Las informaciones sobre la retirada rusa de Bucha, más las noticias que están llegando de Mariúpol, nos muestran que las Fuerzas Armadas rusas se están ensañando con la población civil. Por mucho que lo niegue el Gobierno de Putin, todo hace pensar que el invasor ruso ha dado un paso más en la agresión contra la población civil. Si desde que se inició la invasión los Ejércitos rusos atacaron a la población civil por medio, generalmente, de artillería y de misiles, ahora estamos descubriendo que esa agresión ha subido en intensidad y todo hace pensar que los rusos han perseguido a los civiles en las zonas de ocupación y que posiblemente han querido castigar los civiles antes de abandonar, derrotados, una ciudad como Bucha. El cambio cualitativo en las formas de agresión es muy notable.

Es cierto que, en primer lugar, hay que contrastar la veracidad de las informaciones que hablan de las matanzas de civiles. El Gobierno ruso lo niega y hasta atribuye las informaciones a una operación propagandística de Ucrania. Pero hay demasiadas evidencias, demasiados periodistas, demasiadas fotos y filmaciones para pensar que la denuncia ucraniana no es verídica. Sobre todo, como veremos más abajo, porque someter a la población civil a este tratamiento tiene demasiados antecedentes en la Historia.

El Derecho Internacional Humanitario surgió en el siglo XIX para proteger a bienes y personas no combatientes y para regular la forma de conducir las hostilidades. Los internacionalistas distinguen entre el Derecho de Ginebra, que es el Derecho Humanitario bélico para proteger a las víctimas de los conflictos, y que se basa en los Convenios firmados siempre en Ginebra que está formado por los cuatro Convenios de 1949 (y un Protocolo de 1977), y el Derecho de La Haya, que es el Derecho de los conflictos armados, el ius in bello, que se inició con el Convenio de Ginebra de 1864 (sí de Ginebra, luego la negociación de estos Tratados se trasladó a La Haya) para mejorar la suerte de los heridos y de los enfermos de las Fuerzas Armadas en campaña y que ahora corresponde a las Convenciones de 1907. Al Derecho Humanitario bélico de Ginebra habría que añadir el Convenio de La Haya de 1954 para la protección de los bienes culturales en caso de conflicto armado, con sus dos protocolos de 1954 y 1999, destinado específicamente a dar reglas de protección de los bienes del Patrimonio Histórico. Es cierto que, a diferencia del Derecho de loa conflictos armados que se inicia a mediados del siglo XIX, el Derecho Humanitario bélico de Ginebra comienza muy tarde, en 1949, cuando se elabora el Convenio IV que va dirigido a proteger a la población civil, por lo que quedaron fuera de cualquier protección jurídica los grandes daños que sufrió la población civil en la Primera y en la Segunda Guerras Mundiales (sobre el Derecho Internacional Humanitario, por todos, Antonio Remiro Brotóns et alii: Derecho Internacional, Valencia, 2007, págs. 1221-1239).

Desde que se aprobaron los Convenios de Ginebra 1949 sólo las agresiones estadounidenses a Vietnam del Norte e Irak habían provocado tantos daños en la población civil como está produciendo Rusia en Ucrania. La única diferencia es que los daños estadounidenses en Vietnam y en Irak se produjeron por medios aéreos pues Vietnam del Norte nunca fue ocupado por el agresor e Irak fue ocupado por Estados Unidos cuando estaba prácticamente vencido. La agresión rusa a la población civil ucraniana se diferencia de las que sufrieron Vietnam del Norte e Irak en que la persecución a la población civil la está realizando el Ejército de ocupación, además de la que efectúa por medio de bombardeos aéreos y misiles sobre áreas no ocupadas. Más se parece, en pequeña escala, a la ocupación alemana de muchos países europeos entre 1939 y 1945.

Con estos antecedentes conviene reflexionar sobre las causas de este trato tan cruel a civiles.

¿POR QUÉ CIERTOS EJÉRCITOS PERSIGUEN A LA POBLACIÓN CIVIL?

¿Por qué un Estado persigue y provoca daños en la población civil del enemigo? El fin está claro, debilitar al enemigo, desmoralizarlo y mostrarle su debilidad, como hicieron los rebeldes en la Guerra Civil española (Guernica, Durango, Madrid, Barcelona) o Alemania con el Reino Unido a partir de 1940 y también Estados Unidos con Vietnam del Norte a partir del falso incidente del Golfo de Tonkín en 1965 y con Camboya y Laos desde de 1969. Un segundo fin es destruir las infraestructuras del enemigo para hacerle más difícil defenderse. El tercer fin es más difícil de interpretar sólo desde la política y necesita un cierto análisis desde la psicología en concurrencia con la política. Pongamos un ejemplo. ¿Por qué los alemanes destruyeron el 10 de junio de 1944 la población de Oradour-sur-Glanne, en la Alta Vienne? ¿Qué sentido tenía que una compañía de la División Das Reich de las Waffen-SS, en retirada, entraran en una población pacífica y acabaron matando a 642 vecinos, entre adultos y niños? (sobre esta matanza, Guy Pauchou y Pierre Masfrand: Les victimes de Oradour-surGlanne, visión d´épouvante, París, 1970). Otro ejemplo, ¿qué sentido tenía el asalto del Ejército japonés a la Embajada española en Manila en marzo de 1945 donde murieron trescientas personas? (Carmen Güell: La última de Filipinas, Barcelona, 2005). Y podríamos extendernos con otros ejemplos igualmente pavorosos como la matanza que hicieron los japoneses en Nankín en diciembre de 137 (trescientas mil víctimas) o, salvando la distancia cuantitativa pero igualmente horrorosa, la matanza de Srebrenica (ocho mil bosnios musulmanes a manos de los serbios, ante la pasividad de los militares neerlandeses).

La interpretación más sencilla y más simple en una y otro caso es la venganza, bien por la derrota que estaban sufriendo bien para castigar al enemigo. Y posiblemente sea acertada la explicación pero, en todo caso, será insuficiente. Porque al factor psicológico se debe añadir otro factor político. Si unos militares fueron capaces de efectuar matanzas como las de Oradour-sur-Glanne, Manila, Srebrenica o Nankín fue porque previamente el Ejército al que pertenecían y el Estado del que formaba parte ese Ejército estaban imbuidos de una ideología ultra-belicista que no concebía otra cosa que la destrucción del enemigo. Y entendían por enemigo toda persona, todo colectivo, que no compartiera la ideología del Ejército y del Estado combatiente. Ese es el producto de los regímenes autoritarios, de los regímenes no democráticos. Porque la democracia se fundamenta en la idea de pluralidad y de tolerancia y a la democracia le está vedado tratar a las personas como enemigos a eliminar (Hans Kelsen: Esencia y valor de la democracia, Oviedo, 2006). Un Estado no democrático (o insuficientemente democrático) va a imbuir a sus Fuerzas Armadas una visión ultra-bélica y va a comportase con la población civil como se comportaría con los combatientes: se piensa que la población civil se merece el mismo trato que el combatiente y, además de las necesidades estrictamente bélicas, no los jefes no prohíben vengar en esas personas los fracasos militares. La Alemania nacionalsocialista lo practicó a lo largo y a lo ancho de Europa entre 1939 y 1945. Y también lo hizo Japón en media Asia y en parte de Oceanía.

Con estos antecedentes estamos en mejores condiciones de entender por qué las Fuerzas Armadas rusas están martirizando a la población civil ucraniana.

¿POR QUÉ LOS EJÉRCITOS RUSOS PERSIGUEN A LA POBLACIÓN CIVIL UCRANIANA?

El bolchevismo era la vía al socialismo a través de la guerra civil. No sólo provocó un golpe de Estado contra la novísima República democrática que dirigía Kerenski sino que el nuevo régimen se asentó sobre una permanente guerra civil contra los adversarios de cualquier signo y no sólo contra los enemigos zaristas que intentaron recuperar Rusia. Ese trato como enemigos a todos los adversarios se expresó en la gran hambruna ucrania, el holodomor, que provocó millones de muertos entre 1932 y 1933. La guerra civil siguió con Stalin en el interior del propio Partido Comunista. A partir de 1934 Stalin desencadenó una purga de 700.000 ejecutados, millón y medio de encarcelados y muchos millones de deportados [J. Arch Getty y Oleg V. Naumov: The Road to Terror. Stalin and the Self-Destruction of the Bolsheviks, 1931-1939, New Haven (Conn.), 1999]. Y cuando se practica ese tipo de políticas represivas, no se pone ningún límite de modo que a comienzos de la Segunda Guerra Mundial, a partir de abril de 1940, el Ejército soviético realizó otras matanza, la de Katyn, donde ejecutó a 22.000 militares, funcionarios, clérigos e intelectuales polacos (Thomas Urban: La matanza de Kayin. Historia del mayor crimen soviético de la Segunda Guerra Mundial, Madrid, 2020).

El Estado ruso es heredero del Estado soviético que, junto a la Alemania nacional-socialista, efectuó las mayores matanzas del siglo XX sobre enemigos extranjeros y enemigos internos. Además, es un Estado de muy escasos estándares democráticos. La confluencia de ambas circunstancias nos ayuda a entender por qué las Fuerzas Armadas rusas no van tener dudas ni escrúpulos en perseguir a la población civil ucraniana. No es que los Estados democráticos no practiquen políticas represivas crueles pues lo hicieron Estados Unidos en Indochina y también Francia en Argelia pero las democracias consolidadas se ven sometidas al control, de la opinión pública y siempre su acción represiva va a tener límites y críticas. Pero no así Rusia.

Por eso no deberíamos ser optimistas ante la política represiva, de persecución organizada, que las Fuerzas Armadas rusas practicarán en Ucrania. La Historia les empuja y el control de la opinión pública es insuficiente. Actuarán hasta el punto en que Putin considere útil destruir a la población civil ucraniana.