinando y que la tasa de extinción de especies se seguía acelerando. Y demandaba la imprescindible recuperación de la biodiversidad y de los servicios de los ecosistemas por motivos directamente ligados a la salud humana. Sin embargo, el hecho de que la acción práctica en esta materia esté condicionada por las políticas que se terminen desarrollando realmente, hace no ser optimistas respecto a la evolución hacia la señalada “Vida en Armonía con la Naturaleza”, en un marco que necesitaría una trayectoria radical de reversión de la tendencia de destrucción de biodiversidad biológica, con políticas superpuestas que condujeran la biodiversidad a los niveles existentes a principios de siglo: políticas de conservación/restauración de la biodiversidad y de los ecosistemas; freno al calentamiento global; reducción de impulsores de la pérdida de biodiversidad; producción sostenible; y reducción del consumo.
En particular, cabe resaltar la importancia de las medidas de apoyo a una agricultura que puede estimarse como perjudicial para el medio ambiente, por su utilización de fertilizantes y pesticidas o trasformaciones en el uso del suelo desacordes con la conservación de la biodiversidad. Aunque también hay que señalar el avance en el establecimiento de incentivos para alentar la conservación y la utilización sostenible de la diversidad biológica (por ejemplo, planes conjuntos de coordinación entre la agricultura y los espacios protegidos para conservar su biodiversidad; pagos por poner en práctica técnicas agrícolas que apoyan la diversidad biológica en los paisajes cultivados; etc.). En todo caso, tal y como se aprecia en la Figura siguiente, el balance en el caso de los países de la OCDE no puede considerarse positivo.
Tampoco puede considerarse positiva la evolución en la deforestación mundial, como se aprecia en la Figura siguiente, si bien la evolución pueda considerarse positiva en las dos primeras décadas del siglo y sólo África y América del Sur continúen con una tendencia gravemente perjudicial para los ecosistemas forestales y la biodiversidad.
Por último, en el marco del detallado Informe al que nos venimos refiriendo, señalemos, en primer lugar, que el porcentaje de las áreas cubiertas por superficies protegidas avanza a un ritmo mínimo desde 2015, habiendo evolucionado desde el 2000 hasta ese año, con un incremento del orden del 50% en la superficie protegida, para estancarse en la cifra del entorno del 15% en el señalado año 2015, y mantenerse hasta el 2020 en dicho entorno, pese a la importancia de las áreas protegidas desde el punto de vista de la conservación de la biodiversidad y de los servicios de los ecosistemas. Y, en segundo lugar, que el deterioro de los servicios de los ecosistemas sigue una tendencia gravemente preocupante, desde el punto de vista de los potenciales de aportación al bienestar de las personas, tal y como apreciamos en la síntesis referida a las tendencias mundiales registradas a lo largo de los últimos 50 años que se recoge en la Figura siguiente.
La lectura del Informe, con los datos cerrados en 2021, y la dinámica postpandemia e invasión de Ucrania, nos llevan a una situación de pesimismo respecto a la posible consecución de los últimos objetivos marcados en la señalada Declaración de Kunming de 2021, cuya continuación en la segunda parte de la COP15 ni siquiera tiene las fechas definitivamente fijadas.
El pesimismo no puede más que estar asociado a que la dinámica derivada del modelo de crecimiento imperante en la sociedad actual, difícilmente puede corregir sus procesos expansivos de trasformación en los usos del suelo, con la correspondiente afección a ecosistemas y pérdidas de biodiversidad y riesgo de nuevas zoonosis.
La situación española en el marco de la UE.
La UE, en su conjunto, mantiene una política en materia de biodiversidad y de protección de los servicios de los ecosistemas que puede considerarse vanguardista en el marco mundial. No obstante, tampoco ha conseguido los objetivos previstos para 2020 de frenar la pérdida de biodiversidad y está lejos de revertir las pérdidas históricas registradas en ese sentido, como muestran los Informes periódicos de la AEMA y sus cuadros de Indicadores ambientales actualizados periódicamente en la web[10].
En cuanto a España, señalemos que, al igual que la UE, y siguiendo sus directivas y políticas, el enunciado de los planes, estrategias, reformas e inversiones pueden considerarse, a grandes líneas, positivas, salvo en lo que incide en algunas medidas ligadas a la agricultura, insuficientes o incluso contradictorias con los objetivos ambientales.
Pero como también sucede con la UE, la práctica real se aleja de los objetivos perseguidos y el volumen presupuestario previsto anualmente, cuya eficacia de aplicación también es poco eficaz, dista mucho de lo deseable. Así, los Presupuestos Generales del Estado dedicaron un 0,3% del total a las políticas del ciclo del agua, en 2021, y preveía un 0,7% para 2022. A la Acción por el clima, un 1,4%, en 2021, y está previsto un 1,3%, en 2022. A los ecosistemas marítimos y la vida submarina, un 0,4%, en 2021, y está previsto un 0,3%, en 2022. Y a la vida en los ecosistemas terrestres, 1,2%, en 2021, y está previsto un 1,1%, en 2022. Lo que nos conduce a un escasísimo presupuesto total del 3,3%, en 2021, y del 3,4%, en 2022.
