Una de las consecuencias de la invasión de Rusia a Ucrania se está manifestando en la crisis energética: la dependencia del gas ruso, los planes de bloqueo comercial, la crisis energética y la alarmante subida de los precios de la electricidad que asfixia a la ciudadanía.
El gran éxito de Pedro Sánchez ha sido conseguir la llamada “excepción ibérica”, es decir, que la Unión Europea permita a España y Portugal adoptar medidas específicas contra los elevados precios de la energía, que consiste en limitar el precio de los combustibles fósiles, especialmente el precio del gas, que es la energía que marca el precio diario final del mercado de la electricidad.
Sin duda, un gran éxito porque disminuirá de forma importante la factura de la luz de los españoles, ayudando a sobrellevar las consecuencias económicas y sociales de la guerra en Ucrania.
Ante las dudas que surgen de quién pagará la limitación del precio de la energía, ya se ha dejado bien claro que será asumido por los ahorros de las empresas eléctricas, por eso, tanto Endesa como Iberdrola han puesto el grito en el cielo y pretenden rebelarse ante esta decisión. Algo que no van a conseguir porque la decisión europea está avalada con el artículo 122 del Tratado de la UE. Y no les queda más remedio que asumir la corresponsabilidad que les corresponde, apretarse un poco el cinturón, seguir teniendo beneficios, pero compartir parte de sus ganancias con sus clientes, es decir, con todos nosotros. Hasta aquí he seguido perfectamente lo que significaba la negociación española frente a Europa y el éxito del presidente Sánchez.
Sin embargo, cuesta entender qué pasa con el precio de la energía, por qué es tan cara y qué estamos pagando. Por otra parte, nos encontramos ante una gravísima crisis climática con un agotamiento de los combustibles fósiles y siempre queda la duda de saber si Europa hace algo al respecto.
La ciudadanía vemos aquello que se nos pone delante de las narices, incluso que nos incomoda, como limitar el uso del vehículo privado, cerrar ciudades o inundarnos de carril-bici. Todas las medidas son útiles, pero la magnitud de sus efectos es diferente. Y en este punto es donde creo que desconocemos la importante y decisiva política energética que está realizando la Unión Europea que pasa inadvertida y que, además, no se explica con suficiente claridad.
Voy a intentarlo.
Los precios del sistema eléctrico europeo responden al llamado “Sistema Marginalista”. Esto significa que los precios se forman a partir de una subasta diaria y el precio lo marca la energía más cara, en este caso, es el gas. Es decir, todas las energías que producimos y consumimos en los países europeos lo pagamos al precio de la energía más cara.
Y el diferencial es realmente elevadísimo: por ejemplo, la energía eólica (la más barata) se paga a 20 euros el MWh mientras que el gas (la más cara) se paga a 450 euros. Esto quiere decir que todas las energías (eólica, solar, nuclear, petróleo y gas) las pagamos al precio más caro, lo que significa que las empresas eléctricas obtienen unos beneficios exageradísimos por las energías renovables o limpias, cuyos costes de producción son muy baratos. ¿Por qué? ¿Acaso Europa está tonta? ¿Qué significa esto?
En primer lugar, veamos de dónde se obtiene la energía. Actualmente, el 60% de la energía está producida por fuentes alternativas a los combustibles fósiles. Lo vemos en el gráfico donde las nucleares, la hidroeléctrica, la eólica, la solar y la bioenergía superan al carbón, al gas y al petróleo. Y eso es una magnífica noticia porque significa que Europa sí está haciendo la transición hacia las energías renovables, evitando cada vez más el uso de los combustibles fósiles ([1]).
En segundo lugar, ¿cómo se obtienen los precios?
En el siguiente gráfico vemos que diariamente se compra la energía en orden, es decir, primero la nuclear, la solar, la eólica, la hidráulica, y por último, el gas. Esto quiere decir que se intenta cubrir el consumo con energías renovables, pero no hay suficiente. Si un día hubiera suficiente viento, mucho sol, mucha agua en las presas, y al tiempo redujéramos la calefacción o los aires acondicionados, podríamos tener un equilibrio suficiente para NO necesitar al gas. Eso abarataría muchísimo el precio al tiempo que ayudaría al planeta. Por cierto, me ha parecido una medida valiente y comprometida la del gobierno italiano limitando el aire acondicionado en los edificios públicos.
Ahora bien, esto no explica el alto precio que pagamos por la energía. Más bien al contrario. Si las renovables son más baratas, por qué pagarlas al precio del gas.
Aquí es donde entra la política energética de la Unión Europea que, en mi opinión, representa una acción valiente y comprometida. A veces decimos de forma simplista “los gobiernos no hacen nada. Europa no hace nada”, y, en cambio, desconocemos lo que esto significa.
Aplicar el “Sistema Marginalista” significa la APUESTA con una prioridad absoluta por la energía más limpia. Europa está incentivando a las empresas eléctricas para que vean un enorme beneficio en el margen entre coste de las energías limpias y el precio que se les paga. Conclusión: “Cuantos más paneles solares y más molinos de viento tengamos más dinero ganaremos. Construyamos más”. Este es el verdadero motor y objetivo de la política de precios: modificar el interés del mercado, dirigir la economía hacia nuevos intereses medioambientales y sociales más beneficiosos, transitar hacia otras energías, combatir la crisis climática. Si Europa no fomentara la inversión y producción en renovables, resultará más beneficioso seguir consumiendo fósiles; si Europa no fomentara los beneficios de estas energías, las empresas no tendrían interés en su producción.
En definitiva, esto significa que la ciudadanía europea está pagando ahora la producción futura de energías limpias. Significa que estamos invirtiendo ahora por nuestro futuro más próximo. ¿Tiene esto algún resultado? Pues SÍ.
En el siguiente gráfico vemos cómo ha evolucionado el porcentaje de producción eléctrica en la Unión Europea, y vemos con claridad como ha bajado el combustible fósil y el carbón, al tiempo que aumentan significativamente la producción de renovables, eólica y solar. Según el análisis del sector eléctrico europeo, en 2020 se aumentó un 10% la producción de eólica y solar.
Esto no significa que todo esté solucionado. Es evidente que hay problemas como, por ejemplo:
- La falta de competencia de las empresas eléctricas y sus continuos intentos de extralimitarse en los precios. (Por eso, más vale que las eléctricas españolas se callen y colaboren en una pequeña parte con superar la crisis energética).
- La necesaria inversión en renovables que todavía queda para que países europeos puedan ser autosuficientes sin el gas.
- Las energías renovables son vulnerables frente a condiciones climatológicas.
- Concienciación social del coste económico que supone apostar por una transición energética para obtener unos beneficios sociales y medioambientales a medio plazo.
- Superación de las trabas legislativas y sociales para instalaciones eólicas y solares.
Problemas hay. Y la invasión rusa ha venido a acentuar la crisis energética. Sin embargo, opino que el camino emprendido por la Unión Europea es acertado y comprometido.
La política europea de precios tiene sentido, aunque a priori a los profanos nos resulte absurda o incomprensible. El ciudadano debe saber que su esfuerzo económico sirve para generar energía limpia, que, a medio plazo, modificará los consumos hacia un futuro mejor del planeta. Es una revolución medioambiental que ha emprendido Europa, con todos los defectos y problemas, pero con una dirección determinante y clara.
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[1] Los gráficos que aparecen en el artículo se obtienen del equipo de VisualEconomik