Si los aspectos constitucionales de la gran crisis han sido, como veíamos la semana pasada, positivos porque han servido para dar una salida jurídica a una crisis social que exigía sacrificar derechos e intereses individuales, los aspectos estrictamente políticos tienen claroscuros: junto a elementos positivos para la salud de la democracia, detectamos también elementos negativos. Empecemos por los segundos para examinar después los primeros.

El elemento político más negativo de la crisis ha sido el intento de la derecha política (Partido Popular y Vox) de derribar el Gobierno legítimo del Presidente Sánchez. Al iniciarse la pandemia la derecha política preparó una ofensiva consistente en culpar al Gobierno de la propagación del Covid-19, tanto por imprevisión de los medios para combatirlo, como por las manifestaciones del 8 de marzo. Se intentó por la vía judicial a base de querellas, como la que sufrió el Delegado del Gobierno en la Comunidad de Madrid y contra otros altos cargos del Gobierno. También intentó la derecha, especialmente el Partido Popular, impedir la prórroga de los estados de alarma votando contra su autorización por parte del Congreso de los Diputados, calculando que una derrota gubernamental de tanta importancia hundiría al Presidente Sánchez. Lo malo de esta operación es que no se limitó al ámbito parlamentario y judicial, pues trató sin éxito de implicar a veteranos socialistas que no se prestaron a la operación. También contribuyó a esta operación el Grupo Prisa mediante una actitud equidistante entre el Gobierno y la derecha destructiva. Toda esta operación fracasó porque no logró hundir al Gobierno y hasta le reforzó en su unidad interna, pero ha quedado para la Historia que una derecha montaraz, dirigida desde FAES, ha aprovechado la peor crisis sociopolítica de la democracia para derribar a un Gobierno que gozaba de la confianza parlamentaria.

Otro aspecto político negativo ha sido el comportamiento de Esquerra Republicana. Esquerra no puede quejarse del Gobierno, pues se pactó un programa de investidura y el Gobierno lo ha cumplido, especialmente el inicio del diálogo con los independentistas catalanes con el peculiar formato político exigido por estos. Pero a la hora de la verdad Esquerra volvió, una vez más, a desengancharse del Gobierno, como hizo en 2019, al impedir la tramitación de los Presupuestos Generales del Estado y, posteriormente, cortar la elección de Iceta como Presidente del Senado. Esquerra Republicana, y en particular sus dirigente máximo, Oriol Junqueras, vive obsesionada ante la acusación de traición que le puedan hacer los restantes secesionistas y, a la hora de la verdad, flaquea y actúa como un partido timorato que tiene que demostrar su fidelidad al movimiento nacional de los independentistas.

El tercer elemento político negativo que se ha observado durante la pandemia ha sido el comportamiento de muchos Presidentes Autonómicos, y no sólo me refiero al Presidente Torra. Como he comentado aquí anteriormente, la eclosión de la pandemia ha determinado la necesidad de unificar las políticas y los instrumentos públicos para combatirla, unificación que correspondía, naturalmente, al Estado. Pero esa unificación denotaba que las Comunidades Autónomas no son Estados independientes, como hacían creer algunos Presidentes autonómicos, y ese choque con la realidad constitucional ha sido un golpe muy fuente para algunos políticos territoriales que no han dejado de reclamar libertad para combatir la epidemia. Menos mal que el Gobierno de la Nación no lo ha permitido, pues habría provocado un agravamiento de la epidemia, como se ve en el Segriá leridano, pero ha sido un factor de deslegitimación del Gobierno.

El cuarto elemento negativo que ha aflorado durante la crisis sanitaria ha sido, como consecuencia del primero que hemos visto, la deslegitimación del Estado democrático y del Gobierno en su conjunto. Para mejor atacar al Gobierno, la derecha ha creado en la opinión pública la imagen de un recorte de las libertades, dejando correr la impresión de que el Gobierno ha implantado una dictadura. Como complemento de esta imagen pseudo-dictatorial, los partidos de la derecha y su prensa madrileña han elaborado la imagen de un Gobierno que huía del control parlamentario. Es evidente que no ha habido dictadura, pero es una imagen que desgasta a la democracia.

Finalmente, otro elemento negativo que ha emergido durante la crisis (vinculado al anterior) ha sido el intento del Partido Popular y, en especial, su eurodiputada Montserrat, de desacreditar al Gobierno ante las instituciones comunitarias, trasladando a estas la necesidad de controlar al Estado español que no respeta las libertades, como ya ha intentado sin éxito el secesionismo catalán.

Pero no todo ha sido negativo. Lo más positivo ha sido la cohesión del Gobierno de coalición. Bajo la dirección del Presidente Sánchez, el Gobierno ha actuado con gran cohesión, compartiendo objetivos y discursos. Un Gobierno nuevo de coalición podía haber estallado ante la crisis, pero ha ocurrido lo contrario y todos los Ministros y todos los Ministerios han cumplido sus funciones con responsabilidad y con deseos de entendimiento.

También ha sido muy positiva la deriva centrista de Ciudadanos. La cuestión es muy importante, no sólo porque este país necesita un partido de centro, sino también porque amplía la base política del Gobierno y abre posibilidades de colaboración, muy necesaria ante la desenganchada de Esquerra.

Pero lo más positivo en sentido político ha sido el reforzamiento del Estado democrático que, en el marco parlamentario, ha mostrado que es capaz de hacer frente a una crisis inesperada sin incurrir en excesos y con resultados razonables.