En el verano de 1965, se hizo popular el pegadizo baile de La Yenka, cuyo estribillo —que iba acompañado por los correspondientes pasos de baile— decía así:

izquierda, izquierda

                                   derecha, derecha

                                   delante, detrás

                                   un, dos, tres

Los que no lo conocieron pueden deleitarse aquí con una de sus versiones. Ese es el baile que parece estar interpretando el señor Núñez Feijóo desde que ha sido nominado a la máxima responsabilidad del Partido Popular.

El próximo presidente del PP está recorriendo la geografía española, dando a conocer su programa con vistas al inminente congreso en el que será nombrado oficialmente. Sin embargo, los que le escuchamos no acabamos de comprender su discurso, sin duda debido a alguna deficiencia de nuestra capacidad de entendimiento. Destacamos aquí algunas de sus declaraciones recientes para que el lector pueda formarse su propia opinión.

El 2 de marzo, ante la Junta Directiva del PP de Galicia, Feijóo afirmaba que “El PP no es euroescéptico, ni antiautonomista, ni populista”, como sí lo es, en su opinión, la formación de Santiago Abascal. Animaba a combatir la amenaza de Vox para el PP mediante la explicación del proyecto popular a los votantes de aquel partido, con el fin de que vuelvan a su partido original.

Ese mismo día, la portavoz del PP en el Congreso, Cuca Gamarra, bajaba unos cuantos decibelios su habitual agresividad contra Pedro Sánchez y le ofrecía apoyo a sus medidas relacionadas con la guerra en Ucrania, es decir, apoyo al envío de armas y a la acogida de refugiados.

El 3 de marzo, desde Santiago de Compostela, Feijóo anunciaba su candidatura y explicaba que pretendía llevar a cabo una política “madura, seria y con sentido de Estado”, alejada de eslóganes y que estaba dispuesto a llegar a pactos de Estado con el PSOE. “Si Sánchez es capaz de pactar en su Gobierno —dijo—, el PP estará sentado y será el último en levantarse para intentar pactar”.

Tres pasos para delante.

El 11 de marzo, en cambio, consideró  “perfectamente legítimo” el acuerdo del PP de Castilla y León con Vox porque “ha evitado un adelanto electoral”. Apenas 24 horas más tarde, volvió a referirse a la cuestión en un acto en Valencia, asegurando que el PP nunca será un “partido populista” y que “a veces es mejor perder un Gobierno que ganarlo desde el populismo”.

Un pasito a la derecha y otro a la izquierda.

El 13 de marzo, en la reunión del Presidente del Gobierno con todos los dirigentes autonómicos en la isla de La Palma, acordaron todos —Feijóo entre ellos— reforzar los mecanismos de cooperación entre el Ejecutivo y las comunidades autónomas en torno a cuatro grandes ejes: ayuda humanitaria y acogida de refugiados, respuesta al alza del precio de la energía, despliegue de fondos europeos y articulación del Plan Nacional de Respuesta a las consecuencias de la guerra en Ucrania.

Otro paso para delante.

Un día más tarde, Feijóo acusó al Gobierno de “forrarse” con la recaudación de impuestos sobre la luz, el gas y la gasolina: “El Gobierno se está forrando con el incremento de la luz y la gasolina, porque el 50% de su precio son impuestos. Cuando el megavatio costaba 30 euros, el 21% eran impuestos; ahora que cuesta 500 euros, el 21% son impuestos. Imaginaos” —dijo desde Mallorca. Se le olvidó aclarar que, en realidad, el IVA de la luz ya bajó en octubre del 21% al 10% y que más de la mitad de los impuestos a la energía y los carburantes los recaudan las comunidades autónomas, una de las cuales él preside.

Un paso para atrás.

El 16 de marzo, el consejero de Sanidad andaluz había hecho unas declaraciones en las que adoptaba sin rubor el vocabulario de la ultraderecha en el tema de la violencia machista, diciendo que había que reemplazar ese término por el más amplio  —en su opinión— de “violencia intrafamiliar”. Al día siguiente, Feijóo le defendió afirmando que “hace un tiempo sufrimos un asesinato producido por un padre que, por un problema con su pareja, asesinó a sus dos hijas. Eso no es violencia machista, eso es violencia intrafamiliar”. Cuatro horas después rectificó desde Twitter, volviendo al término habitual de “violencia vicaria” y asegurando que “Galicia sabe lo que es que un padre asesine a sus hijos para dañar a la madre”.

De nuevo, un paso a la derecha y otro a la izquierda.

Días más tarde, en la sesión de control del día 23, la portavoz Gamarra se olvidó de su tono anterior y culpabilizó al Gobierno de la escalada de precios, acusando al Presidente de “parapetarse tras la guerra en Ucrania” para no asumir su responsabilidad.

Y ahora, un paso para atrás.

En esa misma línea, el día 25 Feijóo reprobó desde Bilbao la gestión del Gobierno de la crisis económica y de la huelga del transporte. Dijo que nunca había visto un Gobierno que actuase con “tanta dejadez, tanta parsimonia y tanta indolencia” ante las dificultades. Recordó a Sánchez que ser presidente del Gobierno no era “tener un Falcón”, ni “cientos de asesores”, ni un “servicio de maquillaje” o hacer “una serie de televisión” y que tampoco lo era “darse una gira por Europa”. Esa gira, por cierto, es la que ha permitido que España y Portugal hayan conseguido la excepción para la península ibérica que permitirá regular de un modo más racional la fijación del precio de la electricidad y bajarnos a todos la factura de la luz.

Finalizamos, pues, con varios pasos para atrás.

Ante esta exhibición de pasos para delante, para atrás, a izquierda y a derecha, los ciudadanos nos preguntamos cuál de todos es el verdadero Feijóo. Como esas orquestas que, antes de actuar, afinan sus instrumentos y durante unos segundos desafinan bastante, el señor Feijóo no parece encontrar su afinación justa. Tal vez la encuentre cuando sea nombrado presidente de su partido y los ciudadanos podamos enterarnos de si estamos ante una segunda versión del PP de Casado o si realmente se va a inaugurar una nueva etapa en la que el PP renunciará al populismo del que ha hecho gala hasta ahora y acordará con el Gobierno los temas de Estado. Sería una buena señal que empezara por acabar con el bloqueo de tres años que su partido ha impuesto a la renovación del Consejo del Poder Judicial.