Lo que nos lleva a claras insuficiencias en distintos campos. Así, desde el punto de vista de las masas de agua continental, en general su estado no es adecuado para el 40% de su superficie en el conjunto de la UE, siendo particularmente negativo, como se aprecia en la Figura siguiente, en las áreas más densamente pobladas de la Europa noroeste, donde la inadecuación al buen estado llega a superar el 90% de las masas de agua.
Por otra parte, AEMA observa que la variación del estado, entre 2009 y 2015, después del segundo ciclo de planificación hidrológica europea, prácticamente no ha cambiado, no pudiendo considerarse las medidas adoptadas en los planes como particularmente positivas en este sentido.
En el caso español, una preocupación adicional al mal estado detectado en las Confederaciones hidrográficas del Duero, Guadiana y Júcar, fundamentalmente, es la prevista incidencia del calentamiento global sobre el posible deterioro de la situación, que alcanza valores máximos en el caso de España, tal y como se aprecia en la Figura siguiente.
El calor extremo también supone una gran amenaza para la biodiversidad marina del Mediterráneo, ya que la biodiversidad correspondiente no puede migrar hacia el norte para encontrar aguas acordes con las necesarias para su reproducción. Con ello, las praderas submarinas de posidonia –fundamentales para la biodiversidad y calidad de agua y equilibrio de nuestras costas podrían desparecer hacia 2050 si prosigue el calentamiento del agua del mar previsto y aumente la frecuencia e intensidad de los temporales costeros.
Otro aspecto fundamental, como es la incidencia de los espacios naturales protegidos, como apreciamos en la Figura siguiente, proveniente del sistema de Indicadores ambientales de AEMA (2022) el porcentaje de territorios de la UE protegidos, bien por pertenecer a la Red Natura 2000, o por otras figuras de los correspondientes estados, se acerca al 30%, en 2021, situándose España en la duodécima posición, ligeramente por encima de esa media de la UE, principalmente por la incidencia de la señalada Red Natura 2000.
El coste de las catástrofes naturales en España.
Un mayor detalle de la situación ambiental en España y de la incidencia en la misma de las regulaciones y medidas previstas, tanto a partir de lo establecido en el Plan de Reforma, Transformación y Resiliencia Español como de las actuaciones en marcha en distintas Comunidades Autónomas y su incidencia sobre el territorio, lo enfocaremos en un próximo artículo, para dedicar el resto del presente a un aspecto íntimamente ligado a la conservación de la biodiversidad y a los servicios de los ecosistemas como es la producción de catástrofes naturales y sus efectos.
AON (2022)[11], en su Apéndice B recoge la evolución de las pérdidas globales asociadas a desastres naturales y a desastres relacionados con el clima, que son las más directamente vinculados con la biodiversidad y el estado de los ecosistemas, desde 1950 a 2021, tal y como se refleja en la Figura siguiente.
Observamos la indudable tendencia creciente de ambas dinámicas y, en particular, la correspondiente a los desastres relacionados con fenómenos climáticos, cuya correlación con los efectos del calentamiento global parece cada vez más claro.
AON (2022) publicaba también el Informe de su Fundación sobre El coste de las catástrofes naturales en España (2016-2020)[12] cuya síntesis es suficientemente representativa de los riesgos de una dinámica que incide gravemente no sólo sobre la población y su patrimonio, sino también sobre la naturaleza, con efectos de gravedad creciente.
El Informe destaca los daños asociados a causas naturales sobre el Sector Agrícola, para el período 2016-2020, señalando, como media, la incidencia del pedrisco (40% de los costes), la sequía (24%), el viento (12%), la helada (10%) la lluvia y otros (9%) y las inundaciones (4%). Sin embargo, son las inundaciones las que, por sí solas, acumulan el 83% de los daños asociados a las economías domésticas, y el 75% de los daños al resto de la economía; a lo que hay que añadir el 1% de los temporales marítimos para las economías domésticas, y el 8% para el resto de las economías, como causas ligadas a las Infraestructuras Verdes y a la conservación de la costa como medidas de promoción de una biodiversidad y ecosistemas que pueden ayudar a prevenir y paliar significativamente estos daños, que conjuntamente, y como media, representan, respectivamente el 78% y el 5% del total de daños, excluida la agricultura.
Territorialmente, las provincias más afectadas en el periodo de observación (2016-2020) fueron Murcia, Alicante, Valencia, Barcelona y Málaga. Estas acumulan un 41% de los costes producidos
Según señala el sistema de Indicadores de AEMA (2022), en su información de 15 de enero de 2022, el impacto de las sequías sobre los ecosistemas en Europa, entre los años 2000 y 2019 generaron unas pérdidas de productividad en la vegetación del 3% anual en las áreas afectadas, que fue mayor en el caso de las zonas forestales, donde llegó al 5% anual. Las sequías prolongadas producen pérdidas de hábitats, migración de las especies autóctonas locales y favorecen la invasión de especies exógenas, con un saldo negativo total en la biodiversidad. En el período 2000-2019 el área medio anual impactada por las sequías, como porcentaje del total del país, según tipo de cobertura, fue la siguiente:
España fue el séptimo país en cuanto a la superficie afectada por la sequía (del orden de un 10% de su territorio), con una afección relativamente equilibrada, como se aprecia en la figura anterior, sobre cada uno de los tipos de cobertura.
Otro elemento a considerar en la degradación de ecosistemas y biodiversidad es la intensidad y frecuencia de los incendios forestales, que, aunque cuando responden a causas naturales tienen un papel positivo en los biosistemas, cuando superan un determinado umbral sus efectos son fuertemente negativos para los mismos. Y, en ese sentido, hay que destacar que el calentamiento global está aumentado el riesgo de incendios forestales en toda Europa, si bien las medidas que se vienen adoptando en las últimas décadas han conseguido que la superficie quemada permanezca relativamente estable en el área mediterránea, que es ámbito de mayor riesgo. No obstante, en los últimos años, la coincidencia de sequías y olas de calor sin precedentes, han afectado a regiones del centro y norte de Europa, que no suelen ser propensas a los incendios.
Se prevé una expansión de las áreas propensas a incendios y temporadas de incendios más largas en la mayoría de las regiones europeas, en particular para escenarios de elevado calentamiento global. España está entre los países de mayor riesgo y se estima que si se alcanzara los 3ºC de calentamiento global, los incendios forestales podrían duplicar su área potencial de afección.
Por último, como avance de lo ocurrido en 2021, el citado Informe de AON (2022) señala que, en 2021, proliferaron las catástrofes naturales climáticas que tuvieron una especial incidencia en España, sumándose a los efectos de la pandemia. Destacaron los efectos del Temporal Filomena, que dejó nevadas históricas en buena parte de la Península, que causaron cuantiosos daños materiales; las DANAS e inundaciones consiguientes en Galicia, País Vasco, Comunidad Valenciana y Toledo, o los 18 grandes incendios forestales, entre los que destacaron los de Ávila y Málaga.
Volviendo a cómo iniciábamos este artículo, salud y bienestar de las personas no puede lograrse si no es en el marco de una naturaleza sana y sostenible que mantenga su biodiversidad y proporcione los adecuados servicios de los ecosistemas como soporte de esa salud y bienestar.
Sin embargo, la priorización y puesta a disposición de medios y presupuestos para conservar la biodiversidad y los servicios de los ecosistemas, ni están ni se les espera más allá de regulaciones o propuestas que después no es posible implementar o regular. Tal vez alguna vez los desastres climáticos nos enseñen lo erróneo de esa política. Esperemos que no sea demasiado tarde.
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[1] WEF(2022). The Global Risk Report 2022. https://www3.weforum.org/docs/WEF_The_Global_Risks_Report_2022.pdf
[2] https://www.ipcc.ch/report/sixth-assessment-report-working-group-ii/
[3] https://www.ipcc.ch/report/sixth-assessment-report-working-group-3/
[4] https://www.ipcc.ch/report/ar6/wg1/downloads/report/IPCC_AR6_WGI_SPM.pdf
[5] https://www.cbd.int/article/new-dates-cop15-virtual-2021-facetoface-2022
[6] Existe una oposición tradicional a los acuerdos en países con fuertes procesos de trasformación en sus usos del suelo, ya sea por procesos de desforestación (caso de Brasil, por ejemplo, con una grave dinámica desde que es presidente Bolsonaro), de ampliación de explotaciones mineras, o de transformación urbana. Y hay que señalar que Donald Trump abandonó la Convención de Diversidad Biológica, sin que EEUU haya vuelto a integrarse en la misma, ni a suscribir la Declaración de Kunming.
[7] https://www.cbd.int/doc/c/99c8/9426/1537e277fa5f846e9245a706/kunmingdeclaration-en.pdf
[8] United Nations Environment Programme (2021). Making Peace with Nature: A scientific blueprint to tackle the climate, biodiversity and pollution emergencies. Nairobi. febrero de 2021 . https://www.unep.org/resources/making-peace-nature
[9] ONU. Medio Ambiente (2020). “Perspectiva Mundial sobre la Diversidad Biológica 5” https://www.cbd.int/gbo/gbo5/publication/gbo-5-es.pdf. En el documento se aprecia la Evaluación de los avances realizados para lograr las 20 Metas de Aichi para la Diversidad Biológica, con un Resumen de los Avances logrados, en su caso, y se establece la Perspectiva esperable para el 2050.
[10] AEMA (2022). Indicadores ambientales. https://www.eea.europa.eu/ims
[11] AON (2022). 2021 Weather, Climate and Catastrophe Insight. https://www.aon.com
[12] AON (2022). El coste de las catástrofes naturales en España (2016-2020). https://fundacionaon.es/wp-content/uploads/2022/02/Informe-Coste-Catastrofes-Naturales-2016-2020-FAE.pdf