El ruido, la crispación y la incertidumbre nos envuelve y crece en nuestra vida cotidiana, ante las rápidas transformaciones sociales, políticas y económicas que se están produciendo en esta nueva era digital. Todo tiene que suceder a una velocidad de vértigo. Y esta rapidez, está ocasionando, cada vez más, una insatisfacción generalizada.

Primero, ante la imposibilidad de adaptación a este acelerado nuevo entorno, que ya está teniendo consecuencias laborales. Y que los ciudadanos temen que serán aún mayores en el futuro. Concretamente, a un 53,7 por ciento de la población le parece que la utilización de robots y sistemas autónomos de trabajo en general va a ser causa en los próximos diez años de un aumento del paro, según datos de la encuesta sobre Tendencias sociales de noviembre 2021 del CIS.

Segundo, como consecuencia del incremento de las desigualdades y la vulnerabilidad social, que sufren cada vez más amplias capas de la población, mientras la riqueza se acumula y exhibe sin ningún pudor, por una minoría que no se siente involucrada con lo que ocurre en las sociedades donde vive. Esto lleva al 67,4 por ciento de la población a creer que habrá más diferencias sociales y económicas dentro de diez años en España.

Tercero, ante la ruptura de un contrato social que decía a los ciudadanos que, si se esforzaban y cumplían, tendrían bienestar en sus vidas. Algo que ven como poco a poco se ha ido desvaneciendo por toda la precarización reinante.

Cuarto, ante la visión de un futuro poco alentador para sus hijos y las nuevas generaciones. Un hecho, que ha arraigado profundamente en la mayoría de la población tras la crisis del año 2008 y la pandemia. Concretamente, un 53 por ciento de la población cree que las nuevas generaciones vivirán peor de lo que se ha vivido hasta ahora. Un 26,4 por ciento, mejor. Un 16,9 por ciento, igual. Y un 3,5 por ciento, no sabe, duda.

Ante este panorama, donde la angustia vital se está incrementado, es bueno, de vez en cuando, y más en estas fechas tan propicias, hacer un alto en el camino para coger fuerzas, para primar lo que nos une sobre lo que nos separa. Pero también, para darnos cuenta de la importancia de las pequeñas cosas, de los pequeños detalles que pueden hacernos más felices.

Entre tanto, si Ómicron, la nueva variante de la pandemia, nos deja celebrar con la familia y los amigos la Navidad y el Año nuevo, sabías que en el periodo navideño:

  • Un 88,2 por ciento de la población hace regalos a familiares o amigos.
  • Un 76,9 por ciento juega a la Lotería.
  • Un 76,1 por ciento, pone el árbol y otros adornos navideños.
  • Un 68,2 por ciento queda con amigos o compañeros de trabajo o estudios.
  • Un 64,3 por ciento hace donativos o ayuda a personas.
  • Un 56,6 por ciento pone un belén o nacimiento.
  • Un 41,2 por ciento visita a parientes o amigos que viven fuera.
  • Un 36,1 por ciento viaja o sale algunos días por ocio.
  • Un 31,6 por ciento va a un concierto o espectáculo especial.
  • Un 27,7 por ciento va a celebraciones religiosas.
  • Un 27,6 por ciento va a alguna celebración o fiesta de fin de año.
  • Y un 10,3 por ciento pone un belén civil o laico.

¿Estás entre los que hace alguna de estas actividades o no? Porque a lo mejor estos datos pueden servir para las prolongadas comidas y cenas navideñas, donde ya se sabe que es mejor no hablar de “futbol, política o religión”.

Y aunque, como señaló Marco Aurelio, “el arte de vivir es más parecido a la lucha que a la danza, porque exige mantenerse atento e impertérrito ante los embates que de improviso acometen”,

Feliz Navidad. Felices Fiestas