Es una pena cómo en España se pierden oportunidades para mejorar, el debate electoral lo fue. Una oportunidad desaprovechada para progresar en la calidad de nuestra democracia. El debate público siempre es sano, pero cuando este se convierte en espectáculo mediático diluye su objetivo primordial de permitir al elector contrastar opiniones y propuestas, y poder valorar a los candidatos a dirigir el país.

El formato a cuatro encorsetado en una aparente discusión entre líderes políticos moderados por periodistas, terminó siendo un partido de pádel en el que la pelota rebota loca en las paredes de la pista, y la habilidad que se mide es la de poder devolver la bola en las situaciones más insospechadas. Cuando olvidamos el objetivo (aclarar al votante) y lo relevante es solo un pernicioso juego de falsas encuestas organizadas por los medios (donde puedes votar las veces que quieras), y el juego de argumentos y contra argumentos en la red en busca del “Trending topic”, no estamos entendiendo nada.

Sustituimos la dialéctica por la reiteración y el disimulo por el aburrimiento en definitiva. Discursos unidireccionales y sectarios que poco aportan para reforzar o cambiar decisiones electorales. Ello en definitiva no es inocuo. Beneficia a aquel que no tiene nada que aportar y, como avezado opositor, repite cifras ayunas de humanidad, sin decir nada. Beneficia de igual modo al que juega a la impostura del impostor de parecer lo que no es, como blanca y buena paloma instalada en el reproche a todos y a todo levantando las manos de samaritano.

Podían haberse celebrado tantos debates cara a cara como días de campaña. Más barato y más eficiente. La situación lo merece y casi lo obliga.

Decir quién estuvo mejor después de lo dicho más arriba, es baladí. Cada uno de los candidatos jugó el papel que quería jugar, sin que ello descubriera nada nuevo en términos objetivos sobre cuál es la mejor propuesta para España en estos momentos. Profundizar en cuál es el mejor camino a seguir para aquellos que no tuvieran su voto decidido (más de un 30% según el CIS) debió ser imposible, aunque la SEXTA, una hora después de la emisión, ya anunció que un 6% había decidido su voto a favor de Podemos, curioso.

En honestidad, lo que se puede decir sin lugar a equívocos, es que los cuatro líderes intentaron dirigir su mensaje a su electorado, no intentando pescar en caladeros de otros. Ahora bien, eso tiene en sí una trampa, pues estos se han desplazado.

Rajoy puso su gran objetivo en consolidar lo que tenía en diciembre, ser la minoría mayoritaria, y justificar que por “patriotismo” el más votado sea el elegido. El problema es que no se vio ninguna predisposición del resto a facilitarle la opción.

Ciudadanos, si consigue arrancar votos en el centro derecha, puede mermar aún más las posibilidades del PP, y se vio disposición a Rivera de intentarlo y no conformarse con el resultado actual. Curiosamente el pacto PSOE-Ciudadanos parece que penaliza, cuando debería ser lo contrario. Son los únicos que han hecho algo por no vernos conducidos a la situación actual y moderar desde el cambio una propuesta reformista.

Sánchez parecía tocado por las encuestas, pero en los días que quedan tiene la oportunidad de demostrar que tras de sí tiene mucho más que una opción de presidir el Gobierno, tiene una historia de ser el centro izquierda reformista que ha sido capaz de consolidar un proyecto de país equilibrado y con visión de futuro en nuestra democracia, su electorado existe y tiene que hacerle creer que dentro del panorama existente es la propuesta más solvente. La bipolaridad política no llega muy lejos y menos cuando los dos polos se realimentan desde la negación del adversario.

En cuanto a Podemos, sabe que tiene votantes prestados y por ello necesitaba a IU, pero ahora es un constructor incapacitado para mantener un relato creíble de lo que los españoles necesitan. Iglesias no es tonto y sabe que su única estrategia es el sorpasso mediante el zarpazo.

No obstante, el elector después del debate habrá llegado a la conclusión de que, una vez más, dependerá de su voto el destino. Si es capaz de disipar los ruidos del proceso y dar inteligencia a su voto, el horizonte empezara a despejarse.