Llevo una cita de Schiller a pie de email: “Contra la estupidez, los propios dioses luchan en vano”. Más que una declaración al mundo es un recordatorio para mí mismo cada vez que escribo. Una estupidez de fanáticos, ignorantes, mal intencionados y un largo etcétera de tipos humanos. Meditaba en eso de creer en las encuestas. Y llegaba a la conclusión de la nula capacidad crítica de tanto opinante, embarcados todos en una muestra de malévola ingenuidad. Acepto que no tienen por qué conocer la metodología de las encuestas, el proceder de la ciencia o la ética de la investigación social. Incluso que hablen de lo que no saben ni, al parecer, quieren saber alucinados por una militancia pertinaz en una fe o en alcanzar la recompensa por parecer creer.
En esa, hay quien dice creer que algunas empresas demoscópicas hacen miraglos. Adivinan el futuro. Reconozco que es un hecho milagroso. No ya por acertar, que ya les digo Castilla y León que no, sino que alguien pueda creer tal cosa. En los miraglos. Un miraglo es un “hecho prodigioso, favorable a una persona o un grupo de personas, que no puede explicarse según las leyes ordinarias de la naturaleza.” Y es que las predicciones o las encuestas de algunos no pueden explicarse por las leyes de la naturaleza. Y siempre son favorables a una persona o grupo de personas. No hay ciencia alguna. No hay datos, no hay modelo ni racionalidad, no hay reproductibilidad o metodología. No hay nada más que una cifra y la creencia en ella.
Nadie sabe si destripan una paloma, tiran las tabas, preguntan a su vecina Pili o a su novio que hizo la mili. Solo la fe de sus creyentes. Y esto, para quien tenga un mínimo de “cum grano salis” es una aberración o un milagro. Por si lo suyo no es el latín “La locución latina cum grano salis traducida literalmente significa “con un grano de sal” y figuradamente parece significar que uno debe aplicar una capa de sano escepticismo a una determinada afirmación y no darla por certeza absoluta sin haberla contrastado antes debidamente”. En estas, como se multiplicaron los panes y los peces, se multiplican ahora las encuestas milagrosas. Con tanto feligrés nadie pregunta de dónde sacan los datos para tanto como destacan. Es el problema de enseñar a leer y escribir, pero no a pensar.
Y en esta, como dice la camiseta “decepcionado, nunca sorprendido”, leo a un catedrático en una columna de opinión de La Vanguardia utilizando varias falacias para criticar al CIS y a su presidente. Nada nuevo. Siempre un cúmulo vergonzoso de despropósitos y afirmaciones que nada tienen que ver con la realidad. Son tantos los impresentables que sacaron plaza en Tordesillas para dedicarse a ejercer en Torquemada… Ya me imagino a más de uno preguntando si es la cola para lapidar a Tezanos. Dedicados al dar no tienen tiempo para Tomás. Ya saben. Al parecer, se les apareció el jefe resucitado y él, ni corto ni perezoso, dijo que o tocaba llaga o no creía. Ya les digo que, si hubiese aparecido Jesucristo con una encuesta de esas milagrosas, ni Tomás hubiese planteado tocar los datos. Y no hay manera. Solo paciencia y resignación.
Responder una a una todas las “aleluyas” de esos feligreses agridulces (según a quienes adulen u odien) requiere dos vidas para nada. Galileo ya lo demostró. No hay dato ni argumento que desmonte la fe en las encuestas milagro y, entre comulgar con ruedas de molino o la hoguera de las descalificaciones, como científico social no hay dudas ni elección. Cuando llegue el verdadero final estaremos a solas con nuestra sola conciencia. Y mi conciencia no me permite creer, solo saber. Y en ese saber está el no creer en las encuestas. De hecho, muéstreme alguien que cree en las encuestas y yo les mostrare a un crédulo.