Agosto ha sido el mes de la consolidación de la senda de crecimiento de la economía española tras los meses más duros de la pandemia (a la cabeza del crecimiento en la UE) y en el que se ha alcanzado un aceptable nivel de vacunación (más aun comparando con los países de nuestro entorno), lo que ha enfriado el impulso tuitero y presencial de los líderes de la derecha y la ultra-derecha españolas.
Por si esto fuese poco, además salió de la actualidad informativa el asunto cubano, o el Presidente virtual, Guaidó, ha comenzado un acercamiento y entendimiento con el chavismo, lo que también ha contribuido a atenuar los recurrentes discursos de la peña. De modo que los portavoces cambiantes, que se han ido turnando en sus vacaciones, se han puesto como basiliscos afeando que cualquiera que no sean ellos se desplacen de su habitual lugar de residencia. Hasta tal punto ha llegado el absurdo, que se han elevado unas alpargatas a asunto de Estado, separando a quienes, escandalizados como el comisario de Casablanca, de la seriedad y la coherencia que se les debe exigir.
Todavía más chocante (por no decir bochornoso) resulta si comparamos el sentido de estado del Presidente de la Ciudad Autónoma de Ceuta, con el histrionismo del Alcalde Madrid, a la sazón portavoz nacional del Partido Popular (al menos formalmente). Éste último se permite el lujo de criticar la acción española en Afganistán mientras obvia el asunto del YAK-42, el “les aseguro que en Iraq hay armas de destrucción masiva”, o el momento tejano de “estamos trabajando en ello”, capítulos todos ellos que deshonraron la política exterior española y que fueron protagonizados por un inefable Presidente.
Por el contrario, la acción exterior en las últimas semanas por parte de nuestro Gobierno y nuestro Presidente en el capítulo de Afganistán, ha hecho a nuestro país granjearse el reconocimiento por la defensa de los derechos humanos de la prensa extranjera (podemos ver al Washington Post poniéndonos de ejemplo frente a otros países). Además ha recibido el espaldarazo de la Comisión y el Consejo Europeos, con la presencia de sus titulares, Ursula Von der Leyen y Charles Michel, junto a Pedro Sánchez en la Base de Torrejón. A lo que hay que añadir los elogios que el Presidente Biden ha vertido sobre nuestra política exterior.
Ha habido además otros asuntos que han ocupado eventualmente y a modo de comodín a portavoces y opinadores estivales, como el precio de la electricidad (que hay que reconocer como inaceptable), vienen acompañados del olvido, pues no mencionan a quien establecieron el invento de las subastas energéticas, o que establecieron el vergonzante impuesto al sol, o jugaron con indecentes juegos especulativos con los huertos solares.
Sin duda el verano les hubiera sido más provechoso si hubiesen aplicado lo que Antonio Machado resumió en su cita: “Si cada uno hablase de lo que sabe, y se callara de lo que no, se produciría un gran silencio nacional que podríamos dedicar al estudio”.