¿Alguna vez has sido discriminado en el trabajo o tratado de forma diferente a los demás a causa de tu edad? ¿Has tenido la sensación de que cuando envías un currículum vitae es descartado por tu fecha de nacimiento, aunque reúnas las competencias que demandan? ¿Han limitado tus oportunidades de acceso a puestos directivos en función de tu edad y no de tus competencias? ¿Sientes cómo te van apartando en el trabajo, poco a poco, según superas los cincuenta años, porque creen que tus capacidades se van deteriorando o no encajas en una plantilla más joven y hay que ir prejubilándote, al tiempo que dicen que hay que trabajar más años antes de la jubilación?

Si es así, tienes que saber que la discriminación por edad, o edadismo, es la más frecuente en las empresas, por encima incluso que la discriminación de género, discapacidad, raza, religión o cultura. Se produce a lo largo de toda la vida laboral. Los jóvenes la sufren teniendo dificultades para entrar en el mercado laboral, y los mayores teniendo problemas para continuar en sus trabajos o para encontrar un nuevo empleo si son despedidos.

Una discriminación cada vez más extendida por toda la sociedad, pero de la que se habla poco, y ante la que se actúa menos por parte de las administraciones, las empresas y los sindicatos.

Un problema grave, que hay que situar entre las prioridades de la agenda pública, en una sociedad cada vez más envejecida. Y ante el que hay que tomar medidas ya. Porque la discriminación por edad está asociada a reducción de la esperanza de vida, empeoramiento de la salud física y mental, pérdida de bienestar y mayor riesgo de exclusión social y pobreza.

¿Una exageración? No. Todavía se me ponen los pelos de punta cuando recuerdo, en los días más duros de la pandemia, como la Comunidad de Madrid dio la orden a las residencias para que no se derivaran a personas mayores con COVID-19 a los Hospitales. O cuando se tiene en cuenta para ver si se opera a una persona o no la edad que tiene.

Según los datos de la Organización Mundial de la Salud, que ha lanzado una campaña mundial contra el edadismo, éste se refiere a los estereotipos (cómo pensamos), los prejuicios (cómo nos sentimos) y la discriminación (cómo actuamos) hacia las personas en función de su edad.

A nivel mundial, una de cada dos personas son edadistas contra las personas mayores. En Europa, una persona de cada tres cree haber sido objeto de discriminación por edad, y los jóvenes se sienten más discriminación por edad que otros grupos. En Estado Unidos, esta discriminación genera anualmente costes adicionales de 63 millones de dólares para tratar problemas de salud. Esto, según la OMS, supone uno de cada siete dólares utilizados en las ocho enfermedades que generan más gasto para todos los estadounidenses mayores de 60 años.

En España, si observamos los datos de parados de larga duración se ve claramente que a partir de los cincuenta años es muy difícil encontrar un empleo. Y además existe un mercado laboral hostil, que tiende a expulsar a los mayores de 50 años con el argumento oficial de las empresas de falta de adaptación al cambio tecnológico, cuando lo que enmascaran es un abaratamiento de costes laborales, sustituyendo trabajadores con muchos años en las empresas por jóvenes con salarios y condiciones más precarias.

Y todo ello, a pesar de que la Unión Europea obliga sus Estados miembros a tener normas concretas para fomentar el empleo de este tramo de edad. Y, que la Agencia Europea de Seguridad y Salud en el Trabajo (UEA-OSHA), reclama para este colectivo senior la creación de un entorno laboral y condiciones de trabajo más adecuadas en jornada, horario o esfuerzo físico, especialmente en aquellos trabajos más duros.

El artículo 14 de la Constitución española, señala que “los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.”

Tener más de 50 años no puede ser un obstáculo para encontrar un trabajo o conservarlo. En la nueva sociedad del conocimiento, donde todo el mundo habla de las competencias blandas (soft skills), resulta paradójico desterrar a aquellas personas que atesoran experiencia y conocimientos. Resulta paradójico discriminar por edad cuando se va a tener que ampliar la edad de jubilación y estas personas son y serán claves en las empresas.

En este sentido, es importante recordar las tres estrategias que señala la OMS y que han demostrado su eficacia para reducir el edadismo: la política y la legislación, las actividades educativas y las intervenciones de contacto intergeneracional.

Leyes y políticas que aborden la discriminación y la desigualdad por motivos de edad, y que potencien la formación para que las personas senior actualicen sus competencias, convirtiendo su experiencia en valor añadido. Ahora con la reforma laboral es una buena oportunidad.

 Intervenciones educativas en todos los niveles y tipos de educación, desde la escuela primaria hasta la universidad, y en contextos educativos formales y no formales. Ya que ayudan a mejorar la empatía, desvanecer las ideas erróneas sobre los distintos grupos de edad y reducir los prejuicios y la discriminación.

Intervenciones de contacto intergeneracional, para fomentar la interacción entre las personas de distintas generaciones. Son muy efectivas en la doble vertiente de reducir la discriminación hacia las personas mayores, pero también hacia los jóvenes.

Todos tenemos que contribuir a eliminar la discriminación por edad. Todos tenemos que estar abiertos a gestionar la diversidad de la edad que existe en nuestras sociedades. En todos los ámbitos, incluido el laboral con nuevas estrategias de gestión en las empresas, que estén respaldadas por la legislación laboral, los convenios colectivos y de empresa. Pero también, por la formación y la sensibilidad de todos los trabajadores, y  especialmente de los equipos directivos.