Un escrito como este podría publicarse en cualquier medio de comunicación, en los centenares de digitales que abundan en la actualidad. Pero me parce especialmente oportuno hacerlo en la magnífica plataforma de Sistema Digital, revista de pensamiento y opinión vinculada desde su creación al PSOE.

Las primarias del PSOE, que tienen por igual a partidarios y detractores, pueden significar el momento de volver a posicionar a los socialistas en la vida política española como elemento nuclear o, por el contrario, hacerles caer por el barranco. En este caso, no desaparecerá aunque solo terminarán quedando en su seno medradores, nostálgicos o juramentados.

Lo peor o lo mejor de todo esto es que solo depende de ellos mismos, de los trasnochadamente denominados militantes, o mejor dicho afiliados, miembros y sobre todo dirigentes y candidatos a ocupar la Secretaría General. Es por ello que no queda más que pedir a todos que reflexionen lo siguiente:

El socialismo, la socialdemocracia, el pensamiento que funda sus valores en la libertad, la igualdad y la solidaridad es esencialmente una concepción del ser humano y de la relación entre este y su entorno amigable y respetuosa. Defensora de la pluralidad y el pluralismo y que rechaza cualquier forma de opresión, discriminación o actitud que pueda mermar o limitar el libre ejercicio del individuo o de sus grupos. El socialismo persigue ciudadanos más preparados y libres.

¿A qué viene esto? El día 1 de octubre se produjeron los incalificables sucesos en la sede del PSOE, en los que triunfó, por encima de la política y las prácticas democráticas, lo zafio y lo burdo. Pasemos página de aquello y que pronto sea un triste recuerdo. Ahora bien, tras la tormenta y una vez que se inicia el proceso de primarias, las redes sociales, los chats e incluso los teléfonos y las comunicaciones cara a cara entre los partidarios de uno u otro han ido subiendo progresivamente de tono, en un espectáculo lamentable. Nuevamente se han demostrado dos constantes históricas: una, el “torquemadismo” es consustancial a la cultura española y no se pierde oportunidad de poder llevar a la hoguera a aquel que piensa o defiende cosa contraria a la nuestra y el éxito no está en poder ganar con los votos al adversario, sino poder machacarlo y hacer que desaparezca; la segunda es que de todos los conflictos, los peores, son los fratricidas.

Creer ser socialista es mucho más que un carnet o un voto, es una forma de ser y comportarse. Colgar una foto de un fusilamiento y decir “ahí teníais que estar vosotros” o animar a las “masas” a que vayan a estar con uno u otro como si fueran hooligans de una banda heavy metal; utilizar calificaciones como inútiles, perdedores, demagogos, etc.; descalificar con cuestiones personales o recriminaciones del tipo de “ni sabes escribir” o “nunca te has enterado de nada” a personas a las que hace dos días llamaban compañeros y gritaban las mismas consignas y con los que en muchos casos se han compartido vivencias, lo que demuestra en definitiva es mucha mediocridad y saber ciertamente poco sobre lo que es la cultura socialista, se haya sido ministro, diputado o nada. Una imagen en definitiva patética del socialismo español y que augura un panorama futuro de perdedores todos.

Aquellos que dijeron “si gana A, B o C yo me marcho” se van a arrepentir de lo dicho y los que han perdido la neutralidad que su historia o su posición institucional les demandaba, por un mal entendido ejercicio del compromiso político, igualmente. El socialismo está por encima de este momento, de estas personas y de ellos mismos. Si no se ha entendido es que han faltado aprendizajes fundamentales.

En definitiva es un ejercicio de arrogancia y desprecio puesto que al PSOE no le sobran personas en estos momentos, lo que se precisa es un derroche de talento permanente. Por ello nadie sobra. La cuestión es sumar hoy para multiplicar mañana. Por ello la cosa no va de ahora dividimos y mañana restamos. Más claro, expresiones como: “con ese/a a ningún sitio”, “lo que hay hacer es que se largue y si no echarle” y así un largo etcétera, lo que demuestran es que al final todos serán culpables de lo que pase.

Ahora bien, de todo esto se deducen dos cosas innegables: una, que la formación política debe ser incorporada a la actividad interna de un partido como el PSOE, y otra, que en esos cursos no estaría de más que fueran incluidos sus dirigentes que deberían ser los primeros en rechazar cosas como las expuestas anteriormente.

Si por el contario, este proceso se produce de forma limpia, transparente, enriquecedora y aprovechando lo positivo que tiene el pluralismo y el debate, se dará una imagen de ejemplaridad democrática a la sociedad española y serán capaces de hacer un relato compartido de cuál es el camino que el socialismo tiene que emprender, pues esto no es cuestión de un día. Y sobre todo, si finalizadas primarias y Congreso, lo que quedan son socialistas con voluntad y fuerza de transformar una sociedad que va a la deriva, habrá merecido la pena, las cosas se habrán hecho bien y los ciudadanos lo reconocerán.