En la primavera de 1988 me encontraba en un despacho de la calle Leopoldo Urrutia en Santiago, de Chile. La investigadora con la que compartía despacho, Marcela, me preguntaba sobre la Transición española y si se lograrían algo así en Chile. Le contesté que ojalá, pero que tenían una dificultad importante. Les faltaban monumentos de Pinochet que pudiesen conservar, pulir y lucir durante décadas después de la llegada de la democracia. No me entendía lo que quería decir.
La democracia española parte de un “pecado democrático original”: amnistiar a las demócratas víctimas de la dictadura. La Ley de Amnistía, aprobada el 14 de octubre de 1977, otorgaba el perdón a “los actos de intencionalidad política, cualquiera que fuese su resultado, tipificados como delitos y faltas realizados con anterioridad al día 15 de diciembre de 1976”. Así, sin preguntas. Amnistiaba a los torturados y los torturadores, en el mismo plano. A los encarcelados, a los humillados y perseguidos por ser demócratas se les amnistió. Llegó la democracia y les dijo “que sepáis que, a pesar de ser perseguidos, juzgados y encarcelados por los sicarios de la dictadura, se os concede el perdón”.
Hay un sociólogo reputado ELdEMdC adicto a las preguntas coloquiales. Dado que en aquel momento no se preguntó, lo hago ahora. “¿Está usted a favor de que se amnistíe a los demócratas encarcelados y torturados que lucharon contra Franco?” Imagino la perplejidad. Y que les parece un “¿está usted de acuerdo de que se amnistíe a los torturadores, los asesinos, los prevaricadores y a todos aquellos que sometieron por el miedo durante décadas a la sociedad española?” Y ya para terminar “en todo caso, ¿qué les parece que promocionen, condecoren y engalanen a los franquistas mencionados que abusaron y se beneficiaron de los privilegios del régimen dictatorial en España?”.
Y cierto es que cuarenta años de odio a la democracia, explotación y abuso del Estado daba para muchos culpables en los cuerpos de seguridad, el ejército, la judicatura, la iglesia y muchos más. No había cárceles para tanto franquista. Pero al menos debieron ser juzgados antes que amnistiados. Se les amnistió sin reconocimiento de culpabilidad alguna y en esa ni se enteraron de que eran los culpables de algo. De hecho, creo que ni lo notaron: la Administración del Estado quedó en manos de los reclutados por el franquismo, el caciquismo y fieles al régimen.
Ese es el punto de enmarcamiento de la Transición: amnistiar a los que lucharon por la democracia y dejar sin juzgar y condenar (aunque después amnistíes) a tanto canalla. Y de aquellos polvos, estos lodos. Ayuso y el PP claman por la batalla cultural. Denominan batalla cultural a que se les quiera recordar como culpables de algo. Ellos cursaron la transición a la amnistía sin saber de su mal. Y Vox está en lo mismo. Unos llevan el franquismo en el aguilucho y otros solo en el pico. Pero son los franquistas de siempre, luchando por sus privilegios de siempre.
En eso, el pueblo no es soberano de su vida. La Constitución es una jaula envuelta en lacitos de regalo que impide cualquier reflejo de la realidad. Y qué les parece la frase sobre “hacer realidad en la ley lo que ya es una realidad en las comunidades autónomas de España”. Una frase para enmarcar, como la Constitución, y después colgarla muy alto en la pared. Donde no se toque.