Introducción
Octubre es un mes rico en la publicación de Informes sobre evolución y perspectivas futuras. Entre otros, nos vamos a referir, en particular, al de la Agencia Internacional de la Energía (IEA, por sus siglas en inglés) “World Energy Outlook 2023 (WEO2023)[1]”, al del grupo asegurador DNV que ha publicado su “Energy Transition Outlook 2023”[2], y a los del Fondo Monetario Internacional (FMI) que publica el “World Economic Outlook”[3], el “Fiscal Monitor”[4] (con un subtítulo esclarecedor: Climate Crossroads: Fiscal Policies in a Warming World. October 2023) y el “Global Financial Stability Report”[5], también con el significativo subtítulo de “Financial and Climate Policies for a High-Interest-Rate Era”.
Todos ellos dedican una particular atención al calentamiento global y sus consecuencias e interrelaciones socioeconómicas, tanto en lo que se refiere a la dinámica seguida hasta la actualidad, como a las previsiones esperables para distintos horizontes. Y, desde esa perspectiva, iniciamos el análisis crítico de esas previsiones en esta nueva serie de artículos sobre las urgencias para la transición ecológica, comenzando por sus principales previsiones y condicionantes para la evolución del calentamiento global.
Una primera consideración sobre estas previsiones es la relativización que realizan los propios Informes citados. Todos ellos se refieren de forma sistemática a la fragilidad de las previsiones que se ven modificadas anualmente Informe tras Informe. Es conocido el caso del FMI cuyos informes trimestrales llagan a tener variaciones muy significativas en sus predicciones macroeconómicas, de Informe a Informe. E igual sucede con la IEA, que suele ser referencia generalizada en los distintos Informes sobre energía. Así, en el WEO2023, en el que recoge tanto la evolución de las principales variables energéticas y su relación con el calentamiento global, como las tendencias previsibles para 2030, se señala que, a medida que cambian los hechos, también cambian sus proyecciones, recogiendo dos Figuras muy significativas al respecto. En la primera, señalan las diferencias entre el WEO2022 y el WEO2023 en lo que se refiere a la demanda total de energía por tipo y por sector para el 2030 en el Escenario STEPS (Escenario previsible si se cumplen las Políticas Declaradas por los distintos países), con reducciones medias del orden del 4,5% para la demanda de carbón y del orden del 2,5% para el petróleo, frente a aumentos medios del orden del 3,5% para las renovables y del orden del 1% para la electricidad, destacando este año la reducción ahora prevista para el uso del carbón en la generación de la electricidad y del petróleo en el consumo de los coches.
La segunda Figura es todavía más significativa pues recoge como han ido modificando el incremento previsto de capacidad de generación eléctrica de las energías solares y eólicas entre 2022 y2030 en las sucesivas ediciones del WEO, publicadas desde 2019 a 2023, multiplicando por más de 4 veces dicha capacidad en el Escenario STEPS e incrementando en más de un 10% las previsiones entre el WEO2021 y el WEO2023 para el Escenario NZE (Escenario de Emisiones Netas Cero para 2050).
Hay que señalar que los WEO de la IEA se vienen caracterizando por una visión muy optimista para las tendencias en las previsiones de futuro, fundamentalmente en lo que se refiere al papel de las energías renovables y al progresivo (y menos esperable) abandono de la demanda de carbón. En todo caso, hay que señalar que definen en sus previsiones tres Escenarios con distintos supuestos de políticas y actuaciones para su logro:
- El Escenario de Políticas Declaradas (STEPS) asumiendo la evolución asociada a las políticas energéticas, climáticas e industriales vigentes en los distintos países.
- El Escenario de Compromisos Anunciados (APS), que supone que todos los objetivos nacionales energéticos y climáticos establecidos por los gobiernos se cumplen en su totalidad y a tiempo.
- El Escenario de Emisiones Netas Cero para 2050 (NZE), que limita el calentamiento global a 1,5 °C.
Escenarios asumidos, a veces con distinta denominación, de forma generalizada como tendremos ocasión de apreciar en esta serie de artículos sobre la urgencia de la transición ecológica y ecosocial.
Consideraciones del Fondo Monetario Internacional sobre condicionantes al freno del calentamiento global. The Global Financial Stability Report.
El calentamiento global está presente en los Informes del FMI de octubre de 2023 desde distintas perspectivas. En el Global Financial Stability Report (Financial and Climate Policies for a High-Interest-Rate Era) el capítulo 3 se centra en las necesarias “Políticas del sector financiero para movilizar financiamiento privado para el clima en las economías de mercados emergentes y en desarrollo”, ya que asume que será este sector privado el que, inevitablemente, tenga que aportar una gran parte (entre el 80 y el 90%) de las necesidades de inversión dirigidas a mitigar el cambio climático en las economías de mercados emergentes y en desarrollo. Economías donde se necesitaría que del orden del 12% del total de inversiones realizadas en estos países se dedicaran a la mitigación climática, frente al 3% actual, para alcanzar los objetivos comprometidos. Pero en ellos no se dan las condiciones crediticias ni los principales bancos ni de las principales empresas de seguros asumen políticas climáticas que favorezcan el avance a las metas de cero emisiones netas. Tampoco se ha movilizado, para los países de ingreso bajo, el apoyo internacional adicional comprometido en las sucesivas COP, lo que dificulta fuertemente el avance hacia la consecución de los compromisos de emisiones asumidos en este conjunto de países, donde el carbón como combustible y su uso en plantas eléctricas sigue teniendo un papel fundamental. Y donde la inversión en renovables respecto a la inversión en combustibles fósiles se sitúa en el entorno del 30%, si excluimos a China.
Además, como se recoge en la Figura siguiente, el FMI señala que, a pesar de las recientes mejoras, la inversión en energía renovable en las EMED (Mercados Emergentes y Economías en Desarrollo, excluida China) todavía está por detrás de las inversiones en combustibles fósiles. Pero para alcanzar los objetivos previstos de emisiones netas nulas en 2050 (Escenario NZE) se requeriría, a nivel mundial, que las inversiones en energías renovables cuadruplicaran a la inversión en combustibles fósiles, lo que no es fácil que se logre. Porque, adicionalmente, según se aprecia en el apartado 2 de la Figura siguiente, las inversiones de las economías avanzadas en energías renovables generan una presión al alza sobre los precios de las materias primas necesarias y previsiblemente elevarán los costos de la energía renovable, lo que presumiblemente ralentizará la transición a las energías renovables en las EMED.
Por otra parte, los subsidios totales a los combustibles fósiles han aumentado a un nivel récord en 2022 y se espera que aumenten aún más en las EMED. Y la necesaria eliminación gradual del carbón (responsable del orden del 20% de las emisiones de GEI) para alcanzar los objetivos climáticos, contrasta con el aumento de la capacidad eléctrica alimentada por carbón desde 2000, tal y como se aprecia en la Figura siguiente.
Teniendo en cuenta que solo alrededor del 20% de la generación eléctrica con carbón se produce en países que han asumido en sus compromisos con la Agenda de París eliminar gradualmente el carbón o dejar de desarrollar nuevas centrales eléctricas con este combustible. Y que, por otra parte, amortizar centrales antes de cumplir su vida útil tiene un elevado coste en términos económicos, solo viables en aquellos casos en que exista la disponibilidad de alternativas de energía renovable de costos sensiblemente más bajos que puedan compensar a los que han de sufrir los costes de la amortización, lo que no es viable en todos los países, y menos en los EMED, dado que los planes de eliminación gradual del carbón no son elegibles actualmente en los marcos financieros y taxonomías de transición vigentes. Y, por último, que en los países EMED se localizan tres cuartas partes de las 9.000 centrales eléctricas alimentadas por carbón del mundo (muchas de ellas de relativamente reciente puesta en marcha) y alrededor del 90% del capital global vinculado a centrales eléctricas alimentadas por carbón. La conclusión no puede ser otra que las dificultades para frenar emisiones y el consiguiente calentamiento global son extraordinarias. Y que las políticas necesarias, sobre todo en los países EMED son extraordinariamente exigentes y poco viables sin una ayuda exterior por parte de los responsables de la actual concentración de GEI en la atmósfera muy significativa.
Consideraciones del Fondo Monetario Internacional sobre condicionantes al freno del calentamiento global. The Fiscal Monitor (Climate Crossroads: Fiscal Policies in a Warming World).
En paralelo a lo señalado en el epígrafe anterior, el FMI, en el Fiscal Monitor (Climate Crossroads: Fiscal Policies in a Warming World) “hace un balance de las políticas de mitigación de los distintos países y se presenta el trilema al que se enfrentan las autoridades económicas a la hora de encontrar un equilibrio entre el logro de objetivos climáticos, la sostenibilidad de la deuda y la viabilidad política”.
En primer lugar, constata que las políticas anunciadas por los distintos países son insuficientes para limitar el calentamiento global a los objetivos establecidos en el Acuerdo de París de 2015, tal y como se aprecia en la Figura siguiente.
Como se aprecia, en cualquiera de los Escenarios (Business as usual; Contribuciones Nacionales asumidas por los países en 2015; o las asumidas en 2023) las previsiones se situarían muy alejadas de las restricciones de emisiones necesarias para alcanzar, no ya los 1,5ªC de calentamiento, sino incluso el menos exigentes –y ya potencialmente catastrófico- nivel de 2ºC.
Como consecuencia, el FMI señala que se necesita una transformación económica radical en la que, como ya señala también en el Informe antes comentado, la financiación privada juega un papel fundamental, ya que depender solo de medidas de gasto público sería inviable en un marco en el que muchos países presentan una deuda pública elevada, tasas de interés en aumento y perspectivas de crecimiento más débiles. De hecho, prevé que, sin poner en marcha las medidas necesarias para abordar el calentamiento global, la relación deuda/PIB aumentaría 1 punto porcentual al año a nivel mundial durante el período 2023-28, más rápido de lo previsto antes de la pandemia, y complicando nuevas medidas de gasto para frenar el calentamiento global.
En todo caso, muestra que distintos países están aplicando políticas de reducción de emisiones que dependen en gran medida del aumento de la inversión pública y de los subsidios a la energía renovable, con grandes costos fiscales, lo que incrementa su déficit público y su endeudamiento. Pero depender principalmente de medidas basadas en el gasto público para alcanzar los objetivos de cero emisiones netas (Escenario NZE) para 2050 será cada vez más costoso y estiman que llevaría a aumentar la deuda pública entre un 45% y un 50% del PIB para los principales países emisores de GEI, lo que llevaría su deuda pública a niveles insostenibles, incrementando muy sensiblemente sus riesgos macroeconómicos en un horizonte de tipos de interés elevados. No obstante, las políticas para descarbonizar las economías es difícil lograr que no impliquen un costo fiscal neto, que varía considerablemente entre países. Y la única forma que el FMI estima para lograr un cierto equilibrio es utilizar una combinación de políticas de ingreso y de gasto, calibrada de forma minuciosa, cuya estructura se aprecia en la Figura siguiente.
La tarificación del carbono es un instrumento necesario que debe formar parte de esta combinación de políticas[6]. Sin embargo, no es suficiente y debe complementarse con políticas que aborden las fallas del mercado y catalicen el financiamiento privado y la inversión en tecnologías de baja emisión de carbono. dependiendo del tamaño de las necesidades de inversión, de los ingresos provenientes de la fijación de precios del carbono y de los costos de endeudamiento, a la vez que mejoran la eficiencia del gasto. Pero también se necesitan importantes transferencias fiscales que protejan a los hogares, los trabajadores y las comunidades vulnerables durante la transición verde. Como consecuencia, el costo fiscal de la combinación de políticas varía de un país a otro, pero podría ser más problemático, en especial, para las economías de mercados emergentes y en desarrollo que ya se enfrentan a altos niveles de deuda y costos por intereses cada vez mayores; y que además tienen grandes necesidades de adaptación a los efectos del calentamiento global y necesitan mejorar sus niveles de desarrollo.
Como medidas imprescindibles para reducir estos efectos sobre el gasto público proponen generalizar el citado uso de precios de carbono, que son rentables para reducir las emisiones y al mismo tiempo generan ingresos para aliviar la carga de la deuda. Pero señalan los riesgos de esta fijación del precio del carbono, ya que genera incremento de costes para el ciudadano y suele ser impopular, lo que transforma el equilibrio a alcanzar en el señalado trilema entre lograr objetivos climáticos, asegurar la sostenibilidad fiscal y garantizar la estabilidad política.
En el Escenario recogido en la Figura anterior, la deuda pública en las economías avanzadas aumentaría entre un 10% y un 15% del PIB para 2050 (lo que equivale a un aumento de los déficits primarios de 0,4 puntos porcentuales del PIB al año, en promedio, hasta 2050), lo que sería viable para las menos endeudadas y con menores desequilibrios fiscales. Las que no se encuentran en esta situación requerirían reducir el gasto (como eliminar los subsidios a los combustibles fósiles) y aumentar los ingresos para mantener la sostenibilidad de la deuda. En cualquier caso, retrasar la acción sobre el precio del carbono sería muy negativo para la deuda y déficit público. Se estima que cada año de retraso en su implantación a precios relevantes contribuiría con un 0,8-2,0% adicional del PIB al año a la deuda pública.
El trilema señalado es más complicado para las economías de mercados emergentes y en desarrollo (EMDE) donde sus prioridades están en lograr un crecimiento que les permita mejorar las condiciones de renta para su población. Aunque también muchos de ellos son los que sufren las consecuencias más negativas del cambio climático, necesitan adaptarse a éstas y generar la suficiente resiliencia socioeconómica sobre las mismas, partiendo de un acceso limitado a tecnologías bajas en carbono. En todo caso, las economías de mercados emergentes representan una parte notable de las emisiones globales y, para ellas, el FMI estima –como se aprecia en la Figura anterior- que el aumento esperado de la deuda a raíz de las políticas climáticas consideradas será similar al de las economías avanzadas (alrededor del 15% del PIB para 2050). Lo que es particularmente grave para las economías de mercados emergentes y en desarrollo que ya experimentan una deuda elevada y costos de intereses crecientes, además de importantes necesidades de adaptación.
En todo caso, las estimaciones de la deuda están sujetas a una gran incertidumbre, dependiendo de diferencias en la inversión y en los subsidios, en la compensación a los hogares, las políticas fiscales vigentes y la dependencia de los combustibles fósiles. Por otra parte, no hay que olvidar que los países productores/exportadores de combustibles fósiles también verán fuertes caídas en sus ingresos si el mundo se encamina hacia el logro del Escenario de cero emisiones netas (NZE), lo que afectará a sus finanzas públicas y exigirá medidas urgentes de diversificación económica.
En todo caso, el FMI señala que ninguna medida política por sí sola puede reducir la dinámica de progresivo calentamiento global. Y si bien las políticas deben adaptarse a las circunstancias de cada país, consideran que el precio del carbono es una parte imprescindible de la combinación de políticas. Pero si bien consideran el precio del carbono necesario, este no es suficiente y debe complementarse con otros instrumentos de mitigación (como tarifas específicas, subsidios verdes y estándares de regulación, entre otros) para promover la innovación, el despliegue de tecnologías bajas en carbono y abordar las fallas del mercado y las externalidades de la red.
Como aspecto positivo señalan la evolución registrada y prevista para las distintas tecnologías de generación eléctrica. En particular, la fuerte caída del coste asociado a la energía solar fotovoltaica, tal y como se aprecia en la Figura siguiente, que facilita el cambio desde combustibles fósiles a este tipo de energía en la generación eléctrica.
Las economías avanzadas con suficiente espacio fiscal probablemente podrían acomodar un pequeño aumento de la deuda si fuera necesario. Sin embargo, a muchas economías de mercados emergentes y en desarrollo con un alto nivel de deuda les resultará más difícil adaptarse al aumento de la deuda, especialmente porque muchas enfrentan prioridades apremiantes para la adaptación al clima y otros objetivos de desarrollo. Esto exige medidas para mejorar la movilización de ingresos internos y mejorar la eficiencia del gasto, combinadas con esfuerzos para catalizar el financiamiento privado y emprender reformas estructurales para acelerar el crecimiento.
Como conclusión señalan que, ante las crecientes dificultades para lograr limitar el calentamiento global, es posible mejorar la evolución prevista si se implementan las políticas adecuadas que incentiven al sector privado para que adopte un papel cada vez mayor en el financiamiento e inversión de acciones por el clima. Es necesario mejorar la eficiencia del gasto, la movilización de ingresos, un mayor papel del financiamiento del sector privado y apoyo financiero externo junto con la transferencia de conocimientos y la difusión de tecnologías establecidas con bajas emisiones de carbono.
Las empresas desempeñan un papel crucial en los esfuerzos de descarbonización y los gobiernos deben alentarlas a realizar la transformación necesaria hacia un futuro con bajas emisiones de carbono, con regulaciones que obliguen a las empresas a establecer objetivos de reducción de emisiones y a una mayor inversión empresarial en tecnologías bajas en carbono. El aumento de los precios de la energía en 2022 ha demostrado que las empresas invierten en eficiencia energética y en reducir el consumo de energía cuando se enfrentan a grandes problemas energéticos, lo que sugiere que las regulaciones, los incentivos y los esquemas de fijación de precios del carbono pueden acelerar los esfuerzos firmes de descarbonización empresarial. Al igual que los incentivos fiscales (a través de créditos fiscales o subsidios) pueden impulsar la inversión empresarial en tecnologías bajas en carbono, especialmente cuando las empresas confían en el impacto positivo de estas políticas.
Y, además, también señalan que en las economías en desarrollo es fundamental tanto la coordinación internacional para lograr un sistema de tarificación del carbono a escala mundial que sea pragmático, como mejorar el apoyo financiero externo y facilitar las transferencias de conocimiento de tecnologías consolidadas de baja emisión de carbono, ya que frenar el calentamiento global es una responsabilidad compartida. Ningún país es capaz de resolverlo por sí solo. Pero sus crecientes efectos negativos los sufrimos todos.
Consideraciones del Fondo Monetario Internacional sobre condicionantes al freno del calentamiento global. The World Economic Ourlook.
Con respecto al World Economic Ourlook de octubre de 2023, del FMI, particular interés tiene el apartado de “Implications for the Clean Energy Transiticon de su capítulo 3 (Págs. 83-84) que, de alguna manera complementa los mensajes recogidos en los dos Informes citados anteriormente, al señalar que la fragmentación de los mercados de productos básicos podría afectar el costo de la descarbonización, ya que minerales como el cobre, el níquel, el cobalto y el litio son claves para la transición energética, al utilizarse en vehículos eléctricos, baterías y cableado, así como en tecnologías de energía renovable como paneles solares y turbinas eólicas.
De hecho, siguiendo al Informe de la IEA (2023) al que haremos referencia más adelante, señalan que la demanda de estos minerales críticos podría aumentar sustancialmente y podrían llegar a ser tan importantes para la economía mundial en un escenario de emisiones netas cero (NZE) para 2050 como el petróleo. De hecho, la IEA (2023) proyecta que la demanda de cobre crecerá en un factor de 1,5, la de níquel y cobalto se duplicará y la de litio aumentará seis veces para 2030. Esto podría elevar los precios. sustancialmente, ya que la minería y el refino de estos minerales son difíciles de ampliar y están muy concentradas geográficamente entre los dos bloques geopolíticos actualmente vigentes.
Suponiendo un mundo comercialmente integrado, el FMI indica que los precios mundiales de los cuatro minerales clave considerados podrían aumentar alrededor de un 90%, en promedio, en su evolución al Escenario de emisiones netas cero hasta 2030 (NZE). Pero si los mercados de minerales críticos se fragmentan, como es la tendencia actual, podría llegarse a un aumento adicional de precios del 300%, en promedio.
Mayores costes de los minerales llevarían a que la inversión se materializara en un menor número de paneles solares y turbinas eólicas y en menos vehículos eléctricos. Aunque estima que la fragmentación generaría solo pequeñas ganancias en el bloque Estados Unidos-UE, con un número ligeramente mayor de vehículos eléctricos producidos, incidiría en limitar la capacidad de energía renovable, para 2030, en ese ámbito. Y, en conjunto, estima que el efecto de la inversión neta global en tecnología renovable y producción de vehículos eléctricos sería aproximadamente un 20% menor en comparación con el Escenario de no fragmentación del mercado de minerales. Y reduciría en alrededor de un 30% sus efectos en la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.
Como conclusión señala que descarbonizar la economía mundial sería más difícil si el mercado de minerales se fragmenta.
Previsiones del World Energy Outlook 2023 (WEO2023) y del Energy Transition Outlook 2023 sobre el calentamiento global.
Las previsiones, siguiendo la metodología del WEO2023, se suelen realizar teniendo en cuenta tres Escenarios diferenciados: 1. El Escenario de Políticas Declaradas (STEPS) asumiendo la evolución asociada a las políticas energéticas, climáticas e industriales vigentes ahora en los distintos países. 2. El Escenario de Compromisos Anunciados (APS) supone que todos los objetivos nacionales energéticos y climáticos establecidos por los gobiernos se cumplen en su totalidad y a tiempo. 3. El Escenario de Emisiones Netas Cero para 2050 (NZE), que limita el calentamiento global a 1,5 °C.
El análisis detallado de las implicaciones del WEO2023 y del Informe del grupo asegurador DNV (Energy Transition Outlook 2023) serán objeto de consideración en próximos artículos, limitándonos en este a sus previsiones sobre la evolución del calentamiento global, en base a las emisiones que estiman se producirán hasta 2050.
Y ya podemos avanzar que, para el WEO2023, su conclusión es que el camino hacia un límite de 1,5 °C en el calentamiento global es muy difícil, pero siguiendo con su visión tradicionalmente optimista, considera que permanece abierto.
Así, señala que la temperatura media mundial de la superficie ya está alrededor de 1,2 °C por encima de los niveles preindustriales, lo que provoca olas de calor y otros fenómenos meteorológicos extremos, y que las emisiones de gases de efecto invernadero siguen creciendo. También señala que las previsiones en el Escenario STEPS, para el petróleo y el gas, están lejos de ser suficientes para alcanzar los objetivos climáticos globales. Y que, aunque se dispone de políticas y tecnologías probadas para mantener abierta la puerta a 1,5 °C, el Escenario STEPS elevaría las temperaturas promedio globales a alrededor de 2,4 °C en 2100, lo que implicaría fuertes impactos negativos generalizados. De hecho, sus previsiones se asemejan a las recogidas en la Figura 6 de páginas anteriores.
Por último, el Informe del grupo asegurador DNV (Energy Transition Outlook 2023), realiza las previsiones, para el 2050, que se adjuntan en la Figura siguiente, para el Escenario que consideran más probable y para el Escenario NZE.
Aunque los supuestos e hipótesis que manejan serán objeto de análisis crítico en sucesivos artículos, en paralelo a las del WEO223, sí podemos señalar que, en sus conclusiones prevén que las emisiones globales estimadas están asociadas con un calentamiento global de 2,2°C por encima de los niveles preindustriales para finales de este siglo, ya que el ritmo de la transición que se sigue está lejos de ser lo suficientemente rápido para un sistema de energía neta cero para 2050. Conseguir el Escenario NZE implicaría reducir aproximadamente a la mitad las emisiones globales para 2030, pero nuestro pronóstico sugiere que ni siquiera se alcanzará esa reducción para el 2050, por lo que limitar el calentamiento global a 1,5°C es menos probable que nunca, pese a que las consecuencias del cambio climático son cada vez más visibles e impactantes, y los fenómenos meteorológicos extremos se vuelven más frecuentes y dañinos.
Algunas conclusiones derivadas sobre el calentamiento global.
Ante la cercanía de la celebración de la Conferencia de las Partes (COP28) en Dubay, hemos querido recoger algunas consideraciones pertinentes respecto a los problemas que se encuentra el Planeta en relación con la dinámica de calentamiento global.
Es evidente que se está lejos de los objetivos previstos en 2015 en la Agenda de París, y que el calentamiento avanza hacia niveles crecientemente peligrosos.
Como veremos en los siguientes artículos los elementos y políticas que inciden en esta dinámica están claros y su margen de actuación y posibilidades de freno al calentamiento también lo están, relativamente; al igual que también lo están sus interrelaciones con la dinámica económica, como muy bien recogen el FMI, la IEA y DNV, entre otros. Pero también está claro que las posibilidades de que esas políticas se ejecuten y consigan sus objetivos bajo la actual dinámica geoestratégica en una sociedad de consumo capitalista globalizada, aunque crecientemente fragmentada, son escasas por no decir nulas.
El resultado vuelve a ser, como ya hemos señalado en anteriores artículos la urgencia de potenciar, en países como España, políticas que prioricen la adaptación y resiliencia socioeconómica que, en la medida de lo posible sean compatible con las directrices sobre descarbonización de la UE. A estas políticas nos referiremos en los siguientes artículos.
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[1] https://iea.blob.core.windows.net/assets/2b0ded44-6a47-495b-96d9-2fac0ac735a8/WorldEnergyOutlook2023.pdf
[2] DNV (2023).- “Energy Transition Outlook 2022. A global and regional forecast to 2050”. https://www.dnv.com/energy-transition-outlook/download.html
[3] https://www.imf.org/en/Publications/WEO/Issues/2023/10/10/world-economic-outlook-october-2023
[4] https://www.imf.org/en/Publications/FM/Issues/2023/10/10/fiscal-monitor-october-2023?cid=nl-com-compd-nn102023
[5] https://www.imf.org/en/Publications/GFSR/Issues/2023/10/10/global-financial-stability-report-october-2023
[6] El Informe recoge que cerca de 50 países ya cuentan con sistemas de fijación de precios del carbono (que requerirán aumentar el coste del mismo y más de 23 países contemplan actualmente su introducción.