Así lo pensé y así ha sido, aunque España hubiera necesitado otro líder de la oposición y otra forma de hacer política; pero existen varias razones estratégicas que son las que el PP pone continuamente en marcha.
1) Están convencidos que un gobierno nunca se gana sino que se pierde. Y siguen a pie juntillas la estrategia de Aznar cuando estaba en la oposición, pensando que la historia política volverá a repetirse tal cual.
2) Siempre han “jugado” socialmente con la tensión y la confrontación, hasta unos extremos peligrosos porque el aire político y social se vuelve irrespirable. Pero el PP piensa que “cuánto peor, mejor les irá”. Movilizan a su electorado llegando a provocar sentimientos envenenados e irracionales, alentándolos con frases demagógicas, manipuladas, verdades a medias, mentiras calculadas y sobre todo, mucho “extremismo”.
3) Su estrategia electoral es cortoplacista: ganar elecciones como sea y a costa de lo que sea. No se trata de colaborar, ayudar o proponer alternativas, porque su único objetivo es tener el gobierno. Y resulta imposible que pongan encima de la mesa sus propuestas, porque, muchas de ellas serían impracticables, rechazadas o están siendo aplicadas en las Comunidades donde gobiernan, con evidentes síntomas de despilfarro o irregularidad, por no ahondar más.
4) Sólo buscaban un titular de prensa. Sólo buscan la superficie, la frase pegadiza, la foto. Porque resulta imposible ser coherente siendo un partido de derechas, conservador, de los trabajadores, de las mujeres, antiabortista, católico, moderno, y una mezcla de incongruencias que son simplemente disfraces y caretas de “usar y tirar” en cada momento.
5) A Rajoy le resulta imposible ser alternativa de verdad porque no lo está siendo ni en el interior de su propio partido. ¿Cómo va a dirigir España si aún no sabe qué hacer con los cientos de imputados por corrupción de su partido? Camps, Fabra, Ripoll, Matas, Bárcenas, y un largo etcétera son mimbres de su cesta; y alguno de ellos está esperando ser “perdonado judicialmente” si gana de nuevo las elecciones. Como dijo Carlos Fabra: “las urnas me han absuelto”. Ya no hay más justicia, ni honestidad, ni honor, ni verdad, que la trémula vara de medir la responsabilidad política que el PP se autoaplica.
El problema es que Rajoy está preso de sí mismo, de su historia, de su partido, y de sus compañeros. ¿Cómo va a deshacerse de un Aznar que revolotea dando lecciones de que él sí sabe cómo ser Presidente; cómo deshacerse de su equipo de estrategas cuyos puntos fuertes son la carencia de principios; cómo ser de derechas, de centro, moderno, trabajador, mujer, homosexual y católico apostólico al tiempo que servidor del PP de Juan Cotino; cómo deshacerse de su época de Gobierno que va desde los hilillos del Prestige hasta el desenfrenado urbanismo salvaje; cómo puede ganar “la confianza” mientras su estrategia judicial no es limpiar de corruptos al partido, sino conseguir la invalidez de pruebas?
En los distintos Debates de la Nación, podemos observar que quien sube o baja es J.L Rodríguez Zapatero; hay momentos mejores o peores; los ciudadanos valoran positiva o negativamente. Pero Rajoy permanece inamovible e inexistente en las valoraciones ciudadanas: nunca gana, nunca pierde. Ni está ni se le espera.
Rajoy está preso de su historia y sus circunstancias actuales. Por eso, hizo lo único que sabe hacer: ser previsiblemente aburrido.