Los derechos políticos y las libertades civiles han disminuido en todo el mundo durante los últimos 16 años, y solo dos de cada diez habitantes del planeta viven en países libres, lo que plantea la posibilidad de que la autocracia pueda superar a la democracia como modelo de gobierno que guíe los estándares internacionales de comportamiento, según el informe “Libertad en el Mundo 2022: La expansión global de los gobiernos autoritarios”, realizado por Freedom House.

Ante esta realidad, parece oportuno recordar a Platón, cuando en La República señala que “a la libertad más completa y más ilimitada sucede el despotismo más absoluto y más intolerante”. O a Aristóteles, cuando, en Política, afirmaba que “la democracia existe cuando los libres ejercen la autoridad y una oligarquía cuando los ricos… Y tendremos democracia cuando los libres y pobres, siendo muchos tengan el control del poder y oligarquía cuando los ricos y más nobles, siendo pocos”.

 La democracia retrocede en el mundo. Como señala el informe “Libertad en el Mundo 2022: La expansión global de los gobiernos autoritarios”:

  • La autocracia está logrando avances contra la democracia, superando durante el último año en más de dos a uno el número de aquellos países que mejoraron.
  • Los gobiernos autoritarios colaboran cada vez más entre sí para expandir nuevas formas de represión, rechazar la presión democrática y acelerar sus ataques a los derechos humanos.
  • El declive democrático que se lleva experimentando durante los últimos 16 años afecta a todas las regiones y a todos los indicadores democráticos, incluidos el estado de derecho y la libertad de expresión y de creencias.
  • De los 47 países elegidos para el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, en 2022, solo 15 están clasificados como Libres, 18 están clasificados como Parcialmente Libres y 14 están clasificadas como No Libres en el informe de Freedom House.
  • Las democracias están siendo atacadas desde adentro por fuerzas políticas antiliberales, que están dispuestas a corromper y destruir las mismas instituciones que los llevaron al poder. Estas fuerzas políticas están explotando las deficiencias del sistema para promover el odio, la violencia y el poder desenfrenado.

Ante esta preocupante realidad, hay que reaccionar y comprometerse porque la democracia se muere. Y para ello, hay que dejar de ser un espectador de la vida y actuar, porque pequeños y continuos cambios en la dirección de más democracia e igualdad, transformarán a las personas y las prioridades de las sociedades.

La democracia debe adaptarse a esta nueva era digital y defenderse de los ataques que está sufriendo para recuperar su vigor y su fuerza. Sólo es preciso ampliar los espacios de libertad, bienestar y seguridad, para todos los seres humanos, a través de un nuevo impulso democrático en esta ocasión global.

Hoy en el mundo, hay 83 países y un territorio que pueden denominarse libres, cuando en el año 2017 eran 87. Estos países suponen el 42 por ciento del total, cuando en 2017 suponían el 47 por ciento. En cuanto a la población, hoy viven en países libres el 20 por ciento de la población cuando en 2017 eran el 39 por ciento de la población del mundo. Es decir, se ha pasado de 2.886.000.000 personas a 1.560.000.000 en la actualidad.

En cuanto a los países parcialmente libres, en la actualidad hay 56 países y cuatro territorios que representan el 29 por ciento del total de países, cuando en el año 2017 había 59 países y representaban el 30 por ciento. El cambio más importante se observa en el total que población que vive en ellos, que ha pasado del 25 por ciento (1.850.000.000 de personas) en el año 2017 al 42 por ciento de la población total del planeta ahora, lo que supone 3.276.000.000 personas.

Por último, se ha producido un incremento de los países no libres. Hay 56 países y 10 territorios no libres en la actualidad que representan el 29 por ciento, frente a los 49 países, que representaban el 25 por ciento del total en el año 2017. Y en ellos, habitan 2.964.000.000 personas, el treinta y ocho por ciento de la población mundial, frente a las 2.664.000.000 personas que había en el año 2017 y que suponían el treinta y seis por ciento de la población mundial. Es la proporción más alta desde 1997.

Los tiempos son complicados, los miedos aumentan y es preciso frenar la amenaza que para la democrática suponen los populismos nacionalistas y los excesos de los estados no democráticos. Para ello, hay que afianzar la utilidad de la democracia, los derechos humanos y el Estado de derecho. Y ello, solo se conseguirá con más igualdad, libertad y justicia social para todos, y especialmente para las personas que están más desprotegidas.

La democracia es un sistema de equilibrios y hoy éstos están rotos, por lo que se hace necesario avanzar a otra etapa de desarrollo democrático con mayor participación de los ciudadanos. La evolución de la democracia en el siglo XXI pasa por realizar un cambio político, económico y social que se centre en la libertad, la igualdad y la distribución de la riqueza, con las personas como protagonistas.

La democracia implica una socialización del poder, de todos los poderes. Por este motivo, hay que buscar la extensión de las prácticas y procedimientos democráticos en las diferentes esferas sociales y económicas, a nivel local y planetario, porque las ideas de democracia, de libertad, de igualdad y de participación, que han impregnado en mayor grado a la sociedad que a algunas de sus organizaciones, son indivisibles.

¿Cómo hacerlo? la cuestión fundamental es la necesidad de evitar concentraciones excesivas de riqueza y de poder que lleguen a ser disfuncionales para la sociedad y que impidan una participación de todos los ciudadanos en condiciones de igualdad.

Es preciso recuperar el espacio de la política para que la economía esté al servicio del interés general, tanto en el ámbito nacional como en la construcción a nivel internacional de una democracia global. En ambos casos, el Estado (los Estados) es el instrumento esencial para conseguir estos objetivos.

Son necesarios consensos políticos y sociales básicos, desde la política y con la legitimidad que dan los ciudadanos en las urnas, para conseguir una nueva legitimidad social y política hacia una democracia más avanzada que se desarrolle en una economía de mercado, pero no en una sociedad de mercado.

Acabar con el descontento ciudadano y mejorar la democrática no se va a conseguir ni con populistas ni con tecnócratas. Se necesita la política y la participación de los ciudadanos, porque los peores errores que pueden cometer, en estos momentos, algunos gobiernos son dos: olvidar la importancia que en términos políticos, sociales y económicos tiene la cohesión social, y plantear salir de la crisis recortando aspectos básicos del Estado de Bienestar.

El camino es claro: fortalecer las instituciones para avanzar en democracia; unidad de las democracias para actuar frente a los abusos autoritarios; y apoyo constante a los defensores de los derechos humanos en todo el mundo. Si no se hace, vencerán las autocracias y morirá la democracia.

 

Fotografía: Carmen Barrios