ODS. Meta 8.7:
“Adoptar medidas inmediatas y eficaces para erradicar el trabajo forzoso, poner fin a las formas contemporáneas de esclavitud y la trata de personas y asegurar la prohibición y eliminación de las peores formas de trabajo infantil, incluidos el reclutamiento y la utilización de niños soldados, y, de aquí a 2025, poner fin al trabajo infantil en todas sus formas.”
Año 2021: Año internacional para la eliminación del trabajo infantil.
En las dos últimas décadas se habían realizado grandes progresos hacia la eliminación del trabajo infantil y el trabajo forzoso. Pero ahora, por primera vez en veinte años, el trabajo infantil ha aumentado. Otra de las consecuencias trágicas de esta pandemia que asola el mundo. La pérdida de empleo en muchas familias, el cierre de los centros educativos o la reducción drástica de las horas de trabajo, sobre todo en los países menos desarrollados, ha arrastrado a millones de niños y niñas al trabajo infantil, para llevar algo de recursos a sus hogares.
Ya hay 160 millones de pequeños en el mundo sufriendo esta lacra, lo que aleja el objetivo de erradicarlo en el año 2025. Pero, si no se remedia pronto la pandemia, el año que viene nueve millones de niños más se verán obligados a trabajar, según Naciones Unidas.
En su informe, junto con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), señala que:
- Los mayores aumentos de trabajo infantil se están produciendo entre niños de 5 a 11 años, donde hay 16,8 millones más que en 2016 y suponen ya más de la mitad de la cifra total de menores.
- Se incrementa el número de niños que hacen trabajos peligrosos. Concretamente, hay 6,5 millones más, y se ha pasado de un total de 72,5 a 79 millones,
- Por sectores, el 70 por ciento de los niños trabajan en tareas agrícolas, el 20 por ciento en servicios y el 10 por ciento en industria.
- Si no se toman las medidas adecuadas de forma acelerada, dentro de cuatro años habrá unos 140 millones de niños trabajando, teniendo en cuenta la velocidad de los cambios entre 2008 y 2016.
Esta es la dura realidad, agravada por la pandemia, a la que nos enfrentamos hoy, y de la que tenemos que ser conscientes. Hay que decidir que hacer como especie. ¿Nos conformamos con decir pobrecitos? ¿Transigimos con bajar un poco o un mucho el número? O ¿Ponemos la inteligencia, los recursos y las acciones para cumplir el objetivo de erradicarlo en el año 2025?
Si nos preguntan, seguro que todos estaremos de acuerdo en la erradicación en 2025 del trabajo infantil. Pero para eso, primero hay que seguir luchando por cumplir el objetivo, aumentar la sensibilización, aunque este incremento haya supuesto un duro golpe. Un golpe que tiene que traer como respuesta una renovación global del compromiso de erradicación en 2025.
Segundo, hay que aumentar la presión sobre los gobiernos, en cada uno de los ámbitos en los que nos encontramos, para que actúen de manera rápida, contundente y coordinada, junto con las organizaciones internacionales, para proteger a los menores y sus familias de la pobreza.
Si, de la pobreza que les empuja a ser víctimas de estos trabajos, que además cada vez son más peligrosos, especialmente en América Latina y el Caribe. En este camino, la Unión Europea, tiene que ser protagonista.
Pero no es solo una cuestión de los gobiernos, las empresas también tienen que formar parte de esta acción. Y para las que se aprovechen del trabajo infantil o forzado, contar con leyes para que asuman sus responsabilidades en los países donde lo hacen, pero también en el resto del mundo.
Es cierto que es complicado, que queda mucho por hacer y hay poco tiempo. Pero más lo era encontrar tan pronto una vacuna para la COVID-19 y se hizo. Depende de la voluntad y el empeño. Por eso, el empeño ahora debe ser acelerar los avancen, utilizar las innovaciones tecnológicas y copiar a nivel global las mejores soluciones para llegar a erradicar el trabajo infantil en 2025. Lo que pasa por resolver la pobreza de las familias.
160 millones de niñas y niños nos están esperando.