Almudena Grandes, Ed. Tusquets, Barcelona, 2020
“Por las mañanas alguien tocaba el piano”, con esta frase comienza La madre de Frankenstein, V entrega de los Episodios de una Guerra Interminable, fabulosa saga con la que Almudena Grandes está tejiendo un friso novelesco impresionante. Los libros que componen dicha saga constituyen un friso imprescindible para entender lo que ha supuesto la pesada losa del franquismo en la reciente historia de España sobre la población, y en especial sobre las mujeres, sometidas durante cuatro décadas a los dictados del nacional catolicismo.
Confieso que soy una seguidora ferviente de la Grandes. Espero sus libros con ganas. Nunca me defrauda. Como a mi a miles de lectoras, que esperan sus novelas con avidez. Sus historias cautivan desde la primera frase y transportan a un mundo con multitud de referencias universales, que convierten a cualquier lector o lectora en cómplice entregado a una lectura que atrapa. La madre de Franquestein. No es una excepción. Desde esa primera frase, “por las mañanas alguien tocaba el piano”, se está ya dentro de una atmósfera que absorbe.
En este libro, Almudena Grandes cuenta la historia de Aurora Rodríguez Carballeira, madre y asesina de Hildegard Rodríguez Carbelleira (conocida desde 1933 –fecha de su asesinato- como la virgen roja), durante sus años de reclusión en el hospital psiquiátrico de Cienpozuelos. Una historia que sirve de hilo conductor, y se convierte en excusa para relatar multitud de historias paralelas cada cual más interesante. Todas juntas componen un retrato magistral de la España gris, cutre, autoritaria, ruin, pobre (intelectual y socialmente pobre), despiadada, cruel con los débiles y los vencidos, y repugnante, injusta y de un recalcitrante machismo con las mujeres. Retrata esa España de los años 50 del siglo pasado, en la que el nacionalcatolicismo se había impuesto como hegemonía cultural sobre la sociedad española, subyugando con sus “enseñanzas” de forma especial a las mujeres, metiéndolas en casa y desproveyéndolas totalmente de autonomía personal. En la novela flota este ambiente cargado y espeso de la España nacional católica, de forma que llega a convertirse en un personaje opresor, que influye en el desenlace de la trama de manera determinante.
Franco usó esa alianza entre el Estado y la Iglesia católica para meter en casa (y en vereda) a las mujeres, más de la mitad de la población. Si un Estado consigue controlar a las mujeres, y subyugarlas, controla toda la sociedad. Por eso la derecha católica española insiste continuamente en este mantra, y quiere perseguir y culpar a las mujeres feministas –y a las mujeres libres, en general- de todos los males, aun hoy, como tristemente estamos viendo.
Termino esta reseña reproduciendo los dos últimos párrafos del libro, una reflexión política destacable que no quiero obviar, que van como conclusión final a los agradecimientos que hace la autora y mediante los cuales explica el proceso de creación de este maravilloso y necesario libro:
“La alianza entre el Estado y la Iglesia católica desató sobre ellas (las mujeres) una represión íntima, invisible en apariencia, que las encarceló por dentro, e intervino su vida privada, que coartó ferozmente su libertad para impedir que fueran felices mientras trabajaban como mulas a cambio de salarios de hambre y sin derechos de ninguna clase, que las indujo a avergonzarse de su propio cuerpo hasta el punto de convertir la manga corta en un pecado.
En memoria de todas esas mujeres que no pudieron atreverse a tomar sus propias decisiones sin que las llamaran putas, que pasaron directamente de la tutela de sus padres a las e sus maridos, que perdieron la libertad en la que habían vivido sus madres para llegar tarde a la libertad en la que hemos vivido sus hijas, he escrito este libro”.
Gracias, una vez más, Almudena Grandes